. Habían sido
burlados por una mujer, entonces y, antes
de que pudieran los allí reunidos reaccionar por la sorpresa, la mujer comenzó a hablar, pero nadie la
escuchaba, sólo se oían comentarios morbosos hacia aquella figura femenina que
osaba pisar el terreno de los hombres,
uno de los caballeros con voz potente hizo llamar a uno de sus lacayos que la sacó
de la sala sin miramientos, dejándola en manos de un desalmado rufián que la
amordazó.
Yo aterrada me encontraba presenciando un escenario del
pasado donde se perpetró un atropello hacia una mujer, solo por ser mujer, y yo
sin poder hacer nada ante semejante injusticia, y sin pensarlo, seguí
los pasos de aquel verdugo que hacía andar a empujones a la doncella, hasta situarme tras ellos, bajamos por unas estrechas escaleras casi arrastrando por donde el
techo parecía aplastarme la cabeza, de pronto, pareció que nos encontrábamos en
la antesala de un calabozo, aquel lugar, era sin duda alguna donde con
frecuencias se cometían las mayores atrocidades inimaginables contra todo aquel
que no acatase las órdenes del que en esos momentos ostentara el cargo de Comendador.
Mientras tanto yo sabía que me encontraba viviendo algo
atemporal, pues vi cómo la doncella era
atada a un potro de tortura, ella debió saber que me encontraba allí pues me
miró con dulzura, yo no supe que hacer, no tenía medios para impedir aquel vil
atropello, pero mientras sus miembros eran estirados cómo si fueran de goma, mientras ella con la mirada me relataba lo que iba suceder después de su muerte, por lo tanto era preciso
que alguien presenciara lo que estaba acaeciendo en aquella bella ciudad donde
la avaricia de los hombres la estaba haciendo desaparecer.
Una vez en la calle me encontré con dos hombres que pasaron
junto a mí llevaban unos abrigos verdes
largos y unos pequeños sombreros de tres picos, que sin decir palabra me
señalaron el camino que tenía que tomar para salir de la ciudad.
De pronto un terrible movimiento de tierra, hizo temblar los
cimientos de la ciudad, para poco después quedarla sumergida para la eternidad, yo sólo
mire hacia atrás. Más tarde, supe que de aquellos escombros surgieron nuevos inmuebles a
modo de casas solariega. De aquella catástrofe nunca más se habló, no era necesario hurgar
tanto en ese pasado. Entonces fue cuando surgió una nueva ciudad, era moderna,
tanto que aún y a pesar del tiempo transcurrido sigue siendo hermosa, y en la
actualidad la llamamos Medieval.
Recordando aquel episodio de mi vida, donde quedaron muchas
lagunas en mí memoria, creo que para mí no fue nada sorprendente lo que aquel día presencié, pues a veces y en mi propia casa, siento presencias que, parecen
desear contarme historias de las que
sucedieron en Cáceres cuando corrían en
los siglos XVII—XVIII, todas estas sensaciones me suele acontecer cuando bajo
las escaleras que conducen al llamado Alzapón de mi casa (palabra en desuso)
habitación donde se solían almacenar los
alimentos en los tiempos pretéritos, que aún algunos se conservan, pero yo tengo uno en mi casa encontrarse en la parte antigua de la ciudad.
Este fenómeno que afloran en mí cada vez que bajo esas escaleras, pienso que,
tal vez tenga alguna relación con lo que
siento al pasear por la ciudad monumental.
¿Acaso somos tan zafios que llegamos a pensar que somos
únicos, que no tenemos antepasados? Pero dentro de cada uno de nosotros debe haber algo que nos haga pensar, ¿de dónde venimos?
¿Y si estos antiguos moradores de Cáceres se encuentran esperando el momento para que los liberemos de
su eterna oscuridad?
Sé que esta impresión la puede sentir cualquiera, pero una vez que se ha tenido esta experiencia, más tarde puede llegar a ser difícil explicar a un amigo, que has dado un salto atemporal en el espacio y tiempo, porque has presenciado una escena del pasado.
Pero cuando sucede y necesitas comentarlo, entonces casi nadie lo cree por lo cual nadie se atreve a contar sus sentimientos Y si hablan de lo que les sucedió, no son creíbles,
por la simple razón de que cada individuo tiene su propio criterio, pero yo, os advierto, que Cáceres no
es solo un manantial de historia, es una Ciudad tan especial, que a veces se
suelen ver cosas que no se deberían ver, por eso advierto, cuidado, con lo que os podéis encontrar al pasar por sus calles, porque puede ser que os encontréis a una dama llorando tras la celosía de su ventana, la cual y ante este suceso puede ser que nunca podáis olvidar esos momentos, como lo de haber contemplado a uno de sus
primitivos habitantes en un acto cotidiano, pues ellos siguen estando ahí, esperando que llegue el momento para poder
salir del subsuelo.
Pero para que estas sensaciones afloren, solo tenéis que
adentraros con cuidado al anochecer por una de sus callejuelas y sentir la impresión de que
estáis siendo vigilados por seres incorpóreos. Y luego si os apetece contáis
sin temor esta experiencia a vuestros amigos, que por supuesto al no vivirla, no os creerán, pero sentirán curiosidad por saber si es verdad.
Aquella joven que estaba siendo mancillada por su condición
de mujer, con su mirada quiso que contara algo de su historia, sin sospechar que
en aquel momento, algo sobrenatural hizo que mi memoria no fuera la de siempre,
pues lo más importante que acaeció aquel día no lo pude recordar.
FIN.


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