Poco
después le repite la pregunta:
—
¿Lo cogiste tú?
Eladio
miraba en esos momentos a la reina y uno de sus escoltas se paró ante él y dijo:
—
¿Dónde debo buscar mi señora? —preguntó obedeciendo órdenes.
—
Quítale los pantalones, deseo ver sus piernas.
— ¿Si
es eso lo que desea su majestad?
La
mirada malévola de aquella criatura les hizo temblar, pero cuando el lacayo le
desabrochó el cinturón del pantalón y antes de que cayera al suelo, el collar apareció
en el salón, reposaba en un cojín que acompañaba al hacha ceremonial. Aquello inundó la estancia de un silencio mucho más
terrorífico que las palabras hirientes que se pudieran escuchar.
Con
risas discordantes la reina se abrió el escote y puso el collar en su cuello;
pero entonces todos los presentes espantados pudieron contemplar que aquel bello collar cambiaba de color para
convertirse en una horrible y gran tortuga de color granate y ojos de un intenso
color azul, que se adhirió al cuello de aquella niña. En ese instante, las
paredes empezaron a temblar cuando se oyó una voz:
—
Esa joya no te pertenece y ¿quién te ha dado el permiso para que te sientes en
un trono que no te pertenece? Solo yo, que ostento el título de Faraón de los dos Egiptos puedo ocupar ese lugar, ¿acaso ignorabas a quién pertenece esta joya?, pues
me pertenece a mí y sabes perfectamente mi nombre, soy Hatshepsut, hija del
faraón Tutmosis y de su gran esposa real Ahmose, mis padres gobernaron en el
antiguo Egipto. Mi padre me regaló este collar para que formara parte de mi
ajuar y así quedar cómo testimonio en el mundo y en el origen de los tiempos.
Tú
has roto el orden que mi padre creó, esta joya sólo pertenece a mi ajuar
funerario, pero como has dado muestras de que te gusta mucho, te doy la
oportunidad de poder llevarla para toda la eternidad, puesto que para eso fue
diseñada, tienes mi permiso para que te postres al pie de mi tumba para siempre
y así ya no tendrás más oportunidad de usurpar a nadie.
— Soy
una niña — dijo llorando para conseguir el propósito de no ser castigada, pero aquella
voz la mandó callar:
—
Tú nunca has sido una niña, sólo eres sencillamente la perdición del que te
conoce, ahora debes tener muy presente de que nuestra civilización siempre fue
muy estricta con las reglas a seguir, por lo tanto, debes aguantar una
eternidad acompañada por un gran dolor, ¿sabes que me dejas muy consternada?, ¿quién
te instruyó para que pudieras perpetrarsemejante hurto? ¿Habías olvidado acaso
que en nuestra civilización nadie puede lucir una joya que no haya sido diseñada en exclusividad para aquella a
la que fue concebida?
Eladio,
comenta en voz baja:
— Es
solo una niña.
Entonces
dijo Matilde:
—
No Eladio, es un monstruo, nunca te fíes de las falsas apariencias. Pero Eladio,
¿quién te contrató para hacer ese trabajo? Fue a través de Internet y aceptas
así como si nada un trabajo que no sabes
de donde procede.
Poco
después los dos amigos se vieron envueltos en un mundo lleno de penumbras por
donde comenzaron a caminar con pasos perdidos. Así anduvieron tanto que ni
ellos mismos supieron a donde se dirigían, ni cómo empezar de nuevo a buscar trabajo y cazar
a los hipotéticos culpables de unos crímenes que habían quedado sin resolver.
Hatshepsut
Ahmose
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