domingo, 22 de julio de 2018

Las nieves de Gredos 2º parte

Uno de estos días en que se preparaban para salir de excursión, a mi madre le sorprendió su tardanza,  habían descubierto la Laguna Grande en el Circo de Gredos, se trataba de una depresión del terreno que  se prolonga desde un elevado escarpe para terminar sobre la fosa del río Tiétar. Para ellos fue todo un descubrimiento, y crucial sobre todo para mi hermano, pues desde entonces no tuvo ninguna otra afición que la de bajar por las depresiones graníticas para inspeccionar las oscuras grutas que se encontraba en el camino.
Mi hermano hizo más tarde de esta afición una profesión, llegando a formar  más tarde un grupo de especialistas, dedicados a la exploración del macizo.
En aquel entonces yo lo veía feliz dedicándose a ese trabajo que era su vocación, más tarde supe que los tres invitados que se encontraban allí presentes, habían formado parte de algunas de sus expediciones.
Yo enfile mi vida por otros derroteros.
Recuerdo que un fatídico día en el que se encontraba explorando su equipo unas pozas, uno de sus especialistas desapareció inexplicablemente la negrura de una de las grutas, desde entonces mi hermano jamás volvió a hacer ninguna incursión en la Laguna del Circo.
Ya reunido con ellos, me siento en un sillón frente, y miro analíticamente a Faustino, entonces creo recordar que se dedicaba a los negocios, por cierto-- no siempre transparentes, le gustaba vivir con demasiada ostentación. Se casó con una mujer derrochadora que gastaba sin mesura, al parecer a su   esposo este despilfarro de su mujer no parecía afectarle, dando a entender que para él era fácil ganar el dinero, parecía presumir con arrogancia su enorme tripa, dando la sensación que era un hombre sin escrúpulos.
Ahora detengo mi mirada en Samuel, hombre enjuto, tez anacarada y nariz transparente que daba el aspecto de poco fiar, sus manos largas y blancas se movían constantemente sin control.
Yo, Marcial, (perdón aún no me había presentado) soy el que menos pega en esta reunión que si no fuera porque ésta fue la casa de mis padres donde siempre viví, no hubiera acudido a la llamada de mi hermano, la verdad es que nunca me preocupé por  subir de nuevo a la cumbre para disfrutar de su magnífico espectáculo, siempre sentí vértigo, y recuerdo que para ocupar mi tiempo encontré la manera de entretenerme en un pequeño laboratorio que  habilitó mi padre  en la buhardilla donde yo solía investigar la flora y fauna que era lo que me gustaba y me ofrecía el entorno.
Más tarde me hice profesor de química en la universidad de Cáceres, llevo una vida tranquila con mi mujer también profesora, juntos hacemos un buen equipo de investigaciones.
Aquella tarde el aire se encontraba impregnado de un denso aroma a flores silvestres.
Mi hermano Tirso, el anfitrión, llama para que entremos en el comedor, todos acudimos más que por su llamada atraídos por el aroma que salía de la cocina. Con asombro veo que cada uno de los comensales tenía su nombre asignado dónde sentarse. A todos les pareció normal, hasta gracioso, pero yo, me intranquilicé.
La cena fue exquisita, el venado en su punto de cocción exacto, el vino era excelente pero el postre…de eso hablare más tarde, era un licor rosado que me produjo un vuelco en el corazón. Tenía el mismo color rosado de mis experimentos, resultado de la manipulación de ciertas hierbas aromáticas. Siento, vértigo, mis cobayas después de la ingerir aquel líquido, todas morían en unos segundos.
Un presentimiento hizo estremecerme ¿De dónde había sacado mi hermano ese líquido?
Me levanté de la mesa y preso de un presentimiento aterrador, me dirigí a mi pequeño laboratorio, una vez dentro miro con mucha atención, pero no ví nada que fuera relevante, nadie parecía haber manipulado mis herramientas de investigación.  mis movimientos convulsos se paralizaron en unos segundos al notar en mi hombro una mano de hierro que se posó en mi hombro, mi sobresalto fue tal que casi me desmallo al saber que era  mi hermano, su mirada era tan feroz, que más que invitarme  a bajar con él me ordenó, te necesito abajo.
Yo le seguí hasta el salón, no sabía qué pensar, nada estaba dentro de la lógica, todo me pareció surrealista. Me siento en el sofá esperando que mi hermano me dijese cual era esa urgencia, después de un rato de charla, reparo en que Faustino empezaba a dar muestras de sentirse mal, todos lo achacamos a la copiosa cena, al ser el que más comió, poco después y casi arrastrando lo llevamos a una de las habitaciones.
 Curiosamente preparada para invitados.
Después de que hubiéramos recogido la vajilla de la mesa y llevada a la cocina para fregarla, nos dirigimos al salón, de nuevo  nos sentamos cerca de la chimenea, mi hermano nos ofrece una copa de coñac. Cuando Samuel tiende la mano para coger la copa incomprensiblemente estas comenzaron a temblarle hasta derramar el líquido al suelo, le ayudo a recostarse en el sillón, se queda dormido al instante, a ninguno nos sorprendió su actitud, después de una suculenta cena unida al calor de la chimenea.

Más tarde, Samuél comenzó a babear  como si hubiera ingerido un vaso de agua con detergente.







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