Las tres moscas, cada una de ellas se encontraban coronadas
por pequeñas gemas de diferentes colores en la cual parecían realzar unas
siglas, que para cualquier profano como él, eran totalmente ininteligibles.
Después de observarlo durante largo rato sin conseguir tener nada en claro, sigue sin
atreverse a sacarlo de la caja, se enoja consigo mismo al no tener la valentía
necesaria para llegar a una solución.
Después de cerrar la caja, piensa que era
totalmente contradictoria, pues la madera no parecía pertenecer a ninguna
especie arbórea conocida y, a pesar de desconocer su procedencia, la caja de
diseño corriente no tenía visos de que hubiera sido un primitivo estuche.
Eladio se quedó por unos momentos pensativo, y de repente creyó
ver la luz y, todo en su mente fue tan
rápido que decidió, que esa investigación se le podía haber presentado como un
reto, que tal vez le catapultara a realizar un nuevo trabajo mejor
remunerado, y por supuesto mucho mejor que el de perseguir a criminales que a
veces y después de una urda investigación llegaba al resultado de que eran
historias inventadas o bulos tan rocambolescas que algunos creía podían llegar a
ridiculizar su trabajo. Esta nueva etapa que veía Eladio en su vida se la imaginaba
brillante, pues creía ser merecedor
después de haber pasado tantas
penurias.
¿sería que le había tocado la mano de Dios? Aunque sabía de antemano que todo parecía presagiar que había trazos de ser difícil de
resolver.
Eladio, le da mil vueltas a la cabeza con respecto a la caja que tenía en las manos pues esta podía llegar a ser la clave, porque desde el primer momento que la observó
tuvo la sospecha de que ese desfase que se apreciaba en la conservación
de la caja, no encajaba con la antigüedad de la joya, este detalle fue el que hizo que se alertara de que esta joya pudiera estar involucrada
en algún robo importante, o, tal vez en alguna trama que podía desembocar en un
asunto turbio.
El detective ante esta incógnita, hace una llamada
telefónica. Cuelga satisfecho, poco después, Matilde, entra en la calle, una
calle que le pareció no tenía principio ni fin y, después de mucho buscar buscar encontró el edificio
donde había sido citada con su amigo; el edificio era antiguo con una fachada
áspera, erosionada por falta de atención y cuidados, entra en el portal, ante
ella un ascensor de jaula el cual se encontraba abrazado por unas
claustrofobicas escaleras, desde donde se podía apreciar una vez dentro, que en el
ascenso o descenso—según se mire—se podía apreciar la desolada agonía del
edificio en el cual trabajaba su amigo.
Llama a la puerta, Eladio la recibe con una sonrisa de
agradecimiento, pasa, espero me puedas ayudar, pues tengo un encargo que supone
para mí un enigma, y necesito que me ayudes a resolver, pues sé que siempre te
interesaron las antigüedades.
Matilde es una de esas jóvenes modernas y con un atractivo especial al poseer una
abundante melena de color del cobre, en esos momentos vestía una falda
exageradamente corta, jerséis ajustado que realzaba su busto, unas botas altas
hasta taparle medio muslo, consiguiendo con este atuendo que fuera aún más
llamativa.
Matilde con la simpatía que siempre la caracterizó, con
desenvoltura, se acercó a la mesa, ¿Dónde está ese tesoro?, el detective le
muestra la caja, Matilde, la abre con desenvoltura y, nada más ver la joya, sin haberla tocado, y sin tener conciencia de ello articuló unas palabras que al salir de su boca
tronó cómo si fuera una voz extraña que
ella desconocía; confusa buscó una silla para sentarse, cuando se serenó.
Mirando a Eladio con voz preocupada pudo
decirle, siento comunicarte que en este caso no voy a poder ayudarte, no me veo
con el suficiente conocimiento cómo para desvelar de que siglo puede ser esta
joya, sí que puedo decirte que el diseño es único, jamás había visto uno igual,
ni tan siquiera es parecido a ninguna de las muchas fotografías que he visto en
las revistas especializadas de la antigüedad.
Eladio al verla tan reticente, insiste para que la mirase con el alma, y suplicó sabes de que no puedo llamar a nadie que no sea de mi entera confianza,
pues mi trabajo requiere el más absoluto secreto, por favor, no me falles,--llegó hasta implorarle —sólo confío en ti.


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