San Petersburgo
Fue Bentacourt – bajo la
supervisión del zar – quien diseñó el proyecto urbanístico de San Petersburgo,
amén de proyectar y dirigir personalmente algunas de las obras más importantes
de la ciudad como la reforma y ampliación de la Catedral de San Isaac, el puente sobre el río Neva, la Columna de
Alejandro I junto al Ermitage y el Canal Betancourt.
Numerosos prisioneros suecos
trabajaron hasta sucumbir extenuados, y cuando terminó de construirse la
capital nadie quiso ir a establecerse allí. Entonces el autócrata zar obligó
a boyardos y burgueses a abandonar sus
domicilios moscovitas para construirse nuevas residencias en San Petersburgo. A
pesar de tanto esfuerzo y sacrificio, para el pueblo ruso la nueva capital no
representaba más que una “ciudad puramente artificial” comparada con Moscú,
corazón de la Santa Rusia, consideración de la que Moscú gozó siempre,
Los materiales tradicionales no
significaron nada para Pedro el Grande. Odiaba a Moscú, con sus edificios de
madera y su aspecto asiático y quiso una nueva capital que mirara hacia
Occidente proponiéndose aplicar la influencia europea en una Rusia a la que consideraba un país atrasado. El lugar
elegido no era prometedor: tierras inundadas del pantanoso delta por el que desemboca
el río Neva en el Golfo de Finlandia. El río se helaba seis meses al año,
estaba cubierto por la bruma y se desbordaba con los deshielos. Durante su
construcción, la ciudad casi siempre estuvo bajo varios metros de agua. Para
las cimentaciones, se arrojaron a los pantanos miles de troncos. En invierno,
los lobos deambulaban por las calles, y en 1715 devoraron viva a una mujer.
Pese a las condiciones difíciles
y a lo titánico del proyecto, se erigió una espléndida ciudad de edificios de
piedra. Las obras se iniciaron en 1703, y para 1710 se terminó la primera etapa
de construcción. La ciudad ya tenía
34000 habitantes cuando el zar la declaró capital de Rusia y aunque las obras
no estaban concluídas cuando Pedro el Grande murió en 1725, ya eran suficientes
para impresionar a Europa.
La madera más utilizada fue el
abeto, aunque también se usaron otras coníferas, castaños, hayas y robles. Los
troncos de las isbas eran de 9 m de largo y 30 cm de diámetro y se colocaban
horizontalmente, reforzando las esquinas con alguno de los varios tipos de
uniones. Los techos eran inclinados para que resbalara la nieve. A veces, el
piso quedaba elevado del suelo mediante tarimas de madera, ladrillo o piedra y
se entraba por unas escaleras techadas.
Además de la habilidad para
construir en madera, los rusos eran afectos a redecorar sus casas. No dudaban en quitar puertas, ventanas e incluso
paredes si con ello mejoraba la decoración. Toda cabaña estaba decorada con
tallas de madera. Los extremos de los travesaños, alfardas de los techos e
hileras se tallaban hábilmente, uno por uno. Las decoraciones de porches,
aleros y marcos de ventanas imitaban los ornatos de piedra de los edificios
principales: se colocaban balaustradas, frontones, y paneles tallados en las
paredes y las casas más grandes tenían suelos de parqué.
Agustín de Betancourt
Históricamente en España el
origen de la profesión de Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos se asocia con
Agustín de Betancourt (1758-1824) y los
orígenes militares de la propia Ingeniería Civil. Betancourt, nacido en el
Puerto de la Cruz (Tenerife), marchó en 1778
a estudiar a Madrid y no regresaría ya a las islas. Sus primeros
encargos para la corona en 1783 fueron la inspección del Canal Imperial de
Aragón y el estudio de las minas de Almadén. En este mismo año y ante la Corte
Real eleva por primera vez en España un globo aerostático.
