Después de permanecer una hora en aquella habitación del
hotel, Alexis detective privado de
profesión, aquel día no sabía por dónde empezar, su ordenador, seguía guardado
en su estuche acolchado de piel, a su lado, encima de la mesa, una antigua y
arcaica máquina de escribir desfasada.
Esparcidos por la
pequeña mesa del escritorio del hotel, había documentos que debía analizar con
premura, éstos contenían una especial
información que podía modificar el rumbo de la humanidad en el caso de que
estos objetivos fueran cumplidos en la fecha indicada.
Aquella tarde, y
después haber ojeado algunos de los
documentos, uno de ellos hablaba de una eficaz idea que debía desarrollarse en
un hipotético mar, en ese momento le pareció un tanto sospechoso al
no mencionarse el nombre de dicho
mar en el documento, pero, en uno de los laterales de dicho documento, pudo comprobar que había una anotación, tal vez olvidada en uno de los
laterales, que se podía leer con una letra en miniatura Mediterráneo.
Alexis por unos momentos no sabe que pensar de todo aquello,
él no era militar, ni tan siquiera había sido aceptado en el ejército motivado
por padecer una leve cogerá debida a unas fiebres en su infancia. Aquel encargo, le hacía sospechar que no sería para él nada fácil resolver como investigar, ni tan
siquiera que pudiera
llegar a buen término, dado que el caso, y por primera vez en su
profesión, le era totalmente desconocido.
Suena el teléfono, lo coge con desgana, sí, y esperó
expectante unos segundos.
Al otro lado un silencio significativo, cuando decide colgar,
una voz femenina le hace paralizarse cuando dijo, si escarbas demasiado en ese
fango en el que te has metido, puede que tengas una sorpresa—por cierto—muy poco
agradable, el clic del teléfono sonó en sus oídos como si le hubieran asestado
un bocinazo dentro del tímpano.
Poco después, y cuando se tranquilizó, volvió a la tarea de la clasificación de los
folios, entonces inesperadamente uno de ellos cayó al suelo, lo recoge, pero
enseguida se percató de que era de un
color diferente al resto de los otros documentos, lo lee con especial atención, allí
en sus anotaciones se podía leer algo parecido a unas galimatías que no lograba
descifrar, la luz de la habitación en esos momentos empezó a oscilar a pequeños
intervalos viéndose inmerso en una situación rara entre la luz y las sombras.
Alexis pone el
documento de color diferente bajo todos los demás, y preso de mal humor sale de
la habitación para saber qué pasaba con la luz, mira a un lado y a otro, pero el
pasillo se encontraba con la luz encendida como siempre, pero desierto, antes de cerrar la puerta, percibe que su habitación era la única que se
encontraba a oscuras, se sube a una silla
y comprueba que se trataba que la bombilla estaba floja, la enrosca,
y poco después con la luz encendida, se relaja.
Ya habían pasado dos días desde que comenzara el trabajo, y
faltaba poco para ver un resultado del
que no tenía ni idea, pues por el momento era un misterio para él.
Una vez hubo terminado
de leer estos documentos, se fuma un cigarrillo, y mirando las volutas de humo
pensó que lo que había sacado en conclusión era, que todo parecía haberse escrito por un guionista de cine, donde la
intriga y el enredo era el centro de la trama.
Alexis coge aquel folio de color diferente, y lo mete entre
los documentos, después de haberlos leídos con escepticismo, pues allí se
exponía con aparente detalle la identificación y grado de un militar que
adjuntaba una foto tamaño carnet de mala calidad, en la cual, y en la pechera
de la guerrera lucía muchas condecoraciones que no eran muy aclaratorias.
Alexis se preguntaba ¿Pero por qué tantas medallas?
¿Estaría la foto
trucada?
Se encontraba tan
absorto mirando aquella foto para saber a qué ejercito pertenecía aquel militar,
que no oyó cómo tras el tabique de su habitación se había formado tal trifulca,
que casi estuvieron a punto de derribar la pared.
Eran las once de la noche y aún no había probado bocado desde
el desayuno, sale de la habitación, se dirige a la cafetería del hotel, pide un
plato combinado que come con apetito, dos hombres charlan en la barra, por su
forma de comportarse parecían estar
acordando algún negocio. Una vez terminada la fugaz cena, sale de la cafetería, se dirige al ascensor, un hombre paticorto y
con brazos fuertes parece esperar a que entre con él en el ascensor; Alexis
duda unos momentos si subir o no con él, pero acepta pues no se encontraba en su manera de pensar que
ningún temor le dominara, cuando llega a su piso, el hombre paticorto al darle
las buenas noches le dice de sopetón.
¿Ocupa por casualidad
la habitación número siete? Alexis por unos instantes le tiemblan las piernas.
Una vez en la cama su reloj de pulsera marcaba las seis de la
mañana cuando el sueño le rindió convencido de haber descifrado algo de toda
aquella trama; pero por su olfato de
investigador seguía dudando de todos aquellos documentos, pues quizás no eran tan fiables cómo intentaban aparentar
serlo.
SEGUIRÁ


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