La información que la condesa pasaba al
gobierno piamontés fue esencial para que la casa de Saboya se impusiera en todo
el territorio italiano. Así Italia, aprovechando la favorable coyuntura que con
sabiduría había urdido la condesa, consiguió recuperar gran parte de los
territorios ocupados por los franceses.
Estas informaciones que iban
llegando a la corte española, verificando la clase de persona que era la
elegida por el rey, puso a los ministros tan nerviosos que, se afanaron con
todas sus fuerzas en buscar una candidata para Alfonso que se ajustara a la
corte con los cánones requeridos y de acuerdo con la Iglesia Católica. Todo
parecía estar a punto de estallar en forma de un tremendo escándalo, los
cortesanos no tenían sosiego pensando que si se realizaba esa boda, sin duda
sería aprovechado por los antimonárquicos para su beneficio.
Cuando después de varias reuniones,
nadie se ponía de acuerdo con las candidatas expuestas encima de la mesa, el
ministro Cañizares, sale de la sala de juntas con un tremendo dolor de cabeza.
Pasea por los anchos corredores de
palacio como una fiera que acababa de ser apresada, de repente frena sus pasos
precipitados, una luz se iluminó en su cerebro, había una candidata perfecta,
volvió sobre sus pasos volviendo de nuevo en la sala de juntas.
Y entrando cómo una tromba en la
sala, gritó más que dijo:
— ¡Ya
la tengo!
Todos
lo miraron cómo si hubiera perdido la cordura.
Después de exponer a su candidata
Cañizares, habla con Cánovas del Castillo, después de la conversación mantenida
entre ambos, sabían que tenían que utilizar todos los medios disponibles para
deshacer aquella locura, aunque ya de antemano sabían que iban a tener que
utilizar muchas argucias, pues el amor que había despertado en el rey la
condesa italiana se había desfigurado, llegando a ser nocivo para su persona al
desarrollarse dentro de él como una gangrena, que sin apenas notarlo se había
anidado con fuerza, quedando atrapado como una mosca en una telaraña, llegando
a olvidar sus obligaciones como monarca;
pues inconscientemente sin meditarlo, se había adentrado por un sendero, que
solo le podía conducir por regiones tan limítrofes que le podían llevar a
graves consecuencias, hasta podía llegar a descender al mismísimo infierno,
porque su amor, era un amor platónico,
pero enfermizo.
Mientras, en la condesa tan sólo anidaba un
amor diferente, era, el mismo amor que siempre sintió por los hombres
poderosos, las ansias de poderes materiales.
El rey se encontraba ajeno a todo lo que no
estuviera relacionado con su amada pues seguía viviendo en un sueño.
En esos momentos, en el Parlamento
y a puertas cerradas, se pedía con energía que se cumplieran las normas de la
constitución.
Habían pasado tres meses del
comienzo de los rumores que no gustaba en la corte y aún no habían concretado nada al respecto y el rey, por
supuesto lo desconocía. En una de las ocasiones en la que se encontraba de viaje,
es requerido por sus ministros su regreso con urgencia a España, pues se sabía con toda
certeza que se encontraba haciendo sus
habituales visitas a la ciudad romana.
A su regreso es requerido con
premura por la junta de gobierno que lo esperaba en la sala de audiencias. El
rey sonrió al percibir entre sus colaboradores un gran secretismo y fue cuando
sorprendido, recibió la noticia de que todo se hallaba dispuesto para que se
desposara con su prima María de las Mercedes de Orleans, una joven de sangre
real pero de aspecto débil.
Nunca se supo el por qué el rey
aceptó esta proposición de boda sin protestar.
La boda no tardó en celebrarse, en
los festejos no se escatimó de nada, pues se prepararon grandes fastos. Esos días, el pueblo llano
de España ardía de felicidad por los contrayentes.
Pero a muchos kilómetros de Madrid,
una mujer despechada, una noche de luna llena se adentraba por un bosque en
busca de consejo.
Ya había pasado un mes de la boda,
cuando el rey recibe un presente, la remitente era Virginia Oldini, condesa de
Castiglione. Este presente no fue motivo de alarma para los ministros, pues el
rey se le veía contento con su joven esposa. Por lo tanto fue entregado el
presente al rey como uno más de los
muchos que aún seguía recibiendo.
El rey lo acepta al saber el nombre
del remitente y lo recibe con gran emoción sintiéndose regocijado; pues su ego
se creció al pensar que aún era amado por la condesa italiana.
Condesa de Castiglione
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