Después
de arrastrar su cuerpo por un estrecho y angosto túnel, sube unos cuantos
peldaños de escaleras de piedra primorosamente pulidas, en los zócalos de los
lados había murales de sacrificios. Anna siente que su corazón se acelera
cuando al entrar en una gran sala ve a la derecha de la puerta una figura
antropomorfa, con dos orejeras rodeadas de
numerosas cuendas de obsidiana, en una de las esquinas y como elemento
principal en aquella sala destacaba un gran caracol marino que dedujo podía ser
la cuna de un bebé, de nuevo se asombra cuando el trozo de cráneo que llevaba
en la mano salta hacia aquella hipotética cuna.
En
esos momentos la cámara empezó a llenarse con personajes vestidos con ricas vestimentas y adornados
con bellos collares de perlas de colores y plumas en la cabeza, haciendo que el
ambiente pareciera festivo. De repente reinó el silencio, al aparecer un nuevo
personaje que hace su entrada vestido con una capa de piel de lince, la cabeza
tocada con una sola gran pluma de la cual colgaban perlas doradas que relucían
cual luciérnagas en la noche, tras él una mujer de gran hermosura vestida de
gala, que al entrar se acercó al caracol y extendiendo sus brazos sacó un bebé que abrazó con ternura, el bebé sonreía a Anna.
Aquello
parecía una reunión familiar perfecta, hasta que uno de los allí presentes
llamados por todos Chamán, se dirigió a Anna y sin miramientos le embadurnó la
cara con betún rojo, dos mujeres entraron en el salón con ropas de ceremonia,
se acercaron a Anna y la desnudan para vestirla con las ropas que ellas
llevaban. Una vez hecho esto que parecía un rito, salen todos procesionalmente
dirigiéndose hacia un cenote y tras una ceremonia animada por cánticos, Anna es arrojada al
cenote cómo sacrificio ocupando el lugar que estaba predestinado fuera para el
bebé.
Más
tarde cuando Anna abre los ojos, se ve en el fondo de un profundo pozo donde
los huesos de los sacrificados parecían punzones dispuestos a castigar con sus
afiladas agujas a cualquier ser que hubiera tenido vínculo con sus verdugos.
Anna
mira a sus compañeros sorprendida:
—
¿Qué está pasando aquí?
—
Perdona Anna —dijo el que se encontraba al mando de la expedición— sólo tu
ignorabas lo que te iba a suceder, nosotros lo supimos cuando recorrimos la
Calzada de los Muertos por primera vez, que por cierto, tú no quisiste venir.
Entonces
fue cuando supimos que te iban a sacrificar en el lugar de un bebé.
Anna
sigue sin saber nada de lo que le hablaban.
Uno
de los arqueólogos dijo:
— Gracias
a los últimos temblores que se han producido en esta parte de la necrópolis, el
agua del Cenote de los sacrificios se desvió milagrosamente quedando el cenote
reducido a casi un charco.
Anna los mira asustada.
— He
podido matarme.
— Tranquilízate,
sabíamos que tenía la suficiente agua como para que no te despeñases.
— Temblores,
pero qué temblores ¿de qué me estáis hablando?
— No
te has dado cuenta de nada, pues sabemos que cuando caíste no eras consciente
de lo que estaba pasando a tu alrededor al encontrarte bajo el efecto de los
narcóticos, pero debes alegrarte, porque gracias a ti hemos descubierto la misteriosa entrada que nos da acceso a las entrañas
de la pirámide.
Anna,
los mira cómo si los viese por primera vez, pues, seguía ajena a lo que decían
sus compañeros.
Poco
después, el aspecto de aquella ciudad dormida cambió, seguía muerta pero ante
los ojos de esta expedición parecía más hermosa que nunca.
Para
la expedición era un importante descubrimiento y suponía el reconocimiento por
parte de los arqueólogos más prestigiosos.
Anna
una vez en su casa cacereña abre el bolso y asombrada descubre que guardaba un
objeto desconocido para ella, lo coge, eran bolas de obsidiana que al tocarlas
se unieron haciendo la figura de un sonajero de bebé.
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