LA HISTORIA DE UN
ESPAÑOL
AGUSTIN DE BETANCUR EL INGENIERO
DEL ZAR.
Si en la novela “Miguel Strogoff”
de Julio Verne fue este personaje el que prestó unos impagables servicios al
zar Nicolás II, no mucho menores fueron
los que un ingeniero español, Agustín de Betancourt, prestó al zar Pedro el
Grande en la construcción de San Petersburgo y otras muchas obras de ingeniería
civil en la Rusia de principios del XVIII.
La transición del siglo XVIII al
XIX fue un tiempo en el que el hombre abrió su mente a las máquinas. Un
reducido grupo de científicos e inventores ideaban y construían los ingenios
que moverían el mundo. Agustín de Betancourt fue un ingeniero nacido en el Puerto de la Cruz (Tenerife),
que creó máquinas, viajó por los países más avanzados para importar su recién
nacida tecnología y terminó sus días en Rusia trabajando para el zar.
En la primavera de 1701 el zar Pedro I se
hallaba en condiciones de emprender de nuevo la guerra y se lanzó contra las provincias suecas del
Báltico, donde Carlos XII de Suecia
había dejado unas escasas guarniciones.
Pedro pudo lograr algunas victorias y consolarse de la derrota sufrida
en Narva. Ya en 1702, los rusos se
apoderaron de la fortaleza de Noteborg, cerca de la desembocadura del Neva en
el lago Ladoga y, al año siguiente, de otra plaza fuerte, Nyenskans, en la
misma desembocadura del río. Apenas Pedro llegó al litoral del golfo de
Finlandia fundó, en una pequeña isla del Neva, la ciudad de San Petersburgo, el
primer puerto ruso sobre el Báltico y, casi inmediatamente, comenzó la tarea de
construir una flota en aquel lugar.
San Petersburgo debía ser su
nueva capital, aunque la comarca no fuese más que una región pantanosa de clima insalubre. Su
construcción exigió enormes sacrificios
tanto en dinero como en hombres; se reclutaron a la fuerza campesinos y obreros
procedentes de todas partes del imperio
para el establecimiento humano de la nueva capital que el zar pretendía erigir
tomando por modelo la ciudad de Amsterdam. En su diseño y construcción intervendrá de forma determinante el
ingeniero canario Agustín de Betancourt.
Unos años antes, el padre de
Pedro, el zar Alejo I, había invitado a
Betancourt al país, donde dejó una importante huella en el ámbito de la
tecnología. En aquella ocasión su estancia se prolongó seis meses, pues regresó
a París, donde estaba afincado entonces. Poco tiempo después volvió a Rusia
reclamado por Pedro I para su proyecto de
San Petersburgo y permaneció al
servicio de los zares el resto de su vida.
Rusia en la época de Pedro el
Grande
La modernización a cualquier
precio era la máxima de la política interior y exterior de Pedro I con su
mirada puesta en Europa occidental, su cultura y sus costumbres. En la
ejecución de sus proyectos reformistas, tomó algunas medidas de seriedad dudosa
y más que discutible como la prohibición del uso de la barba y la imposición de
la manera europea de vestir. No dejó, con todo, de aplicar ideas de mayor
alcance, como la de abrir un camino hacia el Báltico (una especie de lago sueco
desde la firma del tratado de Westfalia). Con tal objetivo inició la Guerra del
Norte contra Suecia (1700), pero los suecos vencen en Narva e invaden Rusia, amenazando Moscú. En la Batalla de
Poltava (1709) Pedro reacciona, logra
batir a las tropas de Carlos XII y ocupa las provincias suecas del Báltico
-Livonia, Ungria, Carelia y Estonia-.
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