Anna
sigue escuchando y poco después se produjo un aparentemente silencio.
En
esos momentos recuerda aquel pequeño fragmento de cráneo que recogió del suelo
y que había guardado, se encontraba tan alterada que no recordaba dónde lo
había puesto, busca en su mono de trabajo, pero no estaba, con ansiado
nerviosismo lo busca dentro de su bolso, respira hondo, allí se encontraba el
fragmento de cráneo. Al cogerlo escuchó una risa infantil que la hace
estremecer, intenta calmarse, de nuevo echada encima de la cama intenta
convencerse de que todo lo sucedido en aquella habitación era consecuencia de
un mal día, cierra los ojos, no quería dar pábulo a sus pensamientos pues no
podía ser realidad lo que estaba imaginando.
Aquel
amanecer parecía resistirse y ante la perspectiva de no poder dormir, cierra
los ojos, quedándose poco después profundamente dormida, cuando despierta, mira
el reloj, se sobresalta, ¿Cuántas horas había dormido?
Eran
las doce de la noche, no supo cómo lo hizo pero, se dio una ducha rápida y siguiendo
un incoherente impulso, pidió un taxi, supo que su corazón se encontraba
acelerado, pues intuyó que el destino la llamaba sobre su voluntad.
Se
encontraba acomodada en el taxi cuando presintió que una energía misteriosa
parecía querer advertirla que fuese cauta, pues a su alrededor se podían estar
urdiendo acontecimientos que podían determinar su futuro. Sin motivo aparente
el taxi se paró en medio de una calzada deshabitada, para Anna era imposible de
imaginar pero al lado del conductor se había sentado un hombre vestido con rico
atuendo Inca.
Cuando
llegan a la Calzada de los Muertos, el personaje se apea del taxi y en esos
momentos y parada ante la inmensa longitud de la calzada, siente que allí
reinaba una engañosa calma que le hizo pensar que podía ser el preludio de algo
nada agradable a pesar de que ignorar el porqué; la atmósfera que allí se
respiraba era tan tensa que hasta se podía cortar con el filo de una daga.
Cuando
reaccionó, miró a su alrededor y tan solo pudo ver difusamente que al final de
la Calzada, cómo aquel raro personaje que vestía con un ropaje suntuoso le
hacía señales para que le siguiese, Anna dudó ante esta actitud, pero la única opción que tenía era la de obedecer,
al pisar la calzada volvió a oír el mismo sonido que días antes le había hecho
temblar y retroceder. Ahora se encontraba indecisa y dudaba si debía caminar
por aquella calzada al no saber que podía pasarle si de nuevo pisaba aquella
tierra removida por la erosión de los tiempos.
También
pensó que los duendes del infortunio
podrían estar confabulándose para colocarle obstáculos que podían ser para ella
infranqueables.
De
nuevo pudo oír la risa de niño, toca el bolso, lo abre y saca el pequeño
fragmento de la supuesta calavera que el día anterior había desenterrado.
Mientras
tanto Anna seguía con aquel pedacito de hueso en la palma de la mano cuando de
nuevo volvió aquel aparente silencio mientras empezaba a caminar por aquella
ciudad desierta donde los edificios son
monumentos funerarios que guardan restos humanos.
Al
fin se decide y camina con pasos inseguros, a pesar de que no le asustaba para
nada aquella necrópolis, pero si se sobresalta cuando cree escuchar algo
parecido a un mensaje que desconocía su procedencia y fue entonces cuando empezó
a sentir pánico cuando sus pies empezaron a gravitar sobre la tierra hasta
acercarla a la pirámide de La Luna, de pronto como si para ella fuera algo
vital, siente enormes deseos de escuchar aquellos silencios que no pudo
descifrar a pesar de poner toda su energía en ello, estaba segura de que hasta su cerebro llegó la
voz angustiada de una madre que pedía clemencia para su hijo, un hijo que
estaba predestinado por los dioses para que fuera el rey de Teotihuacán.
Una
vez junto a la pirámide siente, que los
pies se encuentran en el suelo, entonces cree encontrarse en un terrible
dilema, no sabe cómo entrar en ella,
pues el personaje que vio en el taxi había desaparecido. Entonces, ensimismada
contempla la monumental estructura y supo que a ella sola le iba a ser
imposible entrar, pues necesitaba buscar
de dónde provenían aquellos sollozos de aquella madre. Mirando aquella
imponente mole, piensa que le iba a ser muy difícil analizar desde el suelo la
forma de entrar en ella. Su asombro creció, pues aquella pirámide estaba
formada por al menos siete edificios, Anna seguía perpleja, nunca vio nada que
se le asemejara, pues las torres se encontraban configuradas por aquellos siete
edificios o torres, encontrándose todas ellas colocadas uno encima de otra en
perfecta conjunción, tanto que parecían estar todas envueltas de manera mágica
como la piel de las capas que envuelven las cebollas.
Desorientada
después de haber hecho un pequeño análisis de aquella maravilla y sin saber qué
hacer, se sienta en una de las piedras que forman el basamento de la pirámide
para descansar y pensar. Poco después, aquella piedra la sobrecoge, pues empieza
a moverse bajo su cuerpo, se levanta de un brinco y alguien pronuncia su
nombre, cuando busca con la mirada de donde podía salir aquella voz, la piedra
donde poco antes se había sentado se hizo a un lado dejando al descubierto una
oquedad por donde Anna penetró.
Continuará...
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