Pronto comenzó todo a funcionar, y comenzaron a convocar
fiestas para darse a conocer y, cuando llegó la primavera las luces de la
fachada se encendían para dar paso a los invitados que eran recibidos con los
ritmos de música peruana.
La casa al ser tan grande y al haber perdido en el camino a
algunos de los criados, hubo que reclutar servicio del pueblo más cercano.
La planta baja, estaba dotada de un patio interior
porticado de donde salían puertas que disponían
distintas estancias, como una sala de reuniones, un cuarto de estar otro de
juegos y una sala de música, tras una de las puertas se encontraban unas
escaleras de servicio con la barandilla de hierro que conducían al área de
servicio.
Antes de entrar en el patio, y a la derecha de la entrada
arrancaban unas suntuosas escaleras que daban acceso a la planta noble, donde
se encontraba entre otras estancias donde destacaba un salón con una gran chimenea decorado con
una corona con las iniciales de uno de los jefes indios más destacados del país andino. En aquella
casa no faltaba ningún detalle que no le diera carácter a la vivienda y que
hablara del poderío económico de Javier.
Solo habían pasado unos meses de su llegada a la finca, y del
placentero regocijo que el dueño sentía,
cuando una mañana se dio la alarma que una de las sirvientas se encontraba
enferma aquejada de fiebre muy altas, avisado el médico este acudió de
inmediato diagnosticando un catarro, y le aconsejó que guardase cama, en unos
días todo parecía volver a la normalidad, cuando poco después otra de las sirvientas comenzó
a tener los mismos síntomas que su compañera, de nuevo el médico se personó en
la casa recetándole no salir de su habitación.
El médico sospechaba de una epidemia, algo que él no estaba preparado
para curar, y estuvo unos días sin visitar la casa consultando libros para saber de donde podía
venir aquel contagio, entonces y entre los criados que eran del pueblo enseguida se difundió la alarma
de que habían traído una enfermedad de las indias.
La noticia corrió como la pólvora por toda la comarca, nadie
osaba acercarse a la casa, los proveedores de alimentos dejaron de servirles,
el médico al tener contacto con los enfermos se contagió, todo era un caos,
pues aquellos que en su día acudieron a sus fiestas, ni siquiera llamaban para
interesarse por la salud de todos ellos, tenían miedo del contagio, el teléfono
dejó de sonar, en realidad ningún médico de los que acudían a la casa sabían
cómo atajar aquella enfermedad.
Poco después nadie llamaba a la puerta para ayudar, los niños
fueron muriendo uno a uno sin tener asistencia médica, poco después de
encontrarse sumidos en aquella soledad, la señora agonizaba en su alcoba,
mientras su esposo expiraba sentado en el sillón de su despacho.
Pasaron algunos años, hasta que alguien contó la historia de
aquel indiano cuya familia no se volvió a ver.
Pero un audaz periodista, ávido por contar historias un día
se acercó a la finca, se atrevió a entrar,
y cuál fue su horror cuando vio
que la casa se hallaba sembrada de cadáveres.
Al salir de la casa se encontró a un ser desaliñado que
vagaba por los alrededores de la casa, era el ser que había llevado el virus a
la casa solo por venganza, todos murieron, pero aquel ser despreciable, ya se
encontraba pagando su mala acción, pues no murió, pero su vida estaba siendo
mucho peor que la de las víctimas que con su conducta había propiciado.
Pero lo que no pudo apagar aunque se lo propuso fue la luz de la
vida que volvía con la primavera, y que cada año renace acompañada de los cánticos y
trinos de los pájaros, y llega siempre acompañado con el aroma de las flores
haciendo de su conjunto una sinfonía, que hace que la vida vuelva a ser
maravillosa.
Pero nunca se debe bajar la guardia, pues existen seres que
con los ropajes de humildes y buenas personas saben camuflarse entre nosotros, sembrando la
maldad.
El reportero al salir
de la casa y ver a aquel espectro que merodeaba por los alrededores de la casa,
solo pudo decir con desprecio. Nadie escapa de la justicia Divina.
Porque hay un dicho, quien hierro mata hierro muere, por lo
tanto seguirá vagando por la eternidad en una soledad que es más horrenda que
la muerte.
FINAL


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