¿TENEMOS DERECHO A
REFLEXIONAR?
Amalia, mujer solitaria desde que
abandonó el ministerio en el que prestaba sus servicios como asesora, se
encontraba en su apartamento situado en uno de los barrios cacereños más
elitista.
El atardecer asomaba por el Oeste dejando asomar
con timidez los primeros rayos de sol, Amalia desde su ventana miraba con
desagrado al estar convencida de que los demonios que tenía dentro la estaban
acosando haciendo que viviera en un purgatorio de oscuridad, y humedades, donde
falta el oxígeno.
Desecha sus pensamientos, y se acerca al perchero, coge una
chaqueta y el bolso, se dirige a la calle, se adentra por el parque de Cánovas,
lo encuentra silencioso, misterioso, dónde los árboles al parecer parecían
estáticos, sin vida, los caños que mantienen el estanque en movimiento con su
chorro de agua, se encuentran inactivos, entonces pensó, que el silencio podía
llegar a ser mucho más aterrador que un grito de socorro.
De pronto cree percibir como si unos pasos la estuvieran siguiendo;
ante esta sensación, Amalia nota que avanza con dificultad, las piernas
parecían no querer obedecerle, y casi sin apenas aliento toma asiento en uno de
los bancos del parque, que al ser de hierro nota al sentarse un frio
desagradable.
Levanta la vista hacia el kiosco de la música, y sabe que se
encuentra incapaz de pensar que era lo que le estaba pasando, los temores que
le dominan le impiden ver las primeras luces del amanecer.
¿Estaría siendo manipulada por alguno de tantos fenómenos paranormales?
Entonces comenzó a sentir cómo algo extraño, que le hizo
pensar que se encontraba dentro de un mundo lleno de misterios, de esos que se
nos presentan como si fuera un mundo fascinante pero que al contarlo nadie lo
creería, y pensó ¿Qué va a ser de mi actual vida?
¿Sé acaso algo de este asunto relacionado con el misterio? Mientras
seguía preguntándose ¿Se puede acaso por una alucinación abandonar una regalada
vida?
De pronto y antes de que aparecieran los primeros rayos de
sol por el oeste, pudo oír una voz que le hablaba, soy la sombra, esa que no
puedes ver pero que nunca te abandona, pero no temas, por el momento no
pretendo que sufras un infarto.
Poco después Amalia regresaba a su apartamento; la calle
comenzaba a tener vida, pero ella no parecía la misma, intuía que se encontraba
dentro de un futuro incierto, al encontrarse el mundo en guerras que siempre se
producen por conseguir el poder, siendo para cualquier ciudadano difícil de
mantener un equilibrio cada vez más complicado.
¿Acaso es ese el misterio que nos envuelve hasta dejarnos
exhaustos?
¿Sabemos acaso dónde nos puede llevar este descontento
ciudadano que nos esta haciendo ser cada vez menos empáticos con nuestros congéneres?
¿Se ha perdido la esencia en la humanidad?
¿Es autentico el infierno que describe Dante en su novela y
que vislumbramos como una realidad palpable?
¿Tiene futuro la humanidad ante unos gobernantes manipuladores
y ambiciosos?
Amalia se siente descorazonada ante tanta ignominia por unos
cuantos que en sus alucinaciones se creen dioses.
Suena el teléfono, lo coge, y con desgana contesta, diga, al otro
lado del hilo, soy Adela, un silencio prolongado hace que Adela insistiera; ¿acaso
no sabes quién soy?
El silencio para Adela al otro lado del hilo telefónico se
hace insoportable, por favor contesta soy tu hermana, Amalia sin apenas poder
articular palabra contesta, si sé quien eres, la que puede sacarme de este
infierno en el que me encuentro perdida.
¿Sucede algo?
No te preocupes son cosas mías.
Entonces puedes venir a conocer a tu nueva sobrina.
Amalia ante esta noticia solo pudo decir, entonces tenemos
que movernos el mundo entero para que los sátrapas dejen de gobernar las
naciones, pues esta niña y otras muchas como ella, se merecen contemplar cada
día un cielo azul y ver cómo cada noche las estrellas del cielo iluminan sus
sueños, esos que con la paz se pueden hacer realidad, desechando con vigor a
los manipuladores para que esta generación no conozca la terrible tragedia de
las guerras.


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