martes, 8 de junio de 2021

Neva 1º parte

 

Anna residía en Cáceres, su edad era, se podía decir indefinida, pues no aparentaba más de veintitantos años:

Una mañana, recibe una carta que le sorprende al leer el nombre del remitente que le era totalmente desconocido para ella, había sido enviada desde Moscú, la remitente era una mujer llamada Natacha.

Anna rasga el sobre con curiosidad y, comenzó a leer la misiva.

Querida Anna:

No sabes cuánto me ha alegrado la noticia de saber que me vas a visitar en breve, te mostraré todo lo que te pueda interesar de Moscú. Pero debo decirte que desde que nos vimos aquella noche de ferias en una caseta cacereña que, por cierto bebimos hasta perder el equilibrio, confieso, que no tenía ni idea de que te acordaras de mí; a lo que se refiere a la capital moscovita; en todo caso me siento complacida de ser tu anfitriona, creo que hay demasiadas cosas en este país que “quizás” tu desconozcas.

Con mis mejores deseos, que tengas un feliz y agradable viaje.

Con afecto.

Natacha.

Anna perpleja  lee y relee aquella carta totalmente incrédula, las señas no estaban equivocadas, el nombre era correcto, la dirección escrita correctamente.

En unos momentos sin razón aparente Anna se olvida de la carta, tirándola a la papelera que tenía bajo la mesa de su escritorio.

Al día siguiente y mientras tomaba su segundo desayuno con una compañera de trabajo (por hablar de algo) le comenta la carta extraña que había recibido desde Moscú.

Su compañera de trabajo—le dice—y me dices que no conoces a la remitente.

No, para nada, pero la verdad no siento inquietud alguna, pues me ha parecido que está escrita en tono de amistad.

¿De veras no tienes idea de quién pueda ser?

No, por esa razón me parece un tanto extraño.

Cuando a las cuatro de la tarde llega Anna a su apartamento, abre el buzón como tenía por costumbre, y de nuevo fue sorprendida con otra carta que era de la misma remitente, al entrar en su apartamento, la deja encima del mueble de la entrada olvidándola.

Después de prepararse una taza de café, se acuerda de la carta, se dirige al recibidor y la coge, en esos momentos, no pudo descifrar los sentimientos que le produjo el tenerla en sus manos, tal vez pudo ser indignación lo que sintió por saberse implicada en algo que no tenía ni idea, pero también sintió curiosidad por saber qué era lo que guardaba aquella invitación que tan cordialmente le hacía una desconocida moscovita.

Querida Anna:

Solo unas letras más para decirte  que es un honor para mí y mi familia el que por fin hayas decidido viajar a este mi país precisamente en el mes de Agosto; creo que has elegido bien, pues en invierno es casi imposible transitar por la acumulación de nieve que hay en las calles añadiéndole el frio intenso al cual sé que no estas acostumbrada, añadiendo por esa fecha otro inconveniente que hay que sumar que es el intenso tráfico, aunque de eso no te debes preocupar, pues disponemos de una extensa red de metro que sin duda tendríamos que coger; de todas formas puedes venir cuando lo creas conveniente.

Mis mejores deseos.

Quedo a ti disposición.

Natacha.

Anna con la carta en la mano, de pronto, tuvo una negación de la realidad.

Se detuvo unos momentos en el pasillo antes de entrar en su pequeño estudio, en un impulso, de dos zancadas se puso ante su mesa de trabajo, y se dispuso a buscar la primera carta que había recibido el día antes, pero no la encuentra, desolada no recuerda haberla tirado a la papelera, la mira, pero la papelera se encontraba vacía.

Aquella noche le invadió una terrible inquietud no pudiendo pegar ojo en toda la noche, en el insomnio, su cabeza empezó a cernir  una gran incertidumbre que parecía hacerle de imán, un imán que la incitaba a aceptar aquella insólita invitación.

Por la mañana se encontraba extenuada ante el insomnio sufrido, se levanta de la cama con desgana, y al poner el pie en el suelo siente que se encuentra débil de cuerpo y alma, y empezó a dudar de todo lo que le rodeaba, achacando todo su mal a aquellas dos cartas que había recibido; algo le pasó, que de repente se vio que con precipitación era conducida hacia un purgatorio desde donde se podía ver el infierno.

Anna se horroriza ante los recuerdos de uno de los pasajes de la novela de La Divina Comedia, ¿estaría acercándose al infierno?  Pero en esta travesía no tenía a nadie que le acompañara, ella no era Dante, ni tampoco Virgilio, porqué ella, precisamente ella, caminaba por laderas escalonadas y redondas atravesando el purgatorio.

Sin apenas saber qué era lo que hacía, decidió averiguar quién le había escrito aquellas misivas que habían desconcertado su vida, pues se veía atrapada por un ente invisible.

Poco después se encontró conduciendo su pequeño utilitario hacia el aeropuerto-- Madrid Barajas  Adolfo Suarez-- para embarcar rumbo a Moscú.

No supo cómo pero de repente se encontró en una plaza rusa lo supo por el idioma, allí en aquella plaza que le pareció inmensa, se encontraban carros amontonados, llenos de mercancías para vender recién traída de los campos los labradores, algunos se encontraban llenos con sacos de heno, verduras, animales en venta, todo cabía en aquella enorme plaza.




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