ALMAS EN LAS SOMBRAS
Para Eladio joven cacereño, aquel día había amanecido oscuro,
tan oscuro que no vislumbró cómo el sol brillaba con todo su esplendor, entra
en el cuarto de baño, se mira en el espejo del lavabo, y ve horrorizado cómo destacaban por su rostro a pesar de ser un hombre joven unas arrugas bien
definidas sobre todo en la comisura de los labios, sus párpados en esos
momentos desvaídos parecían que guardaban unos ojos que daba la impresión de
ser dos piedras de azabache, y aun a pesar de verse en tan mal estado, y en
desánimo, parecía emanar de él cierto
encanto que a las mujeres atraía.
La verdad era extraño que a sus treinta años se sintiera
cansado, la causa podía ser el no haber encontrado su lugar en esta vida, a
veces lo achacaba a los trabajos que hasta el momento había desempeñado, ya que
ninguno había despertado su pasión.
Después de haber hecho varios intentos, más que de estudiar
comenzó a divagar y tontear comenzando diversas
carreras, ya que en el segundo curso se le hacía cuesta arriba, con esta
actitud, solo había conseguido que tuviera nociones variadas en diversos temas.
Pero llegó el momento en que necesitaba trabajar; fue cajero en un banco,
ayudante de dirección en una empresa de cosmética, y otros oficios más, pero
por el momento nada le satisfacía.
Una mañana al levantarse, se notó más vivo que nunca, y
decidido cogió su mochila y poniendo en ella lo más imprescindible, viajó por
el mundo sin rumbo fijo, que al no tener previsto dónde ir, el desapego por
todo lo que se encontraba a su paso lo llevó hasta entrar en las tierras
Egipcias.
Una vez allí deambulo
por el desierto, admiró monumentos, que parecían haber surgido desde el principio de
los tiempos para que él los contemplara, entonces pudo ver el bullir de las plazas repletas de
turistas, paseó por las calles y los mercados comprobando la alegría de las
gentes, la fastuosidad de los templos, que para Eladio era tan sólo un decorado
idílico; entonces, y sin apenas darse cuenta
alargó la estancia en aquel misterioso país a tres meses al ser tierra de
faraones.
Sabía que había entrado en un mundo en donde la sofisticación
parecía reinar en la interminable arena. Y cuando se encontraba ante una de las
pirámides, creyó escuchar cómo una voz cerca de él que para sus oídos sonó como
si fuera un estruendo,--ésta le dijo—qué haces tú aquí, nadie te necesita ni
pedido de que estés aquí, tú debes estar en tu sitio ¿o es que no sabes cuál es
tu función en la vida?
¿No crees que ya
podías haberte dado cuenta?
Desde aquel día Eladio lo que siempre creyó podía ser una
inestabilidad emocional lo escuchado en
el desierto hizo que volviera de nuevo a Cáceres. Durante el viaje pensó que
era un regreso sin aliciente alguno ya que su ánimo era igual que cuando se
fue, sin nada que pudiera ilusionarle.
Una vez en Cáceres y cuando atravesaba el Paseo de Cánovas camino
de su casa, el sonido de las sandalias de papiro que llevaba puesta se hacía a
cada paso más notorio, pero se encontraba tan desencantado con su vida que no
se percataba de ello, quizás fuera la brisa que le daba en la cara la que le
nublaba los sentidos. Solo sabía que se encontraba de nuevo en su amado Cáceres
pero al parecer todo seguía igual, mientras tanto la gente a su paso lo miraban.
¿Mirarían la mochila que tenía aspecto raído y mugriento?,
bueno cuando llegara el momento se desharía de ella, por el momento no lo haría
ya que guardaba muchas connotaciones para él.
Pero por unos momentos se extrañó de que su mugrienta mochila
despertara la curiosidad de los transeúntes, pues al parecer y sin que él se
percatara de ello desprendía un halo
luminoso que en sus destello se asemejaba al Aura Boreal, esa que tanto les gusta
contemplar a los turistas que van al norte de Europa.
Eladio una vez llegó a su casa situada en el barrio viejo
judío de Cáceres, al abrir la puerta y entrar
sintió ese frescor natural, ese que regalan gratis las casas antiguas,
abandona la mochila encima del sofá, para ir directamente a echarse encima de la cama. La suave temperatura hizo
que se quedara dormido.
Al día siguiente al despertar, ve con desagrado la mochila en
el suelo, se levanta para recogerla y ponerla encima del sofá, pero al cogerla
y encontrarse abierta todo su contenido cayó al suelo, entonces mal humorado lo
recoge sus enseres con las dos manos, y tira lo recogido encima del sofá.
Y no sabe si por la consecuencia del desaliento o el
cansancio cree notar algo extraño, mira a su alrededor, la casa siempre había
sido pequeña,--pues no había estado tanto tiempo ausente como para parecerle
desconocida—oteando la estancia desconcertado, descubre en el fondo del pequeño
salón, algo parecido a un estrado que se elevaba del suelo, donde había un trono
de madera dorada salpicada de piedras preciosas, el suelo cuando bajó la vista
le pareció un mosaico que reflejaba con
exactitud el enrejado de la celosía de la ventana.
Al instante comenzó a oírse el sonido de un caminar pausado,
en su desconcierto puso en duda lo que estaba viviendo, y no acertó a discernir
de qué se trataba, de pronto aquellos pasos cesaron parándose junto a él; el
dueño de aquellos, en eso y al llegar a este punto pasos, una voz le dijo, me
han dicho que tienes entre manos hacer un trabajo, espero con que éste sepa cumplir tus expectativas.
Eladio de pronto siente una ira incontrolada ante esta orden,
y para calmarse sabe que necesitaba una ducha.
Poco después decide
salir para respirar aire fresco que creyó necesitar después de vivir aquellos
meses calurosos en el desierto.
Era primavera en
Cáceres, y nunca le pareció tan maravