lunes, 22 de julio de 2024

¿Tenemos derecho a reflexionar?


¿TENEMOS DERECHO A REFLEXIONAR?

 

Amalia, mujer solitaria desde que abandonó el ministerio en el que prestaba sus servicios como asesora, se encontraba en su apartamento situado en uno de los barrios cacereños más elitista.

El atardecer asomaba por el Oeste dejando asomar con timidez los primeros rayos de sol, Amalia desde su ventana miraba con desagrado al estar convencida de que los demonios que tenía dentro la estaban acosando haciendo que viviera en un purgatorio de oscuridad, y humedades, donde falta el oxígeno.

Desecha sus pensamientos, y se acerca al perchero, coge una chaqueta y el bolso, se dirige a la calle, se adentra por el parque de Cánovas, lo encuentra silencioso, misterioso, dónde los árboles al parecer parecían estáticos, sin vida, los caños que mantienen el estanque en movimiento con su chorro de agua, se encuentran inactivos, entonces pensó, que el silencio podía llegar a ser mucho más aterrador que un grito de socorro.

De pronto cree percibir como si unos pasos la estuvieran siguiendo; ante esta sensación, Amalia nota que avanza con dificultad, las piernas parecían no querer obedecerle, y casi sin apenas aliento toma asiento en uno de los bancos del parque, que al ser de hierro nota al sentarse un frio desagradable.

Levanta la vista hacia el kiosco de la música, y sabe que se encuentra incapaz de pensar que era lo que le estaba pasando, los temores que le dominan le impiden ver las primeras luces del amanecer.

¿Estaría siendo manipulada por alguno de tantos fenómenos paranormales?

Entonces comenzó a sentir cómo algo extraño, que le hizo pensar que se encontraba dentro de un mundo lleno de misterios, de esos que se nos presentan como si fuera un mundo fascinante pero que al contarlo nadie lo creería, y pensó ¿Qué va a ser de mi actual vida?

¿Sé acaso algo de este asunto relacionado con el misterio? Mientras seguía preguntándose ¿Se puede acaso por una alucinación abandonar una regalada vida?

De pronto y antes de que aparecieran los primeros rayos de sol por el oeste, pudo oír una voz que le hablaba, soy la sombra, esa que no puedes ver pero que nunca te abandona, pero no temas, por el momento no pretendo que sufras un infarto.

Poco después Amalia regresaba a su apartamento; la calle comenzaba a tener vida, pero ella no parecía la misma, intuía que se encontraba dentro de un futuro incierto, al encontrarse el mundo en guerras que siempre se producen por conseguir el poder, siendo para cualquier ciudadano difícil de mantener un equilibrio cada vez más complicado.

¿Acaso es ese el misterio que nos envuelve hasta dejarnos exhaustos?

¿Sabemos acaso dónde nos puede llevar este descontento ciudadano que nos esta haciendo ser cada vez menos empáticos con nuestros congéneres?

¿Se ha perdido la esencia en la humanidad?

¿Es autentico el infierno que describe Dante en su novela y que vislumbramos como  una  realidad palpable?

¿Tiene futuro la humanidad ante unos gobernantes manipuladores y ambiciosos?

Amalia se siente descorazonada ante tanta ignominia por unos cuantos que en sus alucinaciones se creen dioses.

Suena el teléfono, lo coge, y con desgana contesta, diga, al otro lado del hilo, soy Adela, un silencio prolongado hace que Adela insistiera; ¿acaso no sabes quién soy?

El silencio para Adela al otro lado del hilo telefónico se hace insoportable, por favor contesta soy tu hermana, Amalia sin apenas poder articular palabra contesta, si sé quien eres, la que puede sacarme de este infierno en el que me encuentro perdida.

¿Sucede algo?

No te preocupes son cosas mías.

Entonces puedes venir a conocer a tu nueva sobrina.

Amalia ante esta noticia solo pudo decir, entonces tenemos que movernos el mundo entero para que los sátrapas dejen de gobernar las naciones, pues esta niña y otras muchas como ella, se merecen contemplar cada día un cielo azul y ver cómo cada noche las estrellas del cielo iluminan sus sueños, esos que con la paz se pueden hacer realidad, desechando con vigor a los manipuladores para que esta generación no conozca la terrible tragedia de las guerras.

 

 



sábado, 13 de julio de 2024




LO QUE EL MUNDO ESCONDE

 

A menudo nos encontramos en situaciones que nos hacen pensar; puede que sea el poder de la imaginación, pues en según qué momento se despierta haciéndolo de tal manera que nos hace  vivir unos momentos, quizás horas, que es cuando se apodera de nosotros una intranquilidad no deseada, al ser algo que se encuentra inherente en la naturaleza humana, pues sin apenas darnos cuenta puede ponernos en una situación no buscada que hasta puede hacer alterar  nuestro destino, efecto que parece transformarnos mientras estamos viviendo esta situación, pero sin llegar a prever que en cualquier instante una mañana cualquiera, puede cambiar el rumbo de nuestras vidas.

Yo, para los que me conocen soy una de esas personas las cuales se me puede definir de tener una imaginación desbordante.

Transcurría una de tantas mañanas que decidí acompañar a mi amiga al médico, pues no se encontraba bien; en estos momentos en que cuento este relato, me encontraba en la sala de espera sola, esperando que apareciera mi amiga después de que le hiciera la visita el médico; de repente, y como si hubieran sido llamados apareció una ingente multitud, tanto que aquella sala me pareció similar a la parada del autobús,  todos esperaban ser llamados a consulta, uno a  uno todos fueron llamados entrando en la sala de consulta, mientras tanto para mí la espera en soledad se me estaba haciendo insoportable

Yo seguía esperando a que  mi amiga  saliera de la consulta pues hacía más de una hora que había sido requerida por la enfermera, el tiempo pasaba, y no sabía que podía haberle pasado, entonces  pude comprobar que todos los pacientes entraban  pero que  nadie salía, este pensamiento me intranquilizó, me levanto para llamar a la puerta del consultorio, lo hice suavemente para no molestar, pero nadie contestó, intrigada me siento de nuevo, mientras me invadía la impaciencia que unida a la incertidumbre me hizo pensar… ¿y si existe otra puerta por la cual salen los pacientes? Pero no podía ser posible, me encontraba en una institución seria de prestigio, de nuevo me levanto, paseo, en aquella sala estaba sola, de pronto me doy cuenta de que todo estaba en silencio, un silencio sepulcral; me impaciento, los nervios sin mi permiso comenzaron a dominarme, vuelvo a llamar a la puerta, silencio absoluto; salgo al pasillo, y este se encontraba desierto, vuelvo a sentarme, cuando pude oír un gemido de dolor que parecía salir de la pared que tenía frente a mí; el miedo me paraliza, no puedo mover ni un solo músculo de mi cuerpo, tampoco puedo articular palabra, entonces me doy cuenta que necesitaba gritar para pedir ayuda ¿Qué estaba pasando? Pero cuando estaba a punto de en un estado de histerismo, la puerta de la consulta se abre, y ante mí aparece el galeno con su bata blanca, manchada de sangre, que dirigiéndose a mí, me dijo, ya puede pasar, me quedé mirándolo  hasta que pude decir yo no soy su paciente, he venido para acompañar a mi amiga, que por cierto aún no ha salido, y estoy preocupada, lleva más de dos horas dentro y no sé que es lo que le pasa; el galeno dio unos pasos hasta ponerse junto a mí, y cogiéndome de un brazo hizo que entrara en la consulta, entonces pude apreciar que sus ojos eran como dos diminutos puntos de luz.

Una vez dentro me esperaban dos forzudas enfermeras, las cuales  hicieron que me echara en una camilla, mientras el galeno seguía frente a mí mirándome, fijamente, sin decir nada, entonces, con un gesto suyo las enfermeras empujaron la camilla hasta adentrarme por un oscuro y largo pasillo donde sólo había un diminuto punto de luz casi imperceptibles para el ojo humano,   mientras tanto yo no podía creer lo que me estaba pasando.

Entonces y antes de llegar a aquel punto de luz que denunciaba el final del recorrido, de pronto se dejó oír una voz potente que dijo, “alto” están todos detenidos.

En unos segundos aquel pasillo tenebroso se llenó de policías cargados de metralletas, yo ante aquel espectáculo seguía echada en la camilla sin saber qué hacer, pues parecía estar viviendo una situación rocambolesca.

En esos momentos el que parecía ser el jefe de aquella brigada, se acercó a mí, y con voz autoritaria me dijo, ¿te han inyectado algo? Pero yo no contesté, hasta que pude articulas palabra para decir que por el momento no me habían hecho nada.

Entonces -dijo—levántese y siga a mi compañero, yo obedecí.

Una vez me encontré en la comisaría, el comisario me hizo esta pregunta ¿Cuantos estuvisteis ayer en la cena homenaje al Dr Borneo? Lo miro, no sabía de qué me estaba hablando, no entendía nada ni porqué estaba allí, entonces me dijo, enséñame el brazo, no ese no, el otro, ¿Tampoco sabias que en el brazo tienes tatuado el símbolo de los alquimistas.

Me miro el brazo, y entonces recordé que había asistido a una cena de la que resulto fue salvaje y donde se pierde el control, también recordé que a la salida de aquella cena iba mareada y me puse delante de un coche por el cual fui atropellada.

Este pensamiento hizo que retumbara en mi cabeza, tanto que me hizo abrir los ojos; y creo que entonces sonreí; este simple gesto hizo que los allí presentes rompieran a aplaudir  al igual que se aplaude a un conferenciante después de su alocución.

Y fue cuando supe que puede haber vida después de la muerte, pues todos pensaban que había muerto, también supe que todo lo que había soñado había sido algo que tenía aún por vivir, al ser de alguna manera un reflejo de lo que está por llegar, para ocupar un vacío que en cualquier momento tenemos que llenar.

Y de esta manera fue cuando por primera vez en mi vida sentí cómo me liberaba   de un lastre que me había mantenido presa, y que al fin podía surcar los cielos cual pájaro en libertad.

La alquimia había hecho su trabajo…

TERESA

domingo, 30 de junio de 2024

Un día de nieve


 

Aquella mañana, al asomarme a la ventana vi unos suaves y lentos copos que caían sobre Madrid tiñendo de blanco las calles y las avenidas; salgo de mi casa para ir a la oficina, me dirijo a desayunar, entro en la churrería de siempre que se encuentra a unos metros de donde trabajo, mojo el churro en el café y, a través del cristal miro hacia la calle como si fuera la primera vez que veía el ir y venir de la gente que caminaba apresuradamente por la acera, tomo el último sorbo de café, sin llegar a apurar el contenido de la taza, me encontraba un poco inquieta sin tener motivo aparente, pago, y cuando me dispongo a salir un hombre se interpone entre la puerta y mi cuerpo, yo lo miro con una mirada glacial al recibir el golpe que me propinó en la cadera con el portafolios que llevaba en la mano, él me obsequia con una sonrisa angelical que me heló la sangre.

No sabía de quién se trataba, pero ante su actitud creí entender que pretendía algo raro  y salí impactada de aquel encontronazo.

Una vez fuera  de la churrería y ante la imposibilidad de ir caminando, no siendo mi calzado el adecuado, subo a un taxi que en esos momentos paraba junto a donde me encontraba,  que me lleva a mi trabajo, cuando poco después entro en mi despacho  donde presto mis servicios cómo administrativa en el ministerio de cultura; miro la mesa y, como siempre, una pila de informe esperaban mí revisión, con desgana cuelgo el abrigo en el perchero, saco la agenda de mi bolso  donde tengo los números de teléfono que puedo necesitar.

Mi estado de ánimo al encontrarse bajo mínimos me hace trabajar sin descanso hasta las once, la hora que suelo hacer un receso en el trabajo para tomar café; como siempre entro en la cafetería más próxima, pero antes de entrar me lo pienso mejor y decido ir a otra cafetería  necesitaba caminar unos metros para despejar mi mente, pero cuando pido un café con tostadas al camarero, veo a aquel hombre que de nuevo me mira,  clavando su mirada angelical en mi persona; sin llegar a tomarme el café, salgo de la cafetería precipitadamente, mientras observo por la cristalera, que me miraba sonriendo, era cómo si me conociera de toda la vida.

Corro como una exhalación en la sede de mi trabajo sin mirar atrás, cuando entro en el ascensor donde se encontraban dos chicas jóvenes que al verme tan excitada, me preguntan si necesitaba ayuda ¡Nada, contesté lacónica y muerta de miedo!

Poco después y cuando me encuentro sentada ante mi mesa de trabajo, cojo la agenda que tenía encima de la mesa, busco un número de teléfono, marco, al otro lado del hilo una voz masculina me tranquiliza, cuelgo después de haber mantenido una conversación insulsa, y así esperé con ansiedad a que terminara la jornada.

Cuando llego a mi casa sigo encontrándome inquieta, la jornada había sido muy dura, empeorando la situación aquel hombre extraño que parecía estar siguiéndome a todas partes, mi instinto parecía alertarme  que ese hombre buscaba algo de mí.

Me encuentro sin apetito, me echo en el sofá, al atardecer me tomo un vaso de leche y una madalena, me acuesto, el sueño parece abandonarme, suena el teléfono, no lo cojo, no quería hablar con nadie, pero vuelve a insistir, entonces lo desconecto, y me involucro en la difícil tarea de dormir.

A la mañana siguiente, al asomarme a la ventana descubro con mal humor de que seguía nevando, el ir a  trabajar caminando se hacía una tarea difícil, llamo a un taxi ya que los autobuses urbanos sus paradas quedan lejos de mi caca, mientras me voy  acercando  a la oficina, pienso en la monotonía diaria, necesitaba caminar para despejarme, el ir en taxi a trabajar me causaba un gran trastorno pues no podía entrar en la churrería de siempre para desayunar. Al no haber desayunado, a  las once de la mañana  el estómago empezó a protestar y tuve que salir a tomarme un café, entro en la  cafetería cercana a la oficina  vacilante, y en una mesa estaba él, mi corazón se me encogió de ansiedad “quien era aquel hombre” ¿Qué quería de mí? y para no estar sola me acerqué a un grupo de compañeros, entre charlas insulsas, me tomé a sorbos  el café más amargo de mi vida.

Así transcurrieron unos cuantos días, mi novio no estaba enterado de la intranquilidad que me producían los encuentros fortuitos  con aquel desconocido al encontrarse cómo siempre  de viaje, pero cada vez que nos veíamos, parecía mirarme preocupado, y siempre me preguntaba  si tenía algún problema, yo le contestaba que sólo me encontraba nerviosa por el mucho trabajo que tenía en la oficina.

Una tarde cuando llegaba a mi casa ubicada en el barrio antiguo del  Madrid de los Austrias, cuando estaba acercándome a la puerta  de mi casa, desafortunadamente para mí aquel día no hay mucho tráfico, entonces lo veo de nuevo, las piernas me empezaron a flaquear hasta el extremo de que creí que caía al suelo, el hombre se acercó a mí con soltura y, cogiéndome del brazo, me obliga a subir a un coche de color amarillo, que se encontraba aparcado justo delante de mi portal, ante esta agresión no pude gritar, pues la voz se me estranguló del pánico que sentí.

Una vez dentro del coche, y antes de dejar atrás la parte antigua, me taparon los ojos  con un antifaz, por el movimiento del coche supe qué nos encontrábamos rodando por una carretera asfaltada y sin curvas, después de una hora de recorrido que se me antojó una eternidad, se para el coche, me quitan el antifaz, yo no veía nada presa del pánico que sentía se me había nublado la vista, sólo sabía  de qué me encontraba en un lugar donde se almacenaba chatarra, pues el olor que se respiraba en aquel recinto que  era a mugre y a hierro corrosivo.

Me obligan a entrar a una nave destartalada, un hombre orondo y de aspecto huraño, me dijo sin compasión alguna, que le tenía que entregar los documentos que contenían la carpeta de mi despacho con el número 180—001 pues lo necesitaba  con urgencia, justo para el día siguiente a la hora del café, y firmados por mi jefe, ya que por mi culpa se había retrasado la fecha de la entrega, ¿De qué me estaba hablando aquel hombre?, entonces dijeron que al no saber dónde se encontraba novio y por añadir la  dificultad  de localizarlo, habían decidido que fuera ella la que les dijera donde se encontraba, haciéndome responsable del  retraso, pues sin duda yo tenía que saber dónde se encontraba, y  que si resultaba  fallido el proceso que debía tener la entrega de este documento a su debido tiempo, yo sería la que tuviera que pagar las consecuencias, porque sin estos  documento en nuestro poder  nos vemos incapacitados para agilizar este negocio que tú tienes en tu poder,  por lo tanto acata nuestras órdenes o nos veremos obligados a que acceda por otros métodos más dolorosos, no intentes que este negocio se valla al garete.

Yo no podía ni pensar ¿Qué era lo que le estaba diciendo aquel hombre seboso y repugnante? ¿Estarían preparando el secuestro de mi novio?  Mira a su alrededor colgando de una viga pude ver una soga colgando, ahogué un grito con las manos estaban preparado un asesinato. Entonces empecé estaba segura  que estaban preparando un secuestro en toda regla y,  que si yo no les complacía  todo aquello acarrearía  resultados con consecuencias  graves.

Asustada miro hacia donde apuntaba con su rechoncho dedo aquella bola de sebo y, entonces vi que allí, atado en una silla desvencijada se encontraba Alberto, lo habían secuestrado, entonces era cierto, si yo  no cumplía sus condiciones, seguro que no lo volvería a ver con vida, el me miraba con ansiedad, yo creí morir de pánico, esos delincuentes estaban dispuestos a todo con tal de salirse con las suyas, salimos de aquel mugriento almacén, dejando  a Alberto maniatado y a mí después de ponerme el antifaz, me devuelven a mi casa, una vez en mi piso, me echo en la cama, no sabía que pensar me encontraba difusa, no podía pensar, pero tampoco podía hacer lo que me pedían, aquella noche me tomé todas las bolsas de tila que tenía en casa.

Al día siguiente y, con la vigilia gravada en el rostro  llego a la oficina media hora  antes que mis compañeras, inmediatamente busco en el archivo el documento con el número 180--001  donde supuse se encontraba la solución a mi problema, miro con minuciosidad, pero ese documento no lo encuentro,  me encontraba tan excitada que no me atrevo a esparcir el contenido del archivo por la mesa para buscarlo, mis compañeras estaban a punto de llegar, los nervios se apoderan de mí, de repente aparece ante mí un papel que más que un documento parecía una nota escrita con precipitación, en ella pude leer a la atención de   Mendoza  y Gutiérrez, solo eso, lo vuelvo a leer  con más  detenimiento y un escalofrío me recorre la espina dorsal; se trataba  de un fraude de miles de euros, que se estaba perpetrando con firmas falsificadas de supuestos restauradores para sacar cuadros del Museo Central.

Esto es demasiado, yo no puedo hacerlo, me meterán en la cárcel para toda la vida en cuanto se sepa que he sido yo la que se los ha proporcionado  “no lo hago” Y se sentó espantada tras su mesa, pero se levanta de un salto cuando piensa en lo que le pudieran hacer a Alberto.

Y, si Alberto muere, seré yo la responsable de su muerte, no podré vivir con una muerte a mis espaldas, entonces los miedos y las dudas parecían querer devorarme, y una vez en sus manos el documento seguro que vendrán a por mí; excitada  volví a releer de nuevo el documento, allí además de Mendoza y de Gutiérrez  había otros apellidos que me quedaron helada.

Me encontraba tan confusa que no  supe cuando entró mi jefe en su despacho, cuando mire se encontraba hablando por teléfono, parecía estar muy excitado con su interlocutor, poco después vi cómo al asomarse a mi despacho para preguntarme una memez, miraba con sigilo los papeles que tenía en mi mesa.

En esos momentos decido hacer algo, y se me ocurre coger todos aquellos documentos para  fotocopiarlos, y entonces decidida me dirijo al departamento de registros y archivos, pido a unas de mis compañeras que me permitan hacer unas fotocopias, aludiendo que la de nuestro departamento estaban reparándola.

Aquella fotocopiadora que tenían mis compañeras era casi arcaica, a veces no imprimía bien, pero a ellos les hacía su servicio, entonces recé para que funcionara.

Con los documentos ya fotocopiados me dirijo al baño, y cuando cruzo el pasillo, algo detuvo mi excitación, una voz dijo tras de mí, hace días que no la veo, entonces lo mire cómo si fuera mi única tabla de salvación ¿Te importaría hacerme un favor? “cómo no” –me dijo emocionado—ya que yo sabía qué hacía tiempo me tiraba los tejos sin resultado alguno por mí parte--- lo que me pidas me dijo, ¿Podrías salir en un momento a entregar este sobre al notario de aquí al lado, sólo lo tienes que entregar, son documentos de la oficina, me gustaría que lo hicieras ahora mismo.

 Sí dijo risueño en diez minutos lo tiene el notario.

Poco después y en el baño, puse otra fotocopia de los documentos dentro de mis medias, antes de salir de mi trabajo, me dirijo al conserje, lo entregaste, sí por supuesto, puede mandarme lo que quiera, siempre que esté en horario de trabajo.

Vi algo en él y, entonces me atreví a decirle, con acento desenfadado, pues desde este momento te auguro que desde ahora vas a tener más trabajo conmigo, porque en el caso de que notaras que no acudo a trabajar durante tres días, te pido que no digas nada a nadie  solo acude a la policía, para decirles que es posible que me hayan raptado.

 Y los dos rieron la ocurrencia.

Poco después a la vuelta de una esquina me esperaban los secuestradores que me introducen en un todo terreno negro tintado, de nuevo me ponen el antifaz. A mi llegada a la nave y al quitarme el antifaz, noté algo raro, mis sospechas se desbocaron y grite con todas mis fuerzas, ”dónde está Alberto”, mientras tanto el tal Mendoza salía de una puerta minúscula mirándose las uñas despreciativamente. Traes lo mío, entonces me subo la falda y tiro de los documentos que se habían enganchado a propósito en el encaje de la braguita, los dos hombres que le escoltaban ante mi ademan sacaron sus pistolas.

Una vez de que Mendoza ojeara los documentos, sin resistencia desataron a Alberto, no pude ver más porque  de nuevo me vi con el antifaz puesto, después de un trecho que para mí fue agónico, nos apearon a los dos del coche, nos quitaron el antifaz, y desaparecieron, no sin antes amenazarnos de que estábamos vigilados, cualquier movimiento en falso, sería nuestra muerte.

Miramos a nuestro alrededor y, no sabíamos dónde nos encontrábamos, el paraje era desolador, el ruido de una camioneta desvencijada nos atronó con su ruido infernal, la paramos y le pedimos que nos llevara a una carretera más transitada  que nos llevara a Madrid, el hombre accedió para poco después  nos quedó  tirados en una carretera rural, y de nuevo nos encontramos perdidos, anduvimos  una, tal vez dos horas sin rumbo, mientras informaba a Alberto de lo que había tenido que hacer para que lo liberaran, no pude contarle nada más, pues sólo pensaba en la  situación tan comprometida  en la que me habían metido esos delincuentes.

Poco después de narrarle  mi relato Y de lo que había tenido que hacer aún a pesar de poner en peligro mi trabajo, Alberto no me consoló, apartó su mirada de mí, de pronto, cambió de actitud y,  cómo sui un resorte le empujara  con enorme violencia, me dijo, tenemos que huir, yo lo miré desconcertada, pero el tampoco percibió que en mi mirada se reflejaba escepticismo, pero Alberto siguió haciendo planes como si todo fuera un juego.

Por ahora  no se me ocurre el lugar exacto a donde ir, pero sí tiene que ser fuera de España. Me sorprendió que tuviera tanta agilidad mental haciendo con este gesto que aumentara mi inquietud, esa inquietud que no me había abandonado desde que firmé aquellos documentos que según mi jefe, cuando me hizo firmarlos sólo era un mero trámite burocrático.

Y seguí pensando en todo lo que me había acaecido en tan sólo unas horas, yo no sé cómo pude tener esa percepción en  esos momentos en que me encontraba usurpando aquellos documentos, y cómo tuve la valentía de ordenar al conserje que lo depositara ante un notario.

Más tarde, me hice la encontradiza con el conserje, que ajeno a lo que me pasaba charló unos minutos conmigo, alguien pronunció su nombre en esos momentos, el salió afuera del mostrador para atenderle, entonces sibilinamente aproveché ese descuido y  metí un lápiz electrónico en el cajón donde cada día pude  observar que metía  su bocadillo del desayuno.

Entonces vi el momento propicio para despedirme con un hasta luego. Ya parecía sentirme  un poco más tranquila si es que se puede estar después de haber hecho semejante fechoría, pero mi inquietud por momentos se convirtió en zozobra, ¿y si llegara en el caso que el conserje extraviara él pendray?, no podría justificar mi inocencia en ningún juzgado, yo sería culpable de todo,

Observo a Alberto y me sorprende de que a cada minuto que pasaba lo veía más tranquilo, de repente  me abrazó por la cintura y, así muy juntos seguimos caminando, una pareja de la guardia civil pasa a nuestro lado, nos preguntan, si necesitamos sus servicios, Alberto ante su presencia pareció contrariado, yo le conté la historia de lo acontecido, poco después un coche   de la benemérita nos lleva a casa.

Al día siguiente, y después de hacer mi declaración de los hechos en la comisaría y, en régimen confidencial, por ser uno de los casos que hasta no ser aclarados no se pueden divulgar siendo secreto de sumario.

Entramos en una de las oficinas, allí  nos dieron un pasaje de avión para Marsella por tiempo aún por determinar, sólo teníamos que pasar desapercibidos.  Yo me encontraba estupefacta, me están premiando por haber sido por unas horas una delincuente. Pero al parecer todo era correcto, yo no pude disimular mí alegría,  estábamos a salvo de esos delincuentes, en Marsella, no nos encontrarían.

