lunes, 1 de octubre de 2018

Vivencias 4º Parte

pero esa es otra historia. Pero sí que he tenido que enfrentarme aún a mí pesar con los nobles residentes en esta ciudad, que por cierto, si no llego a venir se hubieran matados unos y otros, nada, tan solo por poseer más de lo que ya se les ha otorgado, pero yo les he dejado en calzones—dijo con una mueca muy significativa de triunfo—ya no pueden guerrear desde sus torreones, pues he dado orden de que las desmochen desde ahora se tendrán que mirar a la cara cuando quieran luchar; también te diré que acabo de terminar de bordar un pendón que espero luzcáis en ocasiones especiales para que se sepa que estuve aquí  en Cáceres hospedada en este palacio por sus mercedes los Golfines de abajo, desde donde he impuesto mi soberanía.
Era tan amable el tono de sus palabras que creí podía relajarme, entonces más calmada pude apreciar que quizás fuera cierto lo que se decía de su aspecto personal que sin duda era despreocupado  denunciándolo su olor corporal que tenía mucho que desear, entonces pensé en la época, la disculpé, después de todo era una mujer de estado no una muñeca de salón, pues intuí  que podía  ser la reina sin dudas, más poderosa de España.
Me siento mareada, no sé cómo pude bajar las escalinatas del palacio tapadas con una alfombra hecha para la ocasión, cuando llego al patio de ese estilo mitad romano llamado   peristilo, traspaso la puerta enrejada que da al zaguán, cuando una voz autoritaria hizo que me parara en seco, era la Reina Isabel de Castilla y de Aragón por su matrimonio con Fernando que en esos momentos decía, haz saber a todos los cacereños que no olviden,  que yo,  Isabel llamada La Católica, estuve aquí para sembrar la paz entre los nobles.
Una vez en la calle, sin saber qué hacer, me paro a contemplar la fachada de aquel palacio, confusa, bajo la cabeza, para inmediatamente mirar de nuevo la fachada, era la misma de siempre, pero…
 ¿En qué siglo me encontraba viviendo? Me froto los ojos, no
Miro de nuevo hacia arriba y sonrío, la verdad es que es uno de estaba soñando.los palacios  más bonitos de la cuidad, entonces posé mis ojos en la torre cuadrada que da  justo a  la esquina de la cuesta del Marques, que conserva  un enorme matacán que se encuentra sujeto por tres ménsulas, sigo sin saber qué me estaba pasando, allí inmutable se podía apreciar con deleite una de las mejores labores más bellas y pétreas de bolillos que puedan rematar un edificio, en realidad se presenta como  una increíble crestería  de estilo plateresco, que hasta ese momento y,  cuando me encontraba contemplándola  embobada, descubrí que en  sus encajes  se asomaban figuras de fantásticos animales como los que solían hacer los plateros.
Había empezado a anochecer en la plaza había una escasa y claudicante luz que avanzaban lentamente filtrándose por las estrechas calles perfilando con su sombra los palacios de Mayoralgo, y el palacio Episcopal, destacaba entre ellas, unas  sombras delgadísimas que como agujas parecían querer pinchar la cúpula del campanario de la Con-Catedral, no sé cómo, pero de repente me encontré sentada en el poyete que cómo zócalo remata la fachada de la Con- Catedral.
Me fue imposible recordar el tiempo que estuve en esta contemplación, pues no aprecie que un anciano se había sentado a mi lado, en su tez morena destacaban surcos cómo hendiduras, que al ser estas  tan marcadas desfiguraban su cara, parecía de amargura. Alguien pronunció su nombre, Cohen, el anciano se puso a temblar, yo me acerqué para tranquilizarlo, mientras un grupo de inquisidores pasaban junto a nosotros que, al ver que se encontraba  junto a mí el anciano, pasaron de largo.
No entiendo cómo pudo pasar pero de pronto y, sin más  me vi en la Plaza de San Mateos, miro a mi alrededor como si la viera por primera vez, entonces descubro una bella torre de estilo gótico cubierta de hiedra, destacando en ella un impresionante matacán sostenido por nueve ménsulas, me quedo extasiada, adornando esta edificación única en su fachada se encuentran dos ventanas góticas arqueadas y divididas  mediante columnas o pilastrillas.
