La puerta de aquella casa se encontraba siempre cerrada, la luz
que se veía desde la ventana era mortecina
permaneciendo toda la noche encendida, era un pueblo pequeño, pero nunca
llegaron a saber sus pocos habitantes quien habitaba aquella casa de aspecto
ruinoso, solo y de vez en cuando se paraba ante la casa un coche de carrocería
antigua de un negro acharolado, pero nadie vio bajar del coche a nadie, solo
paraba unos minutos para poco después desaparecer por uno de los caminos de tierra
poco transitado, que solo conducía a una aldea casi desierta, donde solo los rumores decían que tenía un habitante, al
cual nadie osaba visitar.
Una mañana que se había desencadenado un fuerte viento que
hacía crujir la vieja madera de las ventanas, Anna la única maestra en treinta
kilómetros cuadrados, al llegar al pueblo, y no tener alumnos que enseñar, por causa del mal tiempo, entonces y sin pensarlo decidió volver a su casa, pero al pasar
por la calle donde se encontraba la casa misteriosa, se atrevió llamar a la
puerta con los nudillos de la mano, tímidamente, y como no tenía contestación,
hizo unas cuantas llamadas más, pero cuando estaba a punto de sucumbir, la puerta
empezó a abrirse lentamente mientras crujían los goznes que parecían un lamento.
Anna duda antes de entrar mira con curiosidad por la ranura
de la puerta entreabierta, cuando una de pronto pudo oír una voz amable que parecía invitarla a pasar, Anna
antes de entrar dirige su mirada en
todas direcciones por si estaba siendo observada, y al no ver a nadie, empujó
la puerta y entró.
Sentado en un sillón confortable se encontraba un hombre que como saludo – dijo--No tengas miedo, soy
viejo, mucho más que este siglo, por lo tanto carezco de fuerza física para atacarte, Anna ante estas palabras se
tranquiliza y, entonces el hombre comenzó una narración que Anna escuchó con
atención de pie y a unos metros de él.
El hombre comenzó de esta manera.
Yo creo que tenía siete años
cuando por primera vez entré en esta casa, sí, mi memoria de viejo en
este instante me trae recuerdos de cómo mi abuelo cada noche tocaba para que me durmiera
un tambor, pidiéndome que le llamara” Don Nicanor por solo tocar el tambor” y,
siguió diciendo, nunca me dejaron salir
de esta casa, pero yo me encontraba informado desde que tuve uso de
razón, de todo lo que pasaba en el mundo
exterior.
He visto sin estar allí, la Puerta del Sol madrileña, he
paseado por las calles Mayor y Arenal,
he comido ricos caramelos de la confitería “La pajarita” que se encontraba en Carretas,
también he visto cómo a toda velocidad pasaban por mi lado los ómnibus tirados
por cuatro caballos, también berlinas ocupadas por políticos que iban al
congreso, lujosos Landós cruzando a toda velocidad las calles… Un
silencio hizo que Anna reaccionara ante este inesperado relato.
El hombre con los ojos cerrados seguía hablando, parecía haber sido transportado a un mundo imaginario. Los sábados por
la tarde la reina regente Mª Cristina y el rey aún menor, iban a Atocha para
asistir a la solemne salve de fines de semana, que por supuesto yo
también me encontraba allí.
Recuerdos…Recuerdos, que solo son recuerdos de algo que nunca
viví pero… y levantándose del sillón se acercó a Anna que al contemplar su
estatura retrocedió unos pasos.
El hombre y como si no hubiera percibido el gesto de Anna,
preguntó ¿Sabe señorita si ha empezado bien este siglo?, y sin esperar
respuesta, “hay” que daría yo por ver de
nuevo mi Madrid, ese Madrid del alma mía que tanto añoro. Ahora cuando
cuento…bueno, es preferible no decir la edad que tengo porque puede que te
asustes y eches a correr. Anna cada vez que el hombre hablaba entendía menos.
Creo que asistí a
fiesta de la coronación del rey Alfonso XIII, y creo si mal no recuerdo que este
evento acaeció en 1902, que más tarde después de su boda, con la inglesa Victoria
Eugenia, que cuando regresaban de San Jerónimo. Y cuando el séquito pasaba por la
calle Mayor se perpetró un atentado contra la real carroza, aquello fue
tremendo para el pueblo de Madrid sobre todo para los que estuvimos allí presentes.
El hombre mira a Anna mientras paseaba por la habitación
moviendo sus largas piernas con dificultad. Entonces-dijo-mal inicio para un
matrimonio regio ¿Crees acaso que este atentado pudo ser un anticipado de lo
que iba a ser más tarde una frustración de la familia real? Lo comento porque
más tarde murió Sagasta, Silvela entrega su ministerio a Maura, mientras es
asesinado Canalejas, y este asesinato se perpetró cuando se encontraba escrutando el escaparate de una
librería en la misma puerta del Sol, ya sé que por ahora hay gentes nuevas en
el gobierno, tengo oído que son de diferente calaña, la verdad es que todo
parece haber cambiado pero por supuesto un cambio nada drástico, bueno ya te he dicho
que no soy de este siglo, pero me preocupa…
Anna no se atreve a preguntar.
Una campanada que llega desde el jardín hace callar al hombre
unos instantes, pero enseguida se recompone, y con voz amable le invita a
seguirle, y entran en un hermoso jardín, entonces se vuelve hacia ella para decirle, Anna, te invito
a almorzar ¿por que tengo entendido que se llama Anna verdad? Y mientras recorrían la estrecha
vereda del jardín le dice de sopetón, tú crees que con tantas crisis económicas y
políticas en el mundo puede llegar a subsistir decentemente un pueblo, un País, se para
unos segundos parece reflexionar, entonces pregunta.
Crees Anna de veras que puede
haber alguna esperanza de poner fin a
tanta política decadente, yo dría hasta de bajo coste, y que está demostrándose que todo lo que está sucediendo no sirve nada más que para desmoralizar al
pueblo.
Anna ya no escuchaba solo temblaba ante la sabiduría de aquel
hombre, pues daba a entender que sabía demasiado de los entresijos de los
políticos.
¿Quién era en realidad ese hombre?
Al llegar al centro del jardín Anna pudo comprobar que en
medio de éste se encontraba una mesa alargada dispuesta para dos comensales,
Anna espera a que el hombre le indique donde sentarse, pues tenía el
presentimiento de que allí debía haber más personas, pero ¿Por qué había solo
dos servicios de mesa?
El hombre con un gesto le pide sentarse frente a él, de
pronto la mesa fue cubierta por una nube
que hacía imposible la visibilidad de los dos comensales, una vez pasado
este incidente Anna se percata de que le habían servido el primer plato, ante
la mirada atenta del hombre mete la cuchara en el plato de sopa, pero cuando la
mete en la boca siente que la sopa parece tener vida al tocar su paladar,
entonces desconfiada abandona la cuchara en el plato, pero como si la cuchara
estuviera hechizada, ésta seguía llevándole el contenido del plato a la
boca.
DEGUIRÁ

