Aquella mañana al levantar la persiana Anna dijo
entre-dientes, otro día más ¿Y, éste llegará a ser interesante?
Después de la llamada desescalada, se encontraba vacía, tenía
la sensación como si la propia vida le hubiera robado descaradamente algo que era
muy suyo, que es la libertad de movimientos, como la de ir a donde place.
Cierra la ventana con desgana, hacía frío, o ella lo notaba
en su cuerpo como una losa que hubiera estado toda la noche a la intemperie.
En la mesilla de su dormitorio reposa un libro, que solo leyó
unas cuantas páginas, porque cuando comenzó aquella lectura, desistió en seguir
leyendo a pesar de que su autor era un renombrado escritor, sería que se
encontraba cansada, tal vez apática resultado del encierro obligatorio.
¿Habría
perdido el placer de la lectura?
Pues siempre fue una devoradora de libros, por supuesto, algunos fueron fantásticos tanto que después de su lectura te queda en la retina y en la
memoria un recuerdo profundo por el contenido de su narrativa.
Pero en esta ocasión se trataba de un libro de autor
consagrado, de esos que cuando llegan a la cima, escriban lo que escriban es
siempre bien acogido por sus seguidores, porque es asombroso como buscan sin
saber el tema del que va el libro y, cómo se lanzan a la búsqueda por las
librerías de ese último libro de su autor preferido, y que solo por ser quien es, lo
hacen incomparable a cualquier otro autor, pues saben crear un virtuosismo
mágico que a veces es solo humo.
También hay otros no por ello menos ágiles con la pluma que
solo encuentran dificultades a la hora de que le editen sus narrativas.
Todo esto lo pensaba Anna a consecuencia de una desgana extraña por la lectura, quizás fuera por el
confinamiento, tampoco le apetecía escribir, avanzar esa novela que se
encontraba escribiendo y tenía
inconclusa. Tal vez fuera por los eventos que tenía previsto hacer, como el de
hablar con editores catalanes sobre su novela, pero todo se había pospuesto,
cancelado, por el Covid-19-
Pues aquella mañana en que subió la persiana de
la ventana de su alcoba, le pasó algo inenarrable, después de un momento de
contemplación y ver la calle solitaria, desolada, de repente vio la luz, no
precisamente la del sol, era una luz mucho más sutil que le inundó el cuerpo
que le hizo vibrar.
En un impulso se precipita hacia el ordenador, repasa la
novela que tenía inconclusa, y se dio
cuenta que debía contar una historia que tuviera garras, unas garras que
perduraran en la memoria del lector, y decidió que escribiría su propia vida,
una vida que para muchos sería un canto a la vida, pues el espíritu que nace
noble es el que hace que alcemos el vuelo,
y con él, una vez arriba, revele nuestro verdadero destino.
La historia de esta nueva novela comienza así.
Una mañana de otoño cuando el viento sopla sin
dirección…

