nos encontrábamos, al mirar vimos que la altura de aquel personaje parecía considerable,
este detalle nos sorprendió aún más cuando con voz queda nos llamó, por el timbre de voz extraña supimos que pertenecía a un hombre incorpóreo,
no obstante nos acercamos aterrados y, sin articular ninguna palabra, nos ofrece la llave
del calabozo para que huyésemos del lugar.
En la huida, noté que el pecho se me inflamaba por la agitación, tanto que mojó mi cuerpo con un
sudor frío
Ya en la calle buscamos con desesperación unos camellos para
poder salir de allí, pero alguien de nuevo se acerca a nosotros con sigilo; sus
facciones eran duras, sus ojos miraban con una dureza cual roca en medio de un
río caudaloso. Una amarga sensación de impotencia me volvió a embargar en esos
momentos, mientras aquel espectro nos invitaba a seguirlo.
Asombrados y temerosos, mi guía y yo lo seguimos, pues nos parecía estar inmersos en una pesadilla aquel espectro nos
condujo a una casa escavada en la cima de una roca.
Subimos hasta ella
escalando por una cuerda que parecía estar preparada para el evento; una vez, dentro de la casa,
nos contó una leyenda que sin dudas contribuía a dar un aura mágica a esta ciudad
desconocida, y donde los colores de las rocas se mezclan con amarillos claros,
blancos, rosa y rojos de distintas intensidades que son alternadas con azules.
Yo
escuchaba con atención todo lo que ocurría a mi alrededor, era demasiado maravilloso para ser real; pero sabía que en el
ambiente se respiraba algo extraño, algo que casi se podía tocar pero no se
podía ver.
Aquel ser nos contó que nos
encontrábamos el valle mágico de Moisés.
También nos dijo, que la tradición local situaba a aquella ciudad
en el paraje bíblico en el que Moisés hizo brotar agua de una roca tocándola
con su bastón y, también nos aseguró que ese milagro había sucedido en el angosto desfiladero por donde habíamos pasado.
La
emoción me seco mi ardiente garganta. De repente un terrible rugido se apodera
de la ciudad, mientras el viento se vuelve virulento levantando la arena
dorada hasta hacer el entorno invisible, los camellos ante esta tempestad salen en estampida: de pronto, un siniestro movimiento sísmico hizo
temblar la tierra.
La noche se tornó negra como una mancha de tinta, mientras,
por el ventanuco de la casa donde nos encontrábamos, seguía filtrándose una
claridad que parecía de otro mundo, amarillenta y fluctuante.
Una voz ronca se deja oír como si saliera de ultratumba pues era lastimera.
De nuevo alguien nos pide que le
sigamos. La roca donde está enclavada la
casa empieza a desmoronarse como si fuera una torre de naipes, la arena poderosa se hace dueña de la ciudad como
queriendo engullirla, ya no se oyen los relinchos de los camellos, entonces supimos que aquel ser que nos acompañaba era el dueño de aquella casa, sus ojos
negros y profundos nos miraban con dulzura. Al instante, el cuerpo de aquel ser se transforma en un pájaro enorme, negro, con grandes
garras, que, posándose en el alfeizar de la ventana, emprende el vuelo en
solitario, en su vuelo va rozando con sus alas las muchas tumbas escavadas en las rocas, que abren sus puertas, para que
pudieran escapar del desastre aquellas
almas benditas que siempre guardaron la ciudad.
Más tarde todo es silencio; ya no queda nada más que la
soledad.,
En unos minutos la ciudad se quedó suspendida en el tiempo, dormida, quizás esperando la llegada de un príncipe que al darle un beso de amor la
despertara.
Un halo de color blanco intenso salió de la tumba de Aarón (hermano
de Moisés), pues era él el ángel custodio que siempre cuidó de esta ciudad, con celo.
Yo, no supe cómo pero me quedé allí para la eternidad, fue mi destino, porque allí,
entre las arenas coloreadas por la naturaleza, me quedé dormido, supongo que esperando con ansiedad que llegara
el día de mi despertar.
Ahora me veo desde mi espíritu, que me encuentro en el más allá, y viendo cómo
la leyenda se cumplió, de esta ciudad perdida, que siempre estuvo llena de
hermosura, y que un día despertó para la humanidad, de la mano de una explorador, que desconociendo lo que le tenía reservado el
destino al descubrirla se quedó allí, enterrado en la arena, dando testimonio de su existencia-
Para más
tarde alguien la llamara simplemente PETRA.
El nombre de una cácereña, que hizo de
esta su obsesión la manifestación de una realidad sustancial.
FINAL


Como siempre despiertas la intriga a la perfección.
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