sábado, 19 de octubre de 2019

Almas en las sombras 1º Parte

Las tres moscas, cada una de ellas se encontraban coronadas por pequeñas gemas de diferentes colores en la cual parecían realzar unas siglas, que para cualquier profano como él, eran totalmente ininteligibles. Después de observarlo durante largo rato  sin conseguir tener nada en claro, sigue sin atreverse a sacarlo de la caja, se enoja consigo mismo al no tener la valentía necesaria para llegar a una solución.
 Después de cerrar la caja, piensa que era totalmente contradictoria, pues la madera no parecía pertenecer a ninguna especie arbórea conocida y, a pesar de desconocer su procedencia, la caja de diseño corriente no tenía visos de que hubiera sido un primitivo estuche.
Eladio se quedó por unos momentos pensativo, y de repente creyó ver la luz y, todo en su mente  fue tan rápido que decidió, que esa investigación se le podía haber presentado como un reto, que tal vez le catapultara a realizar  un nuevo trabajo mejor remunerado, y por supuesto mucho mejor que el de perseguir a criminales que a veces y después de una urda investigación llegaba al resultado de que eran historias inventadas o bulos tan rocambolescas que algunos creía podían llegar a ridiculizar su trabajo. Esta nueva etapa que veía Eladio en su vida se la imaginaba brillante, pues creía ser merecedor  después de haber pasado  tantas penurias.
 ¿sería que le había tocado la mano de Dios?  Aunque sabía de antemano que todo parecía presagiar que  había trazos de ser difícil de resolver.
Eladio, le da mil vueltas a la cabeza con respecto a la caja que tenía en las manos pues esta  podía llegar a ser la clave, porque desde el primer momento que la observó  tuvo la sospecha de que ese desfase que se apreciaba en la conservación de la caja, no encajaba con la antigüedad de la joya, este detalle fue el que hizo que se alertara de que esta joya pudiera estar involucrada en algún robo importante, o, tal vez en alguna trama que podía desembocar en un asunto turbio.
El detective ante esta incógnita, hace una llamada telefónica. Cuelga satisfecho, poco después, Matilde, entra en la calle, una calle que le pareció no tenía principio ni fin y, después de mucho buscar buscar encontró el edificio donde  había sido  citada con su amigo; el edificio era antiguo con una fachada áspera, erosionada por falta de atención y cuidados, entra en el portal, ante ella un ascensor de jaula el cual se encontraba abrazado por unas claustrofobicas escaleras, desde donde se podía apreciar una vez dentro, que en el ascenso o descenso—según se mire—se podía apreciar la desolada agonía del edificio en el cual trabajaba su amigo.
Llama a la puerta, Eladio la recibe con una sonrisa de agradecimiento, pasa, espero me puedas ayudar, pues tengo un encargo que supone para mí un enigma, y necesito que me ayudes a resolver, pues sé que siempre te interesaron las antigüedades.
Matilde es una de esas jóvenes modernas  y con un atractivo especial al poseer una abundante melena de color del cobre, en esos momentos vestía una falda exageradamente corta, jerséis ajustado que realzaba su busto, unas botas altas hasta taparle medio muslo, consiguiendo con este atuendo que fuera aún más llamativa.
Matilde con la simpatía que siempre la caracterizó, con desenvoltura, se acercó a la mesa, ¿Dónde está ese tesoro?, el detective le muestra la caja, Matilde, la abre con desenvoltura y, nada más ver la joya, sin haberla tocado, y sin tener conciencia de ello articuló unas palabras que al salir de su boca tronó cómo si fuera  una voz extraña que ella desconocía; confusa buscó una silla para sentarse, cuando se serenó.
Mirando a Eladio con voz preocupada pudo decirle, siento comunicarte que en este caso no voy a poder ayudarte, no me veo con el suficiente conocimiento cómo para desvelar de que siglo puede ser esta joya, sí que puedo decirte que el diseño es único, jamás había visto uno igual, ni tan siquiera es parecido a ninguna de las muchas fotografías que he visto en las revistas especializadas de la antigüedad.

Eladio al verla tan reticente, insiste para que la mirase con el alma, y suplicó sabes de que no puedo llamar a nadie que no sea de mi entera confianza, pues mi trabajo requiere el más absoluto secreto, por favor, no me falles,--llegó hasta implorarle —sólo confío en ti.



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