¿Estaría soñando?
Horas después, al recordar lo que
creyó podía haberle sucedido, se encontró en su casa cacereña, en un impulso se
dirige a la cocina, necesitaba beber algo fresco que le calmara la sed, y entonces atónita siente cómo bajo sus pies
parecía haber una capa de arena que crepitaba
a cada paso que daba.
Inmediatamente se dirigió a la
alcoba, abrió armarios, buscó en los cajones de la cómoda, pero al no saber qué
era lo que buscaba no encontró nada, excitada por ignorar de dónde le venía esa
zozobra que de repente la dominó, baja al sótano donde Tifi solía pasar parte
de sus ratos de ocio en hacer trabajos manuales, en barro, nunca solía bajar
para no interrumpirlo, pero aquel día y al encontrarse ausente, bajó, rebusco
como una posesa en todos los cajones donde supuso podía encontrar algo que
implicara a su esposo.
¿Pero se había vuelto loca?
Sube las escaleras, avergonzada
de haber dudado de su esposo.
Se sienta en su sillón de
costumbre, entonces sus ojos se abrieron desorbitados, ante ella se encontraba
la cortina, la que siempre estuvo allí, y que llevó su esposo después de uno de sus
viajes, insinuándole que con aquella pieza de tela azul podía hacer unas
cortinas para el salón, pues era su color preferido.
Anna así lo hizo, pero ahora, no
sabía que pensar, aquella cortina había presenciado toda su vida, sin saber que
en realidad que lo que tenía ante ella era lo que había sido la vida de Tifi, que ella, por su ignorancia no
supo interpretar.
Entonces recuerda, que no
visitaron ninguna de las numerosas catedrales de adobe que proliferaban en
aquella ciudad, por lo tanto, tampoco
visitaron la iglesia donde se encontraban los 333 Santos…
Ahora recuerda el por qué nada
más conocerlo le llamó Tifi , el motivo
era muy sencillo, porque su nombre verdadero era muy difícil de pronunciar y extraño para pasar
desapercibido tratándose de una capital de provincias.


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