Aquel anillo recibido como regalo
de bodas era una joya muy especial pues
era de un diseño extraño que le hacía ser especial; era un ópalo de color
caramelo casi transparente que se encontraba coronado por brillante. Al verlo
el rey, le complació y se lo ofreció a su joven esposa que impresionada por su belleza no duda en lucirlo al
instante. Poco después enfermó falleciendo casi inmediatamente.
Tan sólo se difundió que había
contraído una de las enfermedades más extendidas en la época, la temida
Tifoidea.
¿Qué fue lo que pasó para que
enfermara con tanta rapidez cuando se encontraba paseando en una barca por el
estanque del Palacio de Aranjuez?
El rey lloró la muerte de su esposa
pero no conseguía olvidar a la condesa, poco después le regaló la joya a su
prima María Cristina de Borbón Dos-Sicilias, que inesperadamente muere en una
fiesta cuando lucía en su dedo el anillo admirado.
Ni el rey ni la corte, por supuesto
sospechaban para nada de que una joya pudiera hacer semejante daño y cuando de
nuevo el rey la recuperó, se la regalo a su hermana María Pilar por su
cumpleaños, que también fallece inesperadamente cuando lo llevaba puesto en una
merienda entre amigas. ¿Cómo se podía imaginar ni sospechar de semejante
maldad? En la crónica del fallecimiento de su hermana se dijo que podía haber
sido víctima de un extraño mal contraído en uno de sus viajes por África.
A pesar de las desgracias acaecidas
en poco tiempo a la familia real, todo parecía seguir su curso normal.
Pasó algún tiempo, el rey se
encontraba casado con su segunda esposa María Cristina, cuando encuentra en uno
de los cajones de su escritorio un estuche con el anillo, que al verlo, tiene
la tentación de ponérselo. Aquel día había una de las sesiones parlamentarias
más importantes, pero aquella sesión parlamentaria fue la última que presidió
el rey pues enfermó inesperadamente de una enfermedad que nunca se dio a
conocer.
Su esposa María Cristina, ya viuda
de Alfonso XII, que siempre ignoró el motivo pero nunca le gustó aquella joya,
se deshizo de ella encargando un colgante para regalar a la Virgen de la
Almudena rompiendo sin saber la maldición que estaba diezmando al reino.
El Obispo de la Diócesis de Madrid, lo recibió cómo obsequio de la
reina bendiciendo la joya antes de ponerla
a los pies de la Virgen.
Poco después la joya desapareció cuando
aún no se le había puesto en el pecho a la virgen, pues descansaba a sus pies
para que fuera admirada por sus fieles cómo regalo de la reina de España.
Días después, de la desaparición de
aquella joya, en un diario italiano, comunicaba en una breve noticia: “La
Condesa de Castiglione había sido hallada muerta en su propio palacio cuando se
encontraba sola y olvidada por todos.
Después de haber vivido los últimos
veinte años en el subsuelo de una mansión de la plaza Vendóme de París, de la
cual se rumoreaba que el palacete se encontraba decorado con cortinas negras.
Tan sólo solía aparecer en la calle
de noche, que era cuando salía de su silenciosa mansión, siempre con el rostro
cubierto por un velo negro que le cubría medio cuerpo.
Los que desconocían su anterior vida
la llamaban “la loca de la Plaza de Vendóme”
No se volvió a dar ninguna otra
reseña sobre su muerte a pesar de ser una de las personas más conocidas de Roma
y París, pero los que pudieron ver el cadáver no quisieron hacer ninguna
declaración al respecto, sólo dijeron que estaban horrorizados.
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