¿Pero qué era todo
aquello?
Cuando Anna miraba desorientada aquel entorno, una garganta
profunda, invisible—le dijo—yo soy una sombra que te sigue, Anna se quedó casi
sin aliento, entonces, y sin pensarlo comenzó a correr desesperadamente por
aquella plaza…..no podía ser, no se parecía en nada a la plaza Roja, que ella
había visto en muchas publicaciones donde se hablaba de Moscú, Anna recuerda el sinónimo en ruso que quiere decir
, “bella” pero allí no se veía ninguna belleza, solo desolación, y gritos de
desesperación.
En la cabeza de Anna empezó a bullir como en una hoya a
presión episodios pasados que creyó que no le eran ajenos. Recuerda mientras
corría hacia la nada, que todo aquello que estaba viviendo transcurrió en los
siglos XVIII, Y XIX, en el que el hombre pudo al fin abrir su mente a las nuevas tecnologías, mecanización, y un
conjunto de inventos científicos de unos
cuantos ingenieros, entre ellos se encontraba un español llamado Agustín
de Betancourt que creó máquinas
increíbles, y que viajó por muchos países para importar su reciente tecnología. Este ingeniero, terminando sus días en Rusia, al ser requerido por el Zar Pedro I.
Agustín de Betancur fue requerido por el Zar para que lo
acompañara al litoral del golfo de Finlandia. Para proponerle apenas llegar a Moscú, que deseaba que en una pequeña isla que se hallaba en la
desembocadura del río Neva, se fundara una nueva ciudad que sería la nueva capital de
Moscú, y que le pondría por nombre de San Petersburgo. El Zar le propuso a
Betancourt que fuera el arquitecto de su magno capricho, pues odiaba con todas sus fuerzas Moscú.
Pero aquella región donde se encontraba el río Neva tenía un
grave inconveniente, era pantanosa y de clima insalubre. Cuando comenzaron las
obras, Agustín de Betancourt, y aun a pesar de los enormes sacrificios de los
hombres que morían cada día, tuvo que reclutar
a la fuerza, a campesinos y a obreros por todo el imperio ruso. Cuando al fin se
terminó la ciudad muy similar a la de Ámsterdam; que ese era el deseo del Zar.
Anna seguía corriendo sin entender que le estaba pasando, sus
pies se movían inseguros al pisar los troncos flotantes que constituían la
cimentación de una ciudad que clamaba justicia para sus muertos. El barrizal se
convirtió en una ciénaga intransitable, pero Anna no podía echar marcha atrás,
las casas de madera flotaban hacia el mar, uno de los troncos era llevado a
gran velocidad por la corriente, estos troncos llevaban cadáveres adheridos a la madera como lapas, al igual que circulan las ballenas por el mar.
Anna mirase donde mirase todo eran lamentos ¡Estaría
atravesando el purgatorio! pero ella no era Virgilio ni Dante, ni tan siquiera
estaba enterada de que hubiera hecho nada que fuera pecado, no tenía nada de
qué redimirse, ¿Pero por qué había perdido la esperanza? Le pareció extraño que
allí en aquel purgatorio que a Anna le pareció lo más profundo del infierno se
encontrara a tan famosos poetas.
¿Poro de que los
conocía ella?
Anna en medio de aquella ciénaga, había conocido por primera
vez el purgatorio, pero también supo que
estuvo muy cerca de haber caído en el infierno, solo le faltó un ápice para
entrar en el valle dónde se encontraba su otro yo… ¿Qué le decía a ella el nombre de Agustín de
Betancourt? pues no entendía el por qué se encontraba en esos momentos hablando
en las mismas puertas del purgatorio, ni `porqué hablaba con uno de los guardianes, y que este le
pidiera indicaciones de su alma. Anna, poco después, se creyó libre de todo
pecado al encontrarse de nuevo en la Plaza roja de Moscú, admirando de forma
muy particular su grandiosidad.
¿Sería ese el Edén?
No olvides, le decía su conciencia, que ninguno de los actos
que puedas hacer buenos, o malos, se quedan por pagar, es una factura
intransferible. Anna desde ese momento recapacitó, ella no tenía nada de que
reprocharse, ella nunca llevó el apellido Betancourt.
¿O ese apellido Betancourt había desaparecido de
su genealogía?
Pero, ¿Quién era Natacha?
Un destacamento de guardia se aproximaba a ella, que hacía vibrar el suelo con los cascos de sus caballos, de repente Anna es obligada a
montar, una vez en el lomo del caballo empezó a sentir cómo su montura
comenzaba a agitarse y tuvo que apretar los muslos y aferrarse a las riendas
para no caer, y esperar a que pasara la comitiva que le predecía.
¿Quiénes eran los que
formaban aquella comitiva? entonces Anna inspiró profundamente.
Unos años después, Anna regresa a Rusia en calidad de
investigadora, una vez dentro del palacio de invierno de los zares recorrió las
estancias como su fuera una turista más, al llegar a la galería de los
retratos, su corazón se paró de golpe, allí estaba la que supuso era Natacha,
pues al encontrarse frente a ella, y de la miraba que le prodigó desde aquel
óleo, fue cómo si le estuviera desnudando su alma. Entonces supo que la estaba
invitando a que entrase en el salón contiguo, Anna, se dirige hacia donde le
indicaba aquella mirada, pero cuando empuja la puerta, asombrada pudo ver que
en el fondo de aquel salón y, junto a una de las ventanas por donde se podía ver el helado río
Neva se encontraba su abuela, que charlaba animada con alguien que parecía un
espectro, Anna no creyó lo que estaba presenciando, pero alguien, se acercó a
ella para decirle, Natacha has tardado mucho en venir, ahora te toca a ti
quedarte en este palacio, pues tu bisabuelo hizo ésta estancia pensando en que
tu vivieras en él eternamente, sí, no dudes, tú eres Natacha.
Pues éste es tu mausoleo. Anna se tapó los oídos con las manos
pues allí se habían concentrado todas las agonías de aquellos hombres que
hicieron posible el capricho de un zar, pues sin saberlo ella debía purgar
al llevar en sus venas la misma sangre
de un hombre que fundó unas de las ciudades más bellas, del mundo.
FIN


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