Una vez en soledad, Anna comenzó
a repasar mentalmente todo el contenido
del apartamento, pero no se le había ocurrido mirar, sólo pensó en el mal gusto
que tenía su amiga, entonces el corazón le dio un vuelco, cuando recordó aquellos horrendos collares jaguayanos que se
encontraban colgados en el perchero, aquellos collares no le parecieron que
fueran flexibles como era lo lógico que lo fueran, su base era la de un
cilindro rígido, ante este pensamiento tembló como si en esos momentos
estuviera recibiendo una descarga eléctrica.
Había sido engañada, había
servido de señuelo, y ahora se encontraba prisionera.
De pronto, una voz le hace volver
a la realidad, Anna ¿me oyes? Anna se encontraba en esos momentos buscando
afanosamente la forma de poder salir de allí; pero aquella habitación parecía
hermética, mientras la voz de su amiga
seguía insistiendo, busca, tiene que haber algo para que podamos salir de aquí,
algún resorte, piensa debe haber alguna
cosa en alguna parte, yo, me encuentro
encerrada en un lugar que parece un zulo, sácame de aquí y las dos una vez
fuera de estos zulos ya se nos ocurrirá algo para salir a la calle.
¿Pero qué quieres que haga si yo
también estoy encerrada? Si logramos salir de esta, te explicaré lo que nos
está pasando. Anna recuerda que antes de que la señora le hiciera entrar en
aquella galería particular recordó que donde se encontraba parecía una copia en
miniatura de donde se encontraban los
cuadros, entonces comenzó a palpar las paredes buscando algún resorte que
pudiera encontrarse oculto para pulsarlo, con todas sus fuerzas empujó las cuatro
paredes, pero nada se movía desesperada, da una patada en el suelo al mismo
tiempo que la voz de su amiga casi desvanecida pedía ayuda, Anna cree estar
mareada, pues sintió cómo el suelo comenzó a girar bajo sus pies, cuando
reacciona, se ve en otra habitación donde se encontraban su amiga, la señora y
los dos gorilas que la escoltaron desde el apartamento.
Su amiga, se acerca a ella
sonriendo; gracias, nos has servido de mucha ayuda, ya sabemos cuál es el cuadro que es falso, no sabes lo que he tenido que hacer
para que aceptaras vivir en mi
apartamento y lo que hemos tenido que inventar cuando comenzamos a recorrer las
galerías de arte para que no te aceptaran en ninguna de ellas como analista,
por supuesto también hablamos con los marchantes a quienes les contamos que no eras de fiar. Al principio
nos pareció difícil poder conseguirlo, porque tu no cejabas en seguir buscando
y a nosotras se nos estaban acabando la, inventiva; pero sabes, te necesitábamos
para que nos dijeras cuál de los cuadros
de nuestra colección era el falso.
Ahora sólo nos queda que nos
hagas un último favor, Anna espera mientras sospecha que le iban a encargar
algo turbio, después de un silencio habló su amiga: tienes que llevar este
cuadro falso a esta dirección, Anna extiende la mano para coger el pequeño papel
que le entregaba su amiga, que Anna no se molesta en leer. Cuando llegues a
esta dirección haces la entrega, y a cambio tú recibirás otro cilindro que nos entregarás inmediatamente,
pues te estaremos esperando dos manzanas más abajo, desde el momento que lo
tengamos en nuestro poder, considérate libre de ir a donde quieras, por
supuesto después de este trabajito que nos has hecho ningún galerista confiará
en ti pues pusimos en tu currículo que eras más que pésima en tu trabajo, te
aconsejo que busques en otra ciudad y procura que sea lo más lejos de Nueva
York.
Poco después llega a la
dirección escrita en aquel papel, se
trataba de un hangar que hacía la función de almacén de muebles. Pregunta por
Arthur, ante ella se presenta un hombre bien parecido, Anna le hace entrega del
cilindro, en unos segundos aparecen tres policías que obstruyen la puerta de
salida, uno de los policías invita a Anna
a subir al coche de patrulla.
Cuando Anna llega a la comisaría
es requerida por el inspector de guardia para que acuda a su despacho. Gracias
Anna has hecho un excelente trabajo, ya están a buen recaudo todos los cuadros que
se encontraban en aquella bella casa adosada, pues la mayoría de ellos habían
sido sustraídos de los sótanos del New Museum.
En esos momentos entra uno de los
comisarios en el despacho dónde se encontraba Anna, que dirigiéndose a ella le
dice ¿Qué tal ha ido el proceso? La verdad comisario, creo que ha sido todo muy
fácil, en mi opinión en demasía, creo
que todo lo facilitó al
subestimarme tan a la ligera mi amiga la azafata y, sobre todo al creer que era una “panolis”, eso hizo
despertar una confianza ciega en mí.
El comisario le dice, ¿Traes lo
que esperábamos? Sí, todo está dispuesto como se acordó. Entonces hemos
terminado con esta operación, nos vemos
la semana que viene en París; bien, de acuerdo—dijo Anna.
En esos momentos una furgoneta blindada con
matrícula falsa salía del garaje de la comisaría.
Poco después Anna se montaba en
un Mustang metalizado de alta gama con dirección a un aeropuerto privado, con
esta operación se había consumado uno de los mayores robos de obras de arte.
Anna experta en arte y, policía
al servicio del espionaje neoyorkino, se había hecho ella misma desaparecer en un accidente
provocado, al respecto hubo algunas conjeturas mal intencionadas de las que salió
huyendo porque ella podía haber sido la artífice de aquella trama que tuvo una repercusión
extraordinaria en los ámbitos de la cultura.
Tardando unos días en encontrar
el Mustang de Anna en un barranco a la salida de Nueva York de inaccesible rescate.
Mientras tanto seguía la búsqueda y paradero
de aquel robo de importantes cuadros de
distintos autores. El servicio de rescate del aire encontró en el fondo del
barranco un cadáver calcinado, no se
pudo averiguar si era hombre o mujer por encontrarse el cadáver en muy mal estado.
Después de la repercusión que
tuvo el robo de los cuadros, a la policía científica se le planteó cómo
resolver este enigma, pues minutos después de que Anna saliera de la comisaría,
los dos comisarios que habían llevado
esa investigación con Anna aparecieron muertos mientras fumaban un cigarrillo.
Los comentarios que circularon
eran que habían sido envenenados, pues en los dos cadáveres se podía apreciar,
en la comisura de sus bocas, que había una cantidad de saliva blanquecina que sin
duda era a consecuencia de haber tocado directamente con la boca los dos
comisarios el mismo veneno.
Un misterio que tenía indicios de
no poder ser resuelto, por hallarse muertos los dos comisarios encargados de la misma
investigación y, coincidiendo con el accidente de tráfico donde se suponía que
ese cadáver calcinado era de la tercera policía que llevaba el trabajo de campo.
Con estos datos iba a ser muy
difícil para la investigación resolver este enigma.
Días después, Anna desde la
Riviera francesa lee con escepticismo en un periódico Neoyorkino que le había
sido concedida una condecoración póstuma por sus servicios prestados.
Anna dobla el periódico, y pide
al camarero del hotel un Daikiri, cuando se lo sirve le lleva un teléfono,
señora, tiene una llamada de Nueva York.
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