Un gorjeo, hizo que mirara hacia el muro que se encontraba pegado a la pared de este matacán, entonces descubrí un precioso Pavo Real que con su cola desplegada parecía llamar la atención de su pareja, éste ave se encontraba junto a la Torre que pertenece a la casa de los Sande, familia con linaje.
Tampoco calculé la hora ni el tiempo que pasó desde que salí de mi casa para pasear por esta ciudad, solo sé que ahora mis ojos se posan en el palacio de los Golfines de arriba, en cuya fachada se pueden apreciar dos blasones que nos cuentan que ellos la construyeron, el que se encuentra a nuestra derecha según miramos parece de los borbones, el de la izquierda  de los Golfin, siendo las armas de la casa de Cerda, descendientes de la primogénita Casa Real de Castilla.
Sigo mirando, mi curiosidad me hace osada y mi cabeza comenzó a recordar las clases de historia que se impartían en el colegio, regresando a mi pasado.
Esta casa fue construida  por los Cerda y los García Golfin, primero la concibieron cómo una casa fuerte que luego más tarde se amplió adosando los inmuebles de su alrededor.
La fachada es, digamos y, según mi criterio excesivamente decimonónica con aires pseudoclasista, en la pared no se observa ningún arco que destaque de forma especial, pero a mí siempre me pareció que esta fortaleza guardaba un delicioso sabor medievo, porque si se mira a su alrededor se  pueden ver algunos de los mejores ajimeces, que son ventanas—balcón o mirador cerrado con celosía donde sin ser vistas las damas de la casa podían asomarse, llegando a ser de esta manera, testigos desde la clandestinidad de amores imposibles, que es lo que hace al hombre ser fiero o manso.
Entonces no quise perderme aquel entorno, miro  buscando las cuatro torres que fueron en su inicio las que protegían la fortaleza, pero me llama poderosamente la atención, solo  una, la que se encuentra  en el centro del edificio, llamada del  homenaje, que no todas las  fortalezas suelen tener, fue  especialmente  salvada  de ser desmochada en virtud de una real orden concedida por Fernando el Católico.
Desconocía las horas que llevaba caminando, me encuentro con las piernas cansadas, pues me encontraba en medio de una incipiente oscuridad parada, sin fuerzas para seguir caminando por la calle de los Condes frente al palacio de los Golfines de Arriba, un jaleo de repiques de campanas comenzaron a tocar, parecían disputarse la hora que convocaba a la oración a unos fieles que yo no veía, me palpitaban las sienes con tanta algarabía, que un dolor inmenso parecía taladrar mis oídos.
De pronto vi salir  del palacio de los Golfines  una señora con aspecto de gran dama, a su lado se encontraba un hombre vestido ampulósamente, sus calzas eran de gamuza, herreruelo de raso negro de tafetán acuchillado y capota de gorgorán, desde luego la indumentaria me llamó la atención. Nada más salir a la calle aquel caballero se separó de la señora, yo, noté que la señora  conducía su mirada con interés  hacia donde mi vista se perdía; muy amablemente se dirigió a mí, ¿Tanto  le gusta esta torre? Yo la miré un tanto desconcertada, pues era costumbre en mi el despiste cuando me encontraba contemplando algo que acaparara mi atención, mi cabeza, se encontraba haciendo conjeturas de cómo, habían podido protegerse estos monumentos de las insidias  del tiempo, sería para que  quedara como patrimonio, y testimonio de un  pasado para que pudiera admirarse intacto.

En esos momentos me vi diminuta, necesitaba desaparecer, las pisadas de dos ancianas me hacen despertar de mí ensoñación, ante mis ojos aparecieron con vestimenta  enlutada desde el pañolo a las colondras, parecían dirigirse a la iglesia a su paso quedaron el fragante olor a orines, tras ellas un villano rijoso cejas muy juntas y barba facinerosa las seguía pero sus intenciones fueron fallidas al verme a la puerta de este palacio, en compañía de una ilustre dama.



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