¿ES REALIDAD O CIENCIA
FICCIÓN?
La Ciudad Monumental de Cáceres, es un recinto totalmente
delimitado al encontrarse amurallado, este recinto exprime la historia
sacándole todo su jugo a un pasado que cuenta sin palabras mucho más de lo imaginable.
Pues cuando te adentras en ella, tu mente, tu alma, se transforma al caminar
por sus estrechas y recoletas plazuelas, y es cuando tus oídos comienzan a
escuchar leyendas y romances de esa Edad Media que pasó quedando su impronta
entre sus calles, dejándonos esa huella que es la que suelen dejar los abuelos
a sus nietos, y es la que hace presente que el mundo antiguo no se desvanezca haciéndola que resurja con tan solo un recorrido pausado por esas callejuelas; pues simplemente al
caminar sientes que algo intangible subyace muy en el fondo de esta ciudad, lo
sabes porque hace que sientas el latir de
un corazón inmaterial que parece desprenderse de sus paredes y piedras para que tu lo oigas, y que el
compás de ese latido es el resultado es el que hace que rezuma la historia hasta la
superficie, que a pesar de ser una historia antigua se sigue haciendo notar a
pesar del paso de los siglos.
Cuando en tu caminar rozas con tu brazo alguna de las paredes
que conforman las grandes casonas del medievo,
te hace notar algo especial pues sabes
que has rozado con tu brazo algo imperecedero, y estas paredes ante esta
observación en agradecimiento suelen decirte muy quedo, espera, no tengas
prisas en este caminar, porque quiero contarte una historia que pasó y, que me
gustaría que tú la supiera.
Sebes que aquí vivieron muchas familias con blasones
apellidos ilustres, y que todas ellas lucharon con ferocidad por obtener el poder de un señorío para poder
gobernar la Ciudad. Este recinto también
te habla de cuando los comerciantes utilizaban esta Villa como tránsito de norte a sur de la Hispania, estos
comerciantes eran ricos, pues solían transportar plata, cobre, y también la
casiterita que eran los componentes del bronce, y la consecuencia de tanto trasiego surgió la que hoy es llamada
vía de la plata, pues por esta ciudad pasaban abundantes caravanas que con su
rica mercancía se dirigían hacia el valle del Guadalquivir,
por supuesto pernoctando Cáceres.
Siendo esta la
consecuencia de que hubiera muchas, y
muy enconadas disputas entre los avaros comerciantes por hacerse con la plata y
demás metales.
Por aquel entonces, Cáceres no existía, pero sí como pedanía, forjándose más tarde como ciudad, que, por cierto fue, sigue siendo un misterio aquel pasado,
ya que solo sus muros han sabido muy bien guardar, pues nadie sabe aún a
ciencia cierta el motivo de sus disputas
constantes, ya que había negocio para todos.
En medio de tanta
rencilla entre vecinos, sí que llegó a realizarse más tarde el milagro del
entendimiento entre las diferentes culturas que pasaban, y que algunas de ellas
se quedaron testimonialmente en la
ciudad. También se sabe que quedaron grabados entre sus grises paredes que hubo muchas
traiciones entre los vecinos, logrando que
estos primitivos moradores con su gran temple, y convencidos de que la
violencia es mala para el flujo del comercio, decidieron convivir en paz.
Entonces yo como
narradora de esta muy antigua historia pero que sigue siendo actual al ser
convertida en leyenda. Entonces pienso
que al lector se le puede antojar algo rara, pero tal como lo cuento aconteció.
Las pétreas paredes, saben de muchas cosas que pasaron y, que
guardan para sí hasta que llegue el momento de salir a la luz. Por esa razón al pasar junto ellas sientes la sensación que
estas palpitan al mismo ritmo de tu corazón a cada paso que das. Esas mismas
paredes, recuerdo que un día, mientras caminaba por una de sus callejuelas,
pensando en cómo sería la vida en aquellos tiempos, donde todo (como siempre ha
sido y será) parece ser que el humano, necesariamente necesita quedar sus
huellas den su paso por la vida.
Aquel día cómo ya he dicho, caminaba por una de las
claustrofóbicas callejuelas, cuando pude oír un siseo, vuelvo la cara, pero no
vi a nadie, entonces intrigada dirijo mis pasos hacia la puerta de uno de los
palacios de los que se prodigan por este entorno, que al encontrarme su puerta
abierta asomo mi cabeza para contemplar aquel palacio por dentro, y también para
averiguar si ese siseo había salido de aquel zaguán, aquella tarde recuerdo era
luminosa, lucía el sol, pero aquel zaguán parecía no querer saber nada ni con el sol, ni con la claridad del día, pues
se encontraba en penumbra, al fondo del zaguán, pude divisar una puerta
enrejada que daba paso a un precioso patio que se encontraba rodeado por diez columnas dé estilo Jónico, en
el centro, un pozo que tapaba el brocal con un enrejado de hierro.


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