Después de guardar el último
folio en la cartera, tuvo miedo de que todo fuera una trama bien urdida, que al parecer alguien, desaprensivo lo habían metido en aquel juego, eligiéndolo a él, cómo chivo expiatorio, pues habían puesto en sus manos unos documentos creyendo que el detective no lograría resolver el encargo, puesto que
ignoraba que en aquel juego, le habían dado a él la carta más alta.
Ante estos pensamientos llegó a
la conclusión, de que si alguien hubiera sabido de la existencia aquellos
documentos que les fueron confiados, y cayeran en las sucias manos de personas poco escrupulosas, se podía
desencadenar algo muy peligroso…Alexis, ante tanta responsabilidad, no podía pensar, por primera vez en su
profesión se sentía incómodo y,-- pensó por unos segundos—que en sus manos
podría estar un futuro que no se podía decir fuera venturoso, pero por el momento era algo desconocido.
Llaman a la puerta, antes de
abrir recoge todos los papeles de la mesa, nervioso busca con la vista dónde esconder los
documentos, los golpes de la puerta se hacían más insistentes, en un impulso se
quita el cinturón, lo introduce por el asa
de la cartera, se sube a una silla, y lo engancha en uno de los laterales
del riel de la cortina que tapaba el
balcón, que al ser doble le facilitó la
ocultación, pasando, de esta manera, totalmente desapercibida la cartera.
Abre la puerta, mientras se cruza el batín simulando que acababa de despertarse, frente a él se encontraban los dos hombres que vio en la cafetería, uno de ellos lo empujó precipitándolo hacia el centro de la habitación, mientras el otro cierra la puerta de una patada, una vez dentro los dos hombres buscan con frenesí algo, por todas partes, pero no parecen estar satisfechos con esta búsqueda. Entonces uno de ellos saca una pistola pero en esos momentos, posa su mirada en la cortina, llamándole la atención un pliegue que le pareció sospechoso, la descorre, y descubre la cartera, sonríe satisfecho, pero, al bajar de la silla se deja caer la pistola, mientras tanto su compañero, con precisión recoge todos los papeles de la papelera.
El detective con agilidad se hace con la pistola
recogiéndola del suelo, el hombre que se da cuenta intenta arrebatársela, pero
Alexis ante esta situación aprieta el gatillo, y el hombre cae al suelo a plomo,
mientras tanto su compañero apresuradamente coge el ordenador, saltando desde el balcón a la terraza del piso inferior olvidando la
máquina de escribir que al ser antigua decidió dejarla donde se encontraba, por creer que estaba en desuso.
Alexis al quedarse solo, piensa por unos segundos
que hacer para salir de allí.
Entonces llama a recepción para que le suban algo de comer, poco después un camarero llama a la puerta, Alexis lo esperaba tras ella, de improviso, Alexis le asesta un golpe en la cabeza con la culata de la pistola, lo queda mareado, tendido en el suelo, entonces con la agilidad de un mago coge el mantel que cubre el carrito, que era de color azafrán, se envuelve en él; sale de la habitación, en el pasillo se cruza con el individuo que le pareció era un enano en ciernes, lo saluda con un leve movimiento de cabeza, pues con esa indumentaria parecía un santón budista encorvado, porque mientras caminaba hacia el ascensor rezaba en susurros. Una vez en la calle un coche le esperaba.
Entonces una voz que a Alexis le pareció metálica –le dijo—espero que
hayas cumplido con cada una de nuestras instrucciones al pie de la letra, si es
así, puedes considerarte desde este momento un héroe.
Solo cumplí con lo
acordado—respondió con un tono que
denotaba desconfianza—mientras pensaba, ¿de veras creen que esta misión, podía resolverla un simple
detective cómo yo?
Entonces una voz de mujer que se
hallaba en el asiento trasero del coche, habló, muy pronto sabrás del
servicio que has hecho a la humanidad. Pero Alexis escucha estas palabras con escepticismo.
De pronto una detonación se dejó oír en el hotel donde minutos antes se había alojado, la explosión hizo volar la
ventana de la habitación número siete, quizás habían intentado matarlo.
En esos momentos ya se
encontraban diez falsos militares, hombres de lo más belicoso he importantes
los cuales habían reunido un ejército
para defender unos intereses que sólo eran los suyos, estos delincuentes, sólo
le interesaba el dominio y la sumisión bajo un mandato donde sólo podía predominaba
el terror.
Una vez en la habitación del
hotel, aquellos falsos policías, revisaban los documentos que se encontraban esparcidos por el suelo de
la habitación, ignorando que la documentación que creyeron encontrar, era falsa.
Era notorio que los documentos
debían ser secretos, y sin ninguna infiltración. Alexis había hecho el trabajo
más importante de su carrera como detective, siendo el solo y con su astucia hizo parar una inminente guerra que
estaba dispuesta para que fuera efectuada en el mar.
Un silbido irrumpe en el coche
que atraviesa la puerta trasera del
vehículo, segundos después otro silbido pasa rozando la cara de Alexis, el
coche ante el impacto de las balas, se bambolea, el chofer cae sobre el volante, Alexis mira hacia atrás, nadie se movía, el detective, con su astucia habitual, consigue hacerse con los mandos
del volante hasta conseguir pararlo, las dos personas que viajaban con él
estaban muertas, les había alcanzado un balazo, un balazo que quizás estaba destinado para él.
Antes de que llegaran los
curiosos para ver qué pasaba, decide bajar del coche, un ruido inesperado le
hace volver la cabeza. eran los dos camareros que la noche anterior le sirvieron en la cafetería del hotel. Entonces y sin más con una pericia propia de un pistolero, sacó la
pistola, apretó el gatillo, el tiro fue certero, entrándole en el vientre de uno de ellos, que le hizo caer fulminado hacia un lado.
Entonces salió del coche como si no hubiera pasado
nada, mezclándose con los curiosos, y en posesión de los documentos, y junto con el
de color azul, que anteriormente había guardado en su bolsillo.
Dos días después un cadáver apareció en la playa, era una
mañana de hastío, unos niños jugando encontraron unos papeles mojados de color
azul, no pudieron leerlo, las letras al estar mojadas se habían distorsionado.
Desde ese momento, las aguas del
Atlántico y del Mediterráneo, podían estar tranquilas pues nada les
perturbaría; a excepción, y con certeza el mar seguiría acunando festoneando la orilla con sus olas, para mecer
las barcas de los pescadores.
Nunca de dio a conocer el nombre del cadáver encontrado en una escondida bahía.
FINAL


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