lunes, 23 de mayo de 2022

Ciro, el persa

CIRO,  EL PERSA

 

Deseo contaros una historia, pero tengo tantas en la cabeza que la verdad no sabía cuál os podía entretener más. Busco entre los recovecos de mi memoria y, he recordado una historia que quizás os guste.

Justo aquí, es donde comienza la leyenda de Ciro.

Astiages  era rey de los Medos, una noche tuvo un sueño que creyó podía hacerse realidad: soñó que su hija Mandane comenzaba a orinar de una forma y manera que, al hacerlo en tanta cantidad, de repente el orín fue tan abundante que inundó toda Asia.

 Al día siguiente el rey de los Medos, convoco con urgencia a todos sus magos y místicos para que le dijeran el significado de aquel sueño, estos magos después de echarle las cartas y hacer magia,  le aseguraron al rey que su hija, tendría un niño y que poseería toda Asia.

Asustado del pronóstico y premoniciones que hicieron sus magos y místicos, el rey  preocupado de que este sueño se pudiera hacer realidad, inmediatamente casó a su hija Mandane con el rey de los persas Cambises.  Así que aquel niño que estaba por nacer, cuando llegara a tener la edad para gobernar, sólo podría optar a ser el rey de Persia.

Pero los sueños de Astiages no acabaron ahí, pues cada noche y cuando cerraba los ojos, volvía a soñar, los mismos sueños que según sus magos no parecían tener importancia. Pero una noche después de una fiesta que el rey abusó del alcohol, se acostó beodo, aquella noche de nuevo volvió a soñar algo que para él era espantoso, pues vio que del útero de su hija brotaba una parra cuyas ramas eran tan poderosas que se extendían por toda Asia.

Aquella misma noche supo que aquel  vaticinio, onírico podía hacerse realidad.

Entonces, nada más amanecer, hizo llamar a su hija, aquella noche los cielos persas parecían bramar al paso de la caravana donde viajaba Mandana, los ríos se desbordaban a su paso, el viento azotaba tanto los árboles que obstaculizaban el paso de la caravana, era sin dudas un viaje peligroso  ya que su hija se encontraba embarazada.

El rey seguía con su obsesión, y después de meditar qué podía hacer cuando aquel niño naciera, tuvo una idea que creyó era la mejor opción para deshacerse de su nieto que estaba a punto de llegar al reino de Medos, y estaba predestinado a reinar en toda Asia.

Y llegó Mandana al palacio de su padre, su aspecto era deplorable después de un incruento viaje lleno de obstáculos, Astiages, al verla la abrazó y cogiéndola de la mano, hizo todo lo posible para que su hija  permaneciera en su palacio hasta dar a luz y,  cuando el esperado niño nació: Astiages mintió a su hija diciéndole entre sollozos y esperpénticos gritos de dolor que el niño había nacido muerto.

Entonces y para compensar a su hija de tan terrible pérdida convocó que se guardaran tres semanas de luto a su pueblo por tan grande pérdida.

Mandana, que conocía la ambición desmedida de su padre, no se fio de él y, cuando llegó la hora de volver a Persia donde le esperaba su esposo Cambises, pero Mandana  antes de salir del palacio de su padre, le echó una maldición.

 Mientras tanto por una puerta trasera del palacio a escondidas salía uno de sus más fieles comandantes de Antiages con el bebé envuelto en una manta, con la orden de ejecutarlo, pero el curtido militar se compadeció del bebé, no teniendo valor para matarlo. Entonces el comandante Haspago—que así se llamaba--  deambuló sin rumbo pensando qué hacer con el bebé, y cuando ya se encontraba desesperado, se encontró con una familia de pastores que, al ver al bebé en brazos de un militar le dijeron que ellos siempre habían deseado tener un hijo, Haspago, loco de contento por haber encontrado la solución, les entregó al bebé pues ya no tenía que ejecutarlo.

Y volvió a palacio con una enorme sonrisa de satisfacción que no agradó al rey Astiages.

El niño fue creciendo, mientras su abuelo, el rey, impartía justicia a sus súbditos.

Pasaron algunos años desde aquel acontecimiento cuando en el reino hubo un conflicto que la corte no sabían cómo resolver, entonces el rey al verse mayor quiso pedir opinión a dos jóvenes de su reino para que resolvieran su problema.

Cuando los jóvenes se encontraban ante el rey, éste se sorprendió, al observar que uno de ellos era la imagen viva de su juventud, entonces lo retuvo unos días hasta poder averiguar de donde era originario aquel joven de extraordinaria viveza, analizando su forma de moverse, su comportamiento.

 Pero no necesitó mucho tiempo para darse cuenta  que se trataba de su nieto.

Y, pensó, en su más fiel comandante Haspago, que le había traicionado desobedeciendo sus órdenes, por lo tanto (su nieto seguía vivo) pero no obstante, se sintió satisfecho de saber que se había convertido en un hombre aguerrido.

Entonces un día el rey buscando la excusa de que aquellos dos jóvenes le habían resuelto el problema que aquejaba al reino, hizo preparar un gran banquete, a su lado sentó a su fiel amigo el comandante Haspago. SEGUIRÁ.




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