De
pronto una voz me sobresaltó ¿Le apetecería ver la torre por dentro?
Me quedé mirándola, no podía creer que
estuviera invitándome a visitar una de las estancias de su casa, pero, no
obstante, yo la seguí y, me vi subiendo junto a ella las escalinatas que
conducen hacia el piso principal, a su
lado me sentía conmocionada, mientras tanto ella daba vueltas a una sortija que
llevaba en su dedo corazón, parecía indecisa sobre algo que intentaba querer
preguntarme, yo la miraba porque no encontraba palabras para agradecerle su
gesto, entonces ella rompiendo mi mutismo me comunicó que el palacio constaba
de seis patios, todos ellos rodeados con las características columnas de las
casa griegas helenísticas y de la época
greco-romana.
Las
sombras de la noche comenzaron a apoderarse de las callejuelas que parecían
túneles tenebrosos donde no hay luz que ilumine el final.
Entonces
la señora –dijo-si te parece bien vamos a entrar en la torre que tanto veo que
te ha llamado la atención, esta torre es
llamada del Homenaje (bueno creo que sabes el porqué de esa distinción) esta
torre alberga una especial capilla que muchos cacereños ignoran su existencia por hallarse en una propiedad
que aún se encuentra habitada.
Una
vez dentro de la capilla, me pareció pequeña y evocadora, no pude expresar lo
que mi corazón sintió, entonces miré hacia el techo, y descubrí que su cubierta
era una atractiva bóveda de crucería.
Poco
después y con la emoción a cuestas, me encontré de nuevo en la calle, no sin
antes despedirme de esta señora con agradecimiento, pero, al llegar al portal y
antes de que me diera cuenta la señora había desaparecido de mi vista, entonces
supe que existe un espacio de tiempo en la vida en el que un instante se puede convertir en algo
mágico, en algo que puede ser muy especial.
La
luna comenzó a iluminar con rayos punzantes a aquel recinto mágico, haciendo
con su fulgor que la vida se detuviera,
los animales diurnos, empezaron a
aparecer haciéndose los dueños de la noche magnificando las sombras
distorsionando los volúmenes, impregnando en esa tarea a la ciudad en un halo
de misterio que hace que nuestras pupilas se dilaten y nuestros sentidos se agudicen.
Entonces
supe y sin lugar a dudas de que estas casonas fortalezas, guardaban dentro de
su seno joyas de incalculable valor
arquitectónico, sin olvidar que en sus entrañas reposan las aguas
oscuras y tranquilas de los Aljibes que alimentaban con sus aguas a sus
moradores.
Pero
y las fachadas… mi ojos se agrandaron, este nuevo descubrimiento hizo que se
produjera en mi cabeza un terrible estallido que llegó a conmocionarme, las
fachadas de los palacios eran diferentes a cómo yo las había conocido, pues ante mis ojos lucían colores que jamás creí existieran en esta ciudad, mi mirada parecía
enloquecer al contemplar semejante cromatismo, ante mi cada fachada lucía
un color diferente, en unos destacaban el color ocre, mientras otros que encontrándose en la misma calle su fachada brillaba
con blancura nívea, otras lucían el color albero.
No salía de mí asombro, mi mente
necesitaba descansar, poco después entro
en uno de los zaguanes y para mi sorpresa, descubro, que en la pared había un
escudo policromado con las armas del dueño de la casa.
Salgo
conmocionada, necesitaba saber si los demás palacios también tenían su propio
escudo esculpido en un maravilloso policromado.
¿En
qué siglo me encontraba?
Me
toco los brazos, estoy viva.
¿Dónde
se encontraba esa piedra palpitante y envejecida que me hacía soñar?
Pero
una voz del pasado me dijo, debes pensar que en la época en la que viviste tu
niñez, estos palacios ya no se necesitan
cal para desinfectar las fachadas de las epidemias aquello ya pasó.
¿Acaso es que la piedra es mucho más elegante que la cal?
De nuevo comenzaron a sonar las campanas, yo
aturdida ante tantas ensoñaciones deambulé
por una de las muchas y estrellas callejuelas entre escudos nobiliarios
y torreones hechos migas aún sin
recuperarse de la herida de haber sido desmochados.
Me
sentía azorada, por donde pasaba en esos momentos, allí mismo, se habían compartido tantas aventuras y
desdichas que no se podían decir que hubieran sido resueltas, pues entre
esos muros de piedra gris que oprimen
las estrechas calles, se siguen notando en su palpitación aquellos conflictos que vivieron sus vecinos. Que sin dudas fueron descabellados, pero ellos quisieron que aún siguieran patente en la añoranza de aquel
que se encuentra atrapado por el encantamiento, y desea saborearlo.
El
ruido de hierro, me sobresaltan, pues con el vertiginoso giro de sus ruedas
parecían limar los cantos del pavimento, mire para guarecerme en algún portal,
entonces mi vista se topó con un carromato entoldado y dos hombres forzudos en
el pescante, uno de ellos con la fusta pegaba sin piedad a los caballos que subían la cuesta sin
resuello, una voz creí oír que salió de debajo del entoldado, gritó, muerte a
los judíos, cuando se alejaron seguían gritando como posesos.
De
repente tengo una visión que me hace temblar, me miro y no me reconozco, mis
ropajes pertenecen a otra época que no es la mía, una señora vestida de negro se pega a mi espalda, parecía querer custodiarme, estoy confusa, creo que me dirijo a la iglesia, pues las campanas
repicaban hasta taladrar mis tímpanos.
¿Acaso
estaba viviendo una realidad?
Al
salir de misa y, en la misma plazoleta de San Mateo, me pareció ver cómo se reunía toda la
nobleza, las damas vestían con ricas vestiduras, los caballeros engalanados con
grandes sombreros de ala ancha, la fachada de la iglesia se encontraba adornada
con grandes colgaduras y escudos
representativos de las grandes familias.
Entonces
en uno de mis escasos descuidos, los nobles se enzarzaron en una refriega
cuerpo a cuerpo donde todos parecían desear derrotar al que creían eran sus enemigos, era
una lucha por la supremacía y el poder
del territorio.
No
tardé en saber el motivo de aquella algarabía, pues no era otra cosa que un
concejo enfrentado a consecuencia de sus banderas nobiliarias que eran las provocadoras de estos graves
altercados.
En
este punto me paro a reflexionar, pues entonces supe que lo que creí estar viviendo me lo contó
la reina Isabel la llamada Católica, una tarde de ensoñación.
Vuelvo
a la realidad y me encuentro sentada en el poyete que remata la fachada de la
Iglesia de Santiago, la más antigua de la ciudad, frente a mí el palacio de
Godoy de grandes dimensiones donde tantos cacereños vinieron al mundo,
mirándolo tan hermoso con su balcón esquinado, tuve un sentimiento de pena,
porque el que vio en su seno nacer vidas, ahora con el mismo desapego con que
en algunas ocasiones se trata a los mayores, al parecer olvidado se está dejando
morir, después de haber sido uno de los inmuebles de extramuros con más
historia.
Por
esta razón y por muchas más quiero rendir mi humilde homenaje a este pasado que
sin lugar a dudas hicieron de Cáceres una ciudad que fue, es, y seguirá siendo.
Una joya de un valor incalculable para la cultura.