Una noche después de una velada inolvidable con Alberto, recibo una llamada de la policía, ya hemos desmantelado el entramado de los cuadros, los hemos cogidos a todos, bueno menos a uno, pero aún no sabe que lo tenemos vigilado.

Alberto acude a la llamada del teléfono, parecía nervioso.

¿Cariño sucede algo que yo deba saber?

Yo me quedo helada, a Alberto le había cambiado la voz.

Qué, me dijo zalamero, dime ¿Quién te ha llamado?

Antes de responder, un coche de atestado acercándose a nosotros, me saludan con respeto mientras  se llevaban esposado a Alberto.

No fui capaz de obsequiarlo ni siquiera con una mirada de desprecio, pues tan sólo sentía una gran consternación.

¿Tuvo algo que ver que aquellos días nevara copiosamente en Madrid?

 




miércoles, 15 de mayo de 2024

Cuando despierta la bestia

El hombre miraba hacia donde se encontraba aquel extraño ejército de huesos vivientes, con un gesto les hace mirar hacia otro lado de la montaña, donde se encontraba un olivo centenario con ramas secas el cual conservaba  milagrosamente  la fruta  en perfecto estado esperando ser recogida. De pronto Anna siente un tremendo temblor en su cuerpo cuando las ramas de aquel olivo intentan abrazarla. El instinto de conservación le hace correr montaña abajo, el descenso  hizo acelerar aún más su loca carrera, que al ser accidentado el camino no nota que sus pies van tropezando constantemente con objetos resbaladizos y punzantes.

Cuando se encontraba cerca de la vereda que conducía a la carretera, ante ella aparece el dueño de una almazara, a la cual su empresa compraba el aceite, el hombre estaba harapiento, desnutrido, Anna se regocija, pues creyó que era su salvación.

El hombre se acerca con un vaso de aceite, la invita a beber, Anna da un paso atrás, aquel hombre que siempre creyó era pacífico la taladraba con su mirada tan profunda que parecía perdida, tras ella otra voz le dice con tono imperativo “bebe”, y el vaso de Anna se quedó a la altura de su boca sin que ella bebiera ni una sola gota.

Anna entonces comprendió que, para llegar a ser ejecutivo en una importante empresa, no era ético adulterar los productos, sólo para obtener “medallas”.

Aquellos huesos se encontraban cerca de ella, empezando a danzar a su alrededor Anna no podía creer que fuera verdad lo que estaba viviendo.

Y seguidamente apareció de nuevo aquel olivo centenario, que al acercarse la estrangula con sus secas y débiles ramas, mientras mascullaba; nadie puede adulterar los frutos del olivo, porque es tan sagrado que es destinado para ser derramado, como bendición a los cadáveres.

Anna en su agonía quiso pedir perdón por su deplorable acción, pero ni el viejo olivo, ni los huesos de las personas que bebieron el aceite adulterada, no  parecían tener compasión de ella.

Poco después se presenta una furgoneta desprendiendo un olor intenso a aceite rancia, que traslada su cuerpo hacia un cementerio nada usual, pues fue llevada a una vieja almazara abandonada, su cuerpo fue puesto bajo la piedra cilíndrica de la molienda que se encontraba mugrienta por estar en desuso, y que parecía estar preparada  para que su cuerpo fuera triturado.

La misma noche que Anna desapareció como ser viviente, una legión de huesos entró en su apartamento, demoliendo todo cuanto allí se encontraba, sin omitir las obras de arte que se encontraban manchadas por la avaricia de una joven ambiciosa.

Mientras las vecinas murmuraban tras la mirilla de las puertas cómo un ir y venir de gentes extrañas sacaban objetos. Una de las vecinas comentó a otra  al día siguiente que cuando subía en el ascensor el portero les comentó.

  Anoche en el  tercero, hubo mucho movimiento, creo que  la joven estirada que vive en ese rellano cambió de nuevo  la decoración de la casa.

 FIN




viernes, 10 de mayo de 2024

Cuando despierta la bestia 3º parte


Después de un largo trecho  caminando a ciegas, empezaba a clarear el día, fue cuando vio que se encontraban en la falda de una montaña, dónde en desigual simetría había unos escalones que en su cansina ascendencia parecían ser interminables; cuando llevaban escalado unos cien peldaños, Anna se siente desfallecer, su ritmo cardiaco se encontraba demasiado acelerado, separa unos segundos para aspirar aire, cuando de pronto se empezó a oír el chillido escalofriante de hienas, que parecían salir de cada uno de aquellos peldaños, haciendo que la continuación de aquel ascenso fuera más insoportable.

Mira a su alrededor intentando amortiguar el miedo que sentía, cuando descubre ante ella algo indescriptible, toda la montaña se encontraba salpicada de cerezos con el fruto maduro que desprendía un intenso color rojo, dando la sensación que la montaña se encontraba salpicada con gotas de sangre. Espantada, quiere pensar que todo es producto del agotamiento. Mira el suelo, aquella vereda por donde habían subido  se encontraba cubierta de huesos fósiles, fue cuando supo de donde venía aquel ruido extraño, que oyó bajo sus pies mientras caminaba, ahora lo sabía, era el extraño crepitar de huesos, entonces vio horrorizada cómo el suelo de la vereda era un osario.

