Sigo mi caminar y salgo de la Ciudad Monumental, me dirijo hacia
unas de las calles del centro, los letreros luminosos me ciegan, pues hacían
gala de una ciudad feliz, entonces me di cuenta que era Navidad, los transeúntes
deambulaban con frenesí entrando y saliendo de las tiendas, las señoras se veían ufanas llevando ambas
manos ocupadas con bolsas; y fue cuando
no entendí el motivo por el cual puse un especial interés en los niños que
pasaban junto a mí, pues reían felices mientras sus manitas abarcaban unas
cuantas piruletas, mientras exigían a sus madres a voces que les compraran más
golosinas.
Al parecer todo era de lo más normal.
¿Por consiguiente por
qué preocuparse de algo que no era de mí competencia? y además todo lo que estaba sucediendo, se encontraba
a muchos kilómetros de aquí.
Caminando me distraje con mis pensamientos, y no me di cuenta
de que estaba anocheciendo, entonces decido acercarme al lugar donde se suele
encontrar amigos para tomar copas, por casualidad me encuentro con un grupo de amigos, después de una animada charla decidimos ir a cenar a un
restaurante de moda; como nos encontrábamos a gusto, alargamos la velada en una terraza donde tomamos unas cuantas copas
más, todo era de lo más normal, pero inesperadamente se produjo un apagón, el
murmullo de la clientela ante este contratiempo fue implacable con el que
creyeron era el culpable; aunque este suceso tan sólo duró unos minutos, las protestas de los allí congregados llegó a ser tan sonada que daba la
sensación de que había que buscar un chivo expiatorio, todo esto pasaba a pesar de que nuestras copas seguían seguras
en nuestras manos.
Aquello que pasó, a la mañana siguiente quedó solo en un comentario divertido, cómo
una anécdota más.
¿Y si aquel apagón
hubiera durado no unos minutos, sino horas?
¿Qué hubiera pasado?
Entonces ¿A quién hubiéramos tenido que pedir responsabilidades?
Seguramente ¿culparíamos al regente de
la cafetería por no tener el cableado en perfectas condiciones?
Una vez en mi casa no pude descansar, me fui a la cama, no
podía dormir, tenía tantas cosas en la cabeza que no sabía cómo digerirlas.
Cierro los ojos, pero algo me impedía relajarme, pues me veía envuelta sin
desearlo en un aborigen extraño y doloroso para mí por primera vez.
Y cuando por unos
segundos cierro los ojos, algo sorprendente hace que me incorpore de la cama,
pues aunque sólo duró un instante, sé que vi cómo el pasillo se iluminaba por
unos instantes; pues me pareció cómo un resplandor que me cegó, que al
instante desapareció.
Cuando creí que me
había calmado, comenzaron a oírse golpes, estruendos, en la noche, intento no
asustarme, pero yo sabía que el edificio
se encontraba vacío ya que casi todos los vecinos se encontraban de vacaciones; quise calmar mi nerviosismo, hago el amago de levantarme de la cama, pero el
temblor de las piernas me impedía hacer ningún movimiento.


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