sábado, 13 de julio de 2024




LO QUE EL MUNDO ESCONDE

 

A menudo nos encontramos en situaciones que nos hacen pensar; puede que sea el poder de la imaginación, pues en según qué momento se despierta haciéndolo de tal manera que nos hace  vivir unos momentos, quizás horas, que es cuando se apodera de nosotros una intranquilidad no deseada, al ser algo que se encuentra inherente en la naturaleza humana, pues sin apenas darnos cuenta puede ponernos en una situación no buscada que hasta puede hacer alterar  nuestro destino, efecto que parece transformarnos mientras estamos viviendo esta situación, pero sin llegar a prever que en cualquier instante una mañana cualquiera, puede cambiar el rumbo de nuestras vidas.

Yo, para los que me conocen soy una de esas personas las cuales se me puede definir de tener una imaginación desbordante.

Transcurría una de tantas mañanas que decidí acompañar a mi amiga al médico, pues no se encontraba bien; en estos momentos en que cuento este relato, me encontraba en la sala de espera sola, esperando que apareciera mi amiga después de que le hiciera la visita el médico; de repente, y como si hubieran sido llamados apareció una ingente multitud, tanto que aquella sala me pareció similar a la parada del autobús,  todos esperaban ser llamados a consulta, uno a  uno todos fueron llamados entrando en la sala de consulta, mientras tanto para mí la espera en soledad se me estaba haciendo insoportable

Yo seguía esperando a que  mi amiga  saliera de la consulta pues hacía más de una hora que había sido requerida por la enfermera, el tiempo pasaba, y no sabía que podía haberle pasado, entonces  pude comprobar que todos los pacientes entraban  pero que  nadie salía, este pensamiento me intranquilizó, me levanto para llamar a la puerta del consultorio, lo hice suavemente para no molestar, pero nadie contestó, intrigada me siento de nuevo, mientras me invadía la impaciencia que unida a la incertidumbre me hizo pensar… ¿y si existe otra puerta por la cual salen los pacientes? Pero no podía ser posible, me encontraba en una institución seria de prestigio, de nuevo me levanto, paseo, en aquella sala estaba sola, de pronto me doy cuenta de que todo estaba en silencio, un silencio sepulcral; me impaciento, los nervios sin mi permiso comenzaron a dominarme, vuelvo a llamar a la puerta, silencio absoluto; salgo al pasillo, y este se encontraba desierto, vuelvo a sentarme, cuando pude oír un gemido de dolor que parecía salir de la pared que tenía frente a mí; el miedo me paraliza, no puedo mover ni un solo músculo de mi cuerpo, tampoco puedo articular palabra, entonces me doy cuenta que necesitaba gritar para pedir ayuda ¿Qué estaba pasando? Pero cuando estaba a punto de en un estado de histerismo, la puerta de la consulta se abre, y ante mí aparece el galeno con su bata blanca, manchada de sangre, que dirigiéndose a mí, me dijo, ya puede pasar, me quedé mirándolo  hasta que pude decir yo no soy su paciente, he venido para acompañar a mi amiga, que por cierto aún no ha salido, y estoy preocupada, lleva más de dos horas dentro y no sé que es lo que le pasa; el galeno dio unos pasos hasta ponerse junto a mí, y cogiéndome de un brazo hizo que entrara en la consulta, entonces pude apreciar que sus ojos eran como dos diminutos puntos de luz.

Una vez dentro me esperaban dos forzudas enfermeras, las cuales  hicieron que me echara en una camilla, mientras el galeno seguía frente a mí mirándome, fijamente, sin decir nada, entonces, con un gesto suyo las enfermeras empujaron la camilla hasta adentrarme por un oscuro y largo pasillo donde sólo había un diminuto punto de luz casi imperceptibles para el ojo humano,   mientras tanto yo no podía creer lo que me estaba pasando.

Entonces y antes de llegar a aquel punto de luz que denunciaba el final del recorrido, de pronto se dejó oír una voz potente que dijo, “alto” están todos detenidos.

En unos segundos aquel pasillo tenebroso se llenó de policías cargados de metralletas, yo ante aquel espectáculo seguía echada en la camilla sin saber qué hacer, pues parecía estar viviendo una situación rocambolesca.

En esos momentos el que parecía ser el jefe de aquella brigada, se acercó a mí, y con voz autoritaria me dijo, ¿te han inyectado algo? Pero yo no contesté, hasta que pude articulas palabra para decir que por el momento no me habían hecho nada.

Entonces -dijo—levántese y siga a mi compañero, yo obedecí.

Una vez me encontré en la comisaría, el comisario me hizo esta pregunta ¿Cuantos estuvisteis ayer en la cena homenaje al Dr Borneo? Lo miro, no sabía de qué me estaba hablando, no entendía nada ni porqué estaba allí, entonces me dijo, enséñame el brazo, no ese no, el otro, ¿Tampoco sabias que en el brazo tienes tatuado el símbolo de los alquimistas.

Me miro el brazo, y entonces recordé que había asistido a una cena de la que resulto fue salvaje y donde se pierde el control, también recordé que a la salida de aquella cena iba mareada y me puse delante de un coche por el cual fui atropellada.

Este pensamiento hizo que retumbara en mi cabeza, tanto que me hizo abrir los ojos; y creo que entonces sonreí; este simple gesto hizo que los allí presentes rompieran a aplaudir  al igual que se aplaude a un conferenciante después de su alocución.

Y fue cuando supe que puede haber vida después de la muerte, pues todos pensaban que había muerto, también supe que todo lo que había soñado había sido algo que tenía aún por vivir, al ser de alguna manera un reflejo de lo que está por llegar, para ocupar un vacío que en cualquier momento tenemos que llenar.

Y de esta manera fue cuando por primera vez en mi vida sentí cómo me liberaba   de un lastre que me había mantenido presa, y que al fin podía surcar los cielos cual pájaro en libertad.

La alquimia había hecho su trabajo…

TERESA

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