Esos huesos que en su caminar iba pisando empezaron a cobrar vida, se intranquiliza, debía estar soñando ¿podía acaso, hipotéticamente hablando, que fuera posible que estuvieran resucitando criaturas muertas?

La tierra parecía temblar bajo sus pies, mientras seguía implacable el ruido del crujir de huesos. Entonces y, ante sus ojos estos seres se disponían con total normalidad  a ensamblarse, eran huesos que ante ella se mostraban jugosos mientras se iban configurando transformándose en la estructura de unos seres humanos extraños. ¿Acaso todos los componentes de esa extraña excursión estaban viendo lo mismo que ella? Se queda por unos momentos pensativa, porque al mirarlos pudo ver por su expresión que no parecían darle importancia a lo que a ella le estaba causando pavor.

Poco después pudo oír pasos que parecían seguir tras los suyos, mira hacia atrás desconfiada y, estos seres estaban allí, junto a ella, se encontraban alineados cómo un ejército disciplinado que se dirige al campo de batalla. Anna se pasa la mano por la frente que se encontraba empapada en un sudor frío, casi cadavérico, entonces supo que se encontraba perdida.

Un ruido inesperado le hace creer que había entrado en el infierno, un enjambre de insectos, negros, brillantes, de procedencia desconocida se acercaban escandalosamente hacia ellos, y encontrándose a punto de entablar una batalla imposible de poder ganar contra aquellos seres volátiles al ser numerosos; pero de momento todo cambió cuando miró hacia la dirección por donde desaparecen de repente los insectos, y fue cuando pudo ver cómo en la cima de la montaña había un hombre alto, vestido con túnica de color granate; sus ojos eran cómo dos azabache que nadaban en un cuenco de sangre. 

El efecto que este hombre causó en Anna casi le hace desvanecer, cuando minutos después coronan la cima, ve que aquel hombre se hallaba sentado en una piedra redonda que giraba con parsimonia aplastando el fruto del olivo. El ruido que hacía el jugo de la aceituna al caer en uno de los contenedores subterráneos, era tan escalofriante cómo aquel desolado lugar.

El hombre ante sus invitados parecía sentirse contento cuando  dirige la mirada hacia los recién llegados, un criado se acerca al ver la señal que aquel hombre hacía con su mano, que ordena acercarse, el criado porta una bandeja con pequeñas tazas que contenían una pequeña porción de aceite, les invita a beber, el color  del aceite era verdoso la  textura era  espesa, el sabor áspero y amargo, pero, Anna se asusta, aquel caldo no tenía el clásico olor a la aceituna recién exprimida, era otro olor, raro, pero no difícil de  identificar. Ante esta revelación, Anna siente que el mundo se hunde a sus pies, aquel aceite olía  a sangre.
SEGUIRÁ


lunes, 6 de mayo de 2024

Cuando despierta la bestia 2º Parte


Poco después el encuentro se produjo en una pequeña placita solitaria de la periferia, allí en un todoterreno la esperaba un hombre que parecía poco locuaz.

Después de montar en el vehículo, empezó a sentirse incómoda, arrepentida de haber tomado aquella precipitada decisión.

Habían rodado unos cuantos kilómetros, alejándose cada vez más de la población cuando el cielo empezó a cubrirse, unas terribles nubes grises se apoderaron del cielo construyendo un techo oscuro y amenazante. Anna se atreve a preguntar ¿estamos llegando? pero el hombre no parece haber oído la pregunta, sólo la mira mientras se encajaba los auriculares en las orejas.

Anna ya no se siente segura, deseaba salir cuanto antes de aquel coche que parecía asfixiarla, el chofer no le hacía recordar de quien se podía tratar. En un viraje brusco se desvían hacia un camino terroso, a unos kilómetros, y después de un insufrible traqueteo, pudo divisar un llano donde un helicóptero parecía esperarlos. A pie del aparato, tres personas la saludan, suben todos al helicóptero, este se pone en marcha.

Cuando la tarde empezaba a declinar, Anna se pone  alerta por si podía captar algo entre sus acompañantes, pues necesitaba sólo un gesto, tal vez una sonrisa que le pudiera dar una pista a su desorientación, pero  no percibió nada, aquella gente parecía hipnotizada, y ella había perdido la noción del tiempo. Poco después se dio cuenta de que no había probado bocado desde que salió de su apartamento.

Aquel cielo, al carecer de luna hizo que la noche fuera presa de una oscuridad tenebrosa, los relámpagos que  parecían venir de una lejana montaña se hicieron cómplices de su desasosiego, pues resplandecían cegando a los ocupantes del aparato.

Ya llevaban dos horas navegando por el centro de las más altas oscuridades cuando el piloto por primera vez vuelve la vista hacia ella, sus miradas se cruzaron, la mirada del hombre a Anna le causo una impresión escalofriante, aun así, se atrevió a preguntar ¿Dónde nos encontrábamos? El silencio fue la respuesta. De repente empezaron a descender para poco después aterrizar en un llano sembrado de maíz, descienden los ocupantes, todos en silencio mientras el helicóptero levanta el vuelo para minutos después desaparecer en el horizonte.

Anna se encuentra desolada cuando ante aquella situación recapacita y cree saber, pero demasiado tarde el motivo por el cual, ha sido invitada a aquella cata.

¿Qué motivos oscuros la indujeron a aceptar?

¿Era acaso una llamada urgente de su conciencia, que le pedía dejar de comercializar, con la salud de los consumidores?

Cuando Anna mira a su alrededor, se encontraban en medio del campo bajo un techo enorme   de nubes amenazantes, alguien en esos momentos con voz seca, ordena a los que viajaron en el helicóptero que recojan del suelo cada uno de ellos una mochila, que se hallaban alineadas en el suelo. Todos obedientes se la ponen a la espalda, Anna sigue sin comprender de que va todo aquello que le estaba resultando ser una broma pesada, aún no había logrado que ninguno de los “invitados” abriera la boca para decir algo, aunque fuera una incongruencia, pues necesitaba saber cuál de ellos tenía acento gallego.

Alguien ordena que comiencen a caminar, entonces algo extraño se produce en el ambiente, pues todos comenzaron a andar dóciles como autómatas, adentrándose por una estrecha senda flanqueada por arbustos punzantes, era tal la oscuridad reinante, que en su caminar sólo podía distinguir las siluetas difuminadas de sus compañeros de viaje.



martes, 23 de abril de 2024

Cuando resucita la Bestia


CUANDO DESPIERTA LA BESTIA

 

 

 

 

Aquella noche Anna llega más tarde de lo que le era habitual a su casa se encontraba cansada, mal humorada, el trabajo realizado aquel día no había sido todo lo fructífero que ella había deseado.

Una vez en su apartamento, cierra la puerta con el pie, seguidamente, y va directa hacia el botón del contestador cuya luz roja tintineaba con insistencia, lo mira con desgana, aquel día no le interesaba para nada los recados que aquellas llamadas gravadas podían contarle.

Mientras tanto se adentra por el pasillo camino de la alcoba para cambiarse de ropa y escucha sin interés algunas de aquellas llamadas, que casi siempre eran de las mismas personas, las cuales no le decían nada importante.

Apoyada en la pared se quitaba los zapatos. Una voz hartamente conocida para ella, le decía en tono gangoso, Anna soy Pedro ¿Cuándo puedo verte? Es urgente, clic.

Se desabrocha los botones de la blusa, se baja la cremallera de la falda, mientras, indolente  la deja caer quedándosele suspendida entre las piernas, una falda que se mostraba tan arrugada cómo en esos momentos se encontraba su alma.

De repente una voz nueva para ella le hace parar en seco, entonces escucha con atención el contestador, estaba siendo invitada por una persona que no reconocía; se acerca al contestador, al creer recordar vagamente ese acento, después de hacer un recordatorio de los días pasados, piensa que podía ser un chico gallego que le presentaron en un evento cultural. Sorprendida ese chico le estaba invitando a una cata de aceite. Después de escuchar, más de dos veces el mensaje, Anna se queda por unos momentos pensativa, al no entender el motivo de su invitación cuando solo mantuvieron entre los dos una fugaz conversación, algo que no le daba licencia para llamar a su casa ¿Quién le había dado su teléfono?

Poco después, y cuando se disponía a cenar, decide aceptar la invitación, pues necesitaba desconectar del agobiante ambiente del trabajo en el cual se encontraba atrapada. Aquella invitación podía ser su salvación, aunque fuera solo por un fin de semana.

Descuelga el teléfono, sigue las instrucciones de aquella voz metálica que salía de la centralita, que sin hacer preguntas le da el número desde donde le habían hecho la llamada, marca el número, enseguida se pone en contacto con el autor de la llamada. Después de mantener una insulsa conversación al ser dos desconocidos, quedan para el sábado de la próxima semana, la hora, 9,30 de la mañana.

Anna no supo de donde pudo sacar en esos momentos esa mística que siempre creyó que sólo la podían padecer los tontos desocupados cuando se sienten acogidos por un grupo que creyó podían superar sus expectativas de ocio. Pero a pesar de su euforia desmedida, seguía sin entender el porqué de su aceptación, pues sólo sabía sobre el aceite hacer un buen márquetin para que el producto se vendiera mejor, y también que el aceite sale de la aceituna, ante esta reflexión, Anna empezó a reír cómo hacía tiempo no hacía.

Siempre supo que lo suyo era el asfalto, las luces de neón los restaurantes caros, pues tenía que demostrar que pertenecía a la llamada élite de gerentes de empresas que deciden cómo vender los productos para que su empresa tenga mayor rentabilidad.

Cuando llegó el día señalado, le invadió la incertidumbre, no se sentía segura de querer acudir a aquella cita que denominó “a ciegas”, pues curiosamente no recordaba ni el aspecto ni tan siquiera el rostro de aquel individuo.

Aquella mañana el amanecer ya había presagiado un día espléndido, el sol parecía querer lucir sus rayos dorados  con más atrevimiento que nunca, pues su luminosidad parecía clavarse con ardiente ahínco en sus brazos mientras caminaba hacia la cita. No supo el motivo por el cual se sentía pletórica, con una sensación placentera que le dio la impresión de estar metida en cada poro de su piel, haciéndole vivir una rara y explosiva euforia desconocida hasta ese momento para ella.


SEGUIRÁ