domingo, 28 de noviembre de 2021

¿Fue una invitación premeditada?

La anfitriona parecía estar complacida ante este debate, pues con la vista de águila analizaba cada palabra que salían de la boca de sus invitados, y lo que estos debatían, pues al parecer se trataba de asuntos tan bochornosos, que solo eran digno de una pandilla de maleantes, la mirada de la señora cruzaba de vez en cuando con la de alguno de ellos, siendo semejanza a la de un búho, pues rotaba la vista unos 180º para no perderse ni una sola sílaba de los que se encontraban allí.

Una vez terminada la cena, y los invitados comenzamos a retirarnos, excepto un reducido grupo que se quedó rezagado, los cuales todos lucían los ojos ensangrentados por el alcohol ingerido.

 Sin pudor comentaban el tener que finiquitar cuanto antes el asunto que tenían pendiente, al parecer hablaban de un fraudulento negocio que les daría pingues beneficios con tan solo obtener una firma, una firma que al parecer les falló, pues al parecer se equivocaron de persona.

En aquel grupo todos hablaban atropelladamente al no ponerse de acuerdo en el reparto equitativo de estos beneficios, de pronto se enzarzaron en una pelea dialéctica tan soez y burda, que acabó con un herido de un botellazo en la cabeza, nadie sospecho que mi  marido y yo, nos encontrábamos fumando un cigarrillo debajo de la ventana, comentando lo variopinta de los invitados.

Al parecer estos personajes bien vestidos y estirados que practicaban el pasteleo, en realidad eran solo unos burdos extorsionistas disfrazados de caballeros.

Por la mañana, y después de un suculento desayuno, la señora se acerca a mi marido, sonriente, le pide que firme en el libro de invitados, para quedar inscrito como que había asistido al evento. Diego con su serenidad característica, declinó ese honor, objetando que no era meritorio de ese privilegio, entonces la señora sonrió no dándole importancia.

Poco después los que sabían montar les dieron un caballo, a mi marido le dieron uno que parecía nervioso, yo monte en un Jeep de color verde musgo preparado para el evento. Y cada uno ya en sus puestos comenzó la excursión, todo parecía transcurrir  de una manera idílica, pero de pronto uno de los jinetes se cruzó velozmente rozando el hocico del caballo que montaba mi marido, este hecho estuvo a punto de derribarlo, pero Diego con destreza que yo desconocía supo dominar al animal, y no pasó nada.

Subiendo la cuesta del castillo árabe, de pronto sorprende de nuevo a mi marido como le cae encima una serpiente que en su caída rozó las patas del caballo encabritándolo, este hecho estuvo a punto de que se precipitara por el acantilado hacia el río Tajo. Entonces intuí que aquel accidente parecía estar preparado para que mi marido tuviera un percance, sin dudas entre aquella gente se estaba cociendo algo turbio. ¿Pero por qué mi marido?

Nadie comentó lo ocurrido, parecía todo muy normal.

Poco después nos dirigimos hacia una gran carpa instalada para el almuerzo y descansar, donde se nos serviría una buena pitanza, las vistas desde donde nos encontrábamos eran espectaculares, pues frente se encontraba una roca llamada El salto del Gitano, y a sus pies el bravo río Tajo que parecía transcurrir sereno y sin prisas.

Dos cocineros se afanaban en la cocina preparando la comida, que al ser una comida a la manera de los  trashumantes, que por supuesto no faltaron las deliciosas migas de pastor, al parecer la carpa carecía de lujos, pues el vino se distribuyó en botas, las cuales se pasaban de mano en mano para que todos bebieran y disfrutaran del caldo. La alegría era notoria por todas partes, pero a mí me pareció que reinaba la hipocresía, pues por el comportamiento que pude observar era similar a una reunión de bandoleros que festejaban el haber conseguido un buen botín.

Seguirá.




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