Alguien ordena que comiencen a caminar y entonces
algo extraño se produce en el ambiente, pues todos comenzaron a andar dóciles
como autómatas, adentrándose por una estrecha senda flanqueada por arbustos
punzantes. Era tal la oscuridad reinante que en su caminar sólo podía
distinguir las siluetas difuminadas de sus compañeros de viaje.
Después de un largo trecho caminando a ciegas, empezó a clarear el día y
entonces fue cuando vio que estaba situada en la falda de una montaña, que en
desigual simetría había unos escalones que en su cansina ascendencia parecían
ser interminables. Cuando llevaban escalado unos cien peldaños, Anna se siente
desfallecer, su ritmo cardiaco se encontraba demasiado acelerado, se para unos
segundos para aspirar aire, cuando de pronto se empezó a oír el chillido
escalofriante de las hienas, que parecían salir de cada uno de aquellos
peldaños, haciendo que el ascenso a cada paso fuera más insoportable.
Mira a su alrededor intentando amortiguar el miedo
que sentía, cuando descubre ante ella algo indescriptible, toda la montaña se
encontraba salpicada de cerezos con el fruto maduro que desprendía un intenso
color rojo, dando la sensación de que la montaña se encontraba salpicada con
gotas de sangre. Espantada, quiere pensar que todo es producto del agotamiento y
mira el suelo, aquella vereda por donde habían subido se encontraba cubierta de huesos fósiles y fue
cuando supo de donde venía aquel ruido extraño que oyó bajo sus pies mientras
caminaba. Ahora lo sabía, era el extraño
crepitar de huesos, horrorizada vio cómo
el suelo de la vereda era un osario.
Esos huesos que en su caminar iba pisando empezaron
a cobrar vida. Se asusta, debía estar soñando ¿podía acaso, hipotéticamente
hablando, que fuera posible que estuvieran resucitando criaturas muertas?
La tierra parecía temblar bajo sus pies mientras seguía
implacable el ruido del crujir de los huesos y ante sus ojos estos seres se disponían
con total normalidad a ensamblarse, eran
huesos que se mostraban jugosos mientras se iban configurando transformándose
en la estructura de unos seres humanos extraños.
¿Acaso todos los componentes de esa extraña
excursión estaban viendo lo mismo que ella? Entonces al mirarlos pudo ver por
su expresión que no parecían darle importancia a lo que a ella le estaba
causando pavor.
Poco después pudo oír pasos que parecían seguir tras
los suyos, mira hacia atrás desconfiada y estos seres estaban allí, junto a ella,
se encontraban alineados como un ejército disciplinado que se dirige al campo
de batalla. Anna se pasa la mano por la frente que se encontraba empapada en un
sudor frío, casi cadavérico, entonces supo que se encontraba perdida.
Un ruido inesperado le hace creer que había entrado
en el infierno, un enjambre de insectos, negros brillantes, de procedencia
desconocida se estaban acercando escandalosamente hacia ellos. Ya estaban a
punto de entablar aquella batalla imposible de poder ganar contra aquellos
seres volátiles que eran numerosos, pero de momento todo cambió cuando mira
hacia la dirección por donde desaparecen los insectos y ve cómo aparecía en la
cima de la montaña, un hombre alto, vestido con túnica de color granate, sus
ojos eran cómo dos azabaches que nadaban en un cuenco de sangre.
El efecto que este hombre causó en Anna casi le hace
desvanecer, cuando minutos después coronan la cima fatigosamente, ve a un
hombre que se hallaba sentado en una piedra redonda que giraba con parsimonia
aplastando el fruto del olivo, el ruido que hacía el jugo de la aceituna al
caer en uno de los contenedores subterráneos, era tan escalofriante cómo aquel
desolado lugar.
El hombre ante sus invitados parecía sentirse
contento cuando les dirige la mirada, un criado se acerca al ver la señal que
aquel hombre hacía con su mano. Porta una bandeja con pequeñas tazas que
contenían una pequeña porción de aceite, les invita a beber, el color del aceite era verdoso y su textura era
espesa, sabor áspero y amargo pero Anna se asusta porque aquel caldo no
tenía el clásico olor a la aceituna recién exprimida, era otro olor pero no
difícil identificar. Ante esta revelación, Anna siente que el mundo se hunde a
sus pies, aquel aceite olía a sangre.
El hombre mira hacia donde se encontraba aquel
extraño ejército de huesos vivientes, con un gesto les hace mirar hacia un lado
de la montaña donde se encontraba un olivo centenario con sus ramas secas que
milagrosamente conservaba la fruta en
perfecto estado esperando ser recogida.
Continuará...