A lo largo del siglo XVIII, el
reino de Francia había inaugurado la tradición de formar una elite de militares
especializados en la construcción, en las comunicaciones (caminos, puentes y
puertos) Y España había seguido los
pasos de Francia. Aunque Agustín de Betancourt no cumpliera exactamente con los
requisitos de la formación de un ingeniero militar acabó siendo un ingeniero en
un sentido más parecido al de nuestro presente. En 1777 ingresó como cadete del
Regimiento de las Milicias Provinciales y en 1779 en los Reales Estudios de San
Isidro, donde pudo aprender cálculo, geometría y mecánica.
En 1790 presentó en la Academia de Ciencias de
Paris su obra sobre “la fuerza expansiva del vapor de agua” y en 1792 se
inaugura el Real Gabinete de Máquinas del que es nombrado director y presenta
un catálogo con 270 máquinas, 358 planos y más de 100 memorias. En 1793 viaja a
Inglaterra para investigar y dos años después presenta el diseño de una máquina
para cortar hierba en río y canales. En 1796 firma el tratado de San Ildefonso
entre Francia y España y presenta en Paris al Directorio el prototipo y los
planos de un telégrafo óptico. Regresa a España y es nombrado inspector general
de puertos y caminos. En 1802 consigue que se cree la Escuela de ingenieros de
Caminos de Madrid y en 1803 empieza a escribir con Lanz “Ensayo sobre la
composición de las máquinas”. En 1808 lo publicará en París y se convierte en
un libro de texto de gran difusión en Europa. En 1807 es nombrado corresponsal
de la Academia de Ciencias de París. Desde allí viaja a san Petesburgo donde
proyectará la construcción de la ciudad.
La vida de Betancourt fue un ejemplo de otras muchas que
configuraron esta época tardía de la Ilustración española. Se trata de un
periodo, el final del reinado de Carlos III y el reinado de Carlos IV, donde
era evidente el interés de algunos españoles por la ciencia y la tecnología de
su tiempo. Fue por aquel entonces cuando se terminó la construcción de las
tecnológicamente avanzadas fortificaciones de Cartagena de Indias y se planteó
la famosa expedición de Malaspina. En ese contexto desarrolló sus habilidades
Agustín de Betancourt. La capital del reino sirvió de trampolín para sus
aventureros viajes científicos a París, Londres y San Petersburgo.
Agustín de Betancourt donó a
Rusia 16 años de fructífera labor y fundó la primera universidad técnica de
este país: el Instituto de Vías de Comunicación: fue inspector del Instituto
homónimo y se le nombró miembro de la Sociedad Imperial de Mineralogía de
Rusia. No cabe duda de que siempre se le consideró un ingeniero adelantado a su
tiempo y uno de los mejores y más destacados de Europa.
También en Rusia llegó a dirigir
el Departamento de Vías de Comunicación, lo que hoy día se podría equiparar al
Ministerio de Fomento. Entre sus obras – además de las de San Petersburgo –, se encuentran la
modernización de la fábrica de armas de Tula (cerca de Moscú), la fábrica de
cañones de Kazán, la Feria de la ciudad
rusa de Nizhnyi Nóvgorod, la navegación a vapor por el Río Volga, sistemas de
abastecimiento de aguas, ferrocarriles, etc. Con el objetivo de combatir las
falsificaciones de dinero impresas de los franceses durante la ocupación,
construyó la fábrica de papel moneda (Goznak) que imprimió los primeros rublos
de calidad. En Moscú construyó la gran sala de ejercicios ecuestres Manezh, un
edificio neoclásico emblemático de la
capital.
Considerado un personaje ilustre,
su indiscutible labor fue reconocida con su nombramiento de Teniente General
del Ejército ruso. Sus restos mortales descansan junto a los de otras
personalidades ilustres en el Cementerio
de Lázaro del Monasterio de Alexandr
Nevski de San Petersburgo. La posteridad no ha sido justa con Agustín de Betancourt, cuya vida y obra dan
para estudios mucho más amplios que los hasta ahora realizados.
FINAL
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