Eran las diez de la mañana cuando
me encontraba conduciendo el jeep que me introducía por la escarpada y estrecha
vereda que conduce a la finca de mis antepasados. Cuando me estoy acercando
empiezo a notar una gran ansiedad y comienzo a sentir cómo mi alma se funde con
el agreste paisaje haciendo que mi pie
pise el acelerador machacando sin piedad los amortiguadores.
La puerta, una verja grande y
pesada se encontraba abierta de par en
par. La casona abandonada desde hacía mucho tiempo, se veía curiosamente desde
fuera en perfecto estado de conservación.
Con mano firme, abro la verja,
ruedo hasta llegar a la puerta principal y, al asir la aldaba de hierro con su
gran boca abierta, y abrir la puerta, ésta bajo la presión de mi mano cruje,
produciendo un sonido hueco y seco. Entro en el amplio zaguán amueblado con los
mismos muebles de siempre, que precede a un ancho y oscuro pasillo, detengo mis
pasos al recordar las pesadillas que siempre me causó cuando jugando con mi
hermana, alguien nos apagaba la luz,
todo allí me traía recuerdos de mi
niñez…
Subo al piso superior, el suelo
como siempre cruje bajo mis pies, provocando con el peso de cada uno de mis
pasos que el techo de madera del piso inferior viejo y quejumbroso esparciera
una tierrilla desagradable sal desprenderse, que a veces al caer sobre nuestras
cabezas llegaba a molestar en los ojos. Miro curiosa los cuadros colgados en la
pared siempre me parecieron que tenían ojos acusadores.
Entro en el salón que
siempre me pareció enorme; pero que en
estos momentos lo estaba viendo pequeño y lúgubre al encontrarse los muebles
tapados. Entonces no entendí el por qué vinieron a mi mente recuerdo cuando un día mi madre me cogió la
mano y, yo gimotee porque no quería ir al colegio, yo sólo quería jugar en el
jardín.
Ahora todo me parece un lugar
fantasmagórico y tétrico, pues los muebles escondidos tras las sábanas parecen
crepitar a mi paso a modo de saludo y, esto me aterra.
Me encuentro muy cansada, y
entonces descubro el sillón favorito de mi abuelo, me siento en él. Y siento
que los recuerdos se aglomeran en mi mente, la cabeza empieza a dolerme, cuando
creí oír, como si se encontrara a mi
lado la voz de un niño que gritaba.
Mamá, mi hermana me ha quitado la
pelota.
Mientras una niña corre con
desenfreno, y que al dar un traspié, cae por las escaleras rodando mientras
llamaba a su madre con un hilo de voz agónico. Más tarde un silencio
sobrecogedor se apoderó de la casa.
Y, entonces recuerdo que mi madre
ante la situación reacciona con un grito desgarrador, una mano despiadada me
apretó fuertemente por los hombros y me encerró
en mi cuarto.
Nunca supe los días que estuve
encerrada con una vieja sirvienta, para más tarde llevarme sin más a un
internado. Aquellas evocaciones comenzaron sin piedad a martillear
las sienes, haciendo que me doliera terriblemente la cabeza.
Desde entonces supe que la casa
se encontraba vacía, y yo después de muchos años de ausencia vuelvo de donde
salí con mis recuerdos, aquí, en este salón, sola, parezco una intrusa rodeado de
muebles tapados que parecen espectros. La luz del atardecer entra tímida por
una rendija de la ventana, yo me quedo dormida.
En mi duermevela no veo cómo una
sombra se deslizaba por debajo de la puerta hacia mis pies, ante este virtual
contacto experimento una rara sensación
que hace estremecer mi cuerpo.
La lámpara del techo se pone en
movimiento como su hubiera un seísmo, entonces al mirar creo ver que el balanceo lo producía una niña que subida en la lámpara me miraba
con sonrisa malévola y con regocijo.
Recorro la vista por el salón
queriendo encontrar algo que me dijese
lo que estaba pasando, pero sólo vi que en el sofá se encontraba una dama
anciana, bien vestida haciendo crochet, y que con sus ojos profundos parecía
vigilar con autoridad la estancia, una sirvienta entra con una bandeja que
contenía una tetera humeante, la dama
mira el reloj de pared, mientras masculla
son las cinco de la tarde, y la visita que espero se retrasa.
Esto la contraría.
El guarda de la finca, un hombre
tullido con nariz aguileña y tez extremadamente pálida se acerca para
comentarle algo a la chica de servicio, que inmediatamente se lo transmite a la
señora, entonces sin miramientos la señora
le da un codazo en el estómago que le hace salir del salón sollozando.
Distraída miro hacia arriba, y veo que la niña del
columpio lamparín, se tocaba la cabeza,
me aterro al ver que la tenía partida por la mitad, poco después con sus
manitas y como si de un juego se tratara se la recompone colocándose los ojos que se encontraban fuera de sus
órbitas, sus piernas partidas se movían sin control haciendo que sus huesos al
chocar produjeran un sonido de castañuelas.
Una sombra que parecía
encontrarse acurrucada en una esquina, con lentitud se pone en pie, se acerca a
mí para posar su mano temblorosa y fría cómo un témpano sobre mi frente, un
estremecimiento sacude mi cuerpo que se encontraba inerte.
El Clavicordio que solía tocar mi
abuela, empezó a sonar, la melodía es dulce y pegadiza, que hace el ambiente
agradable. El tío José se descuelga del cuadro, una vez fuera, se sienta en el
sillón donde me encuentro yo sentada, mientras con parsimonia llena su pipa
inundando con el aroma del tabaco el
salón.
Entonces veo cómo la familia se
va reuniendo, uno a uno van llegando, ya están casi todos no falta nadie, en esos momentos parece
comenzar una gran fiesta, unos beben Jerez, otros juegan al Mus, todos parecen henchidos de felicidad,
pero, entonces miro cada rincón del salón y aterrada me doy cuenta de que
faltaba yo, ¿acaso se habían olvidado de mí? Alguien pronuncia mi nombre, pero
yo, no tengo voz para responder, pero
esa voz sigue insistiendo, al fin reacciono, en mi torpeza, dejo caer de mi
bolsillo una pequeña bolsita que mi abuela me dejó al morir y llevaba conmigo.
Pero en el instante en que la bolsa se abre al caer, en ese instante, una nube de espeso polvo
cósmico nos envolvió a todos.
La voz de la abuela, sonó alta y
clara. AHORA YA, NI LA LUZ DEL SOL PODRÁ VENCER NUESTRA LEGÍTIMA OSCURIDAD.
FELIZ SEMANA SANTA PARA TODOS.


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