viernes, 17 de abril de 2020

Libertad es ñoñar


Hoy al levantarme, me pongo las zapatillas, me miro los pies, y sin más levanto la persiana, miro la calle, y como desde hace ya no se ni cuantos días, se encuentra vacía. Me dirijo al cuarto de baño, me lavo la cara, pero al mirarme casi me da un patatús, no podía seguir ni un día más con esas pintas, estaba confinada en casa, pero no era motivo para dejar de ser la misma que siempre fui, sin desayunar y como algo excepcional me ducho, saco el neceser que llevaba olvidado más de un mes, me maquillo, y después de todo me veo tan mal, ha pasado tanto tiempo olvidada esta tarea de restauración  de mi cara...entonces me hago un recogido, que por cierto, yo creo que estaba  favorecida.
Me pongo ante el armario, me encontraba dispuesta a hacer cualquier cosa por volver a ser persona, busco un vestido, este, no, que es muy severo, no sé cómo cómo pude comprar este vestido, lo rechazo, y busco otro, pero nada ninguno me convence para que combinase con el día que me había propuesto vivir.
Entonces se me enciende una lucecita, y me digo, nada de “cutradas” y  me dirijo al armario donde guardo la ropa especial, y nada más abrirlo, elijo un vestido de mañana,  que por cierto siempre me vi monísima con él, una vez vestida me calzo los zapatos unos zapatos que me compré para la boda de una de mis hijas, que no me había vuelto a poner por tener un tacón excesivo.
Ya estaba preparada y dispuesta  para ir a desayunar al famoso Atrio, poco después entro en la cocina, me sirvo el café, podéis creer que en mucho tiempo no había saboreado uno tan rico.
Una vez terminé el desayuno, entro en el salón (limpio como la patena al no tener ningún tráfico) cojo un libro, y me pongo a leer, fue solo media hora, pero me sentó fenomenal, ya relajada y más animada por descubrir que seguía siendo la misma.
De nuevo me pongo la bata, y termino mis tareas domésticas, una vez terminada esta tarea, me encajo unos vaqueros y unas zapatillas deportivas, y con la libertad que da la actitud que desea tomar, recorrí el pasillo de la casa unas cuantas veces a paso ligero hasta que me cansé.
Cuando me senté a comer, me sentí una mujer muy afortunada, pues descubrí que solo hace falta imaginación y buen talante para no perder ni un solo minuto de  nuestra preciosa vida, pues hay que desechar la rutina para no caer en la desesperación
¿Te atreves a que estos días sean especiales, pero a tu manera?
No olvidemos que la primavera ya está aquí y que dentro de poco los que se han ido serán un recuerdo inolvidable, que nunca les faltara por mucho tiempo que pase ese homenaje que solo se les da a los héroes caídos.



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