confortable
la estancia, aquella dama era joven,
vestía una túnica bordada en hilos de oro, se encontraba sentada en un balancín,
mientras me hacía gestos muy expresivos y hospitalarios con la mano,
queriéndome decir, entra, ya sé que eres un pozo sin fondo de curiosidad.
Entonces
entro algo cohibida, la dama me hizo una pregunta que no supe contestar al encontrarme aturdida, no obstante mi
intuición creía saber de quien se trataba, pero mi raciocinio no lo admitía.
No
entiendo el por qué se ha resistido a entrar, aunque puede que imponga el saber que estos son mis
aposentos---yo no me atrevía a mirar a pesar de aquel ambiente cálido.
¿Qué
es lo que creías que podías encontrar tras estos muros?
¿Buscabas
algo en concreto?
De
pronto se escucharon plañidos y gimoteos desgarradores que llenaron de ruido el
palacio, la dama, apretó los puños, pero su rostro se encontraba impasible, parecía sufrir mucho escuchando
aquella balumba de lloros, que sin remedio se le clavaban como garfios en su
corazón.
Yo,
solo pude decir quiero saber la verdadera historia.
¿Qué
es para ti la verdadera historia?
Ahora
la dama parecía disfrutar ante mí, pues era en esos momentos uno de sus súbditos que se encontraba ante ella
indeciso.
Aquella
gran dama, por un instante pareció que se desposeía de su grandeza pero, que no
podía disimular que poseía autoridad.
Yo
noté como si estuviera sumida en una porfía que se translucía en su semblante,
pues me dio la impresión que su mente se encontraba inmersa en una pugna de
quien se resiste a fracasar ante una decisión importante.
Los
lloros no cesaban.
Yo
me encontraba, aturdida.
Entonces—dije—en
uno de esos impulsos que me caracterizan.
No
entiendo el por qué tienen que ser expulsados los judíos y los moros si siempre
han formado parte de esta comunidad.
La
gran dama, siguió sin alterar ni un solo
músculo de su cara, y sin apenas moverse me dijo.
¿Acaso
has creído que la historia de un pueblo se escribe con ñoñeces?
Esta
respuesta me pareció de su altura, pues estaba diciendo la verdad.
Poco
después, pareció olvidar el tema de las expulsiones.
La
dama me miraba, parecía esperar que le dijese otro motivo importante que me
hubiera inducido a encontrarme ante ella, yo seguía manteniendo mi boca
cerrada, con mi mutismo, el rostro de la dama parecía dar muestras de
irritación, pero ésta irritación parecía
menor que su intriga. Y mirándome a los ojos –me dijo--entonces tal vez la
razón de tu presencia tenga yo que averiguarlo. No tema, me dijo seguidamente,
es mi forma de distinguirla con mi afecto-- yo seguía en el limbo.
Mientras ella siguió
diciendo, todo el mundo sabe que va para un mes que me encuentro en Cáceres,
bueno aquí en esta ciudad he tenido toda clase de problemas al encontrarnos
cerca de Portugal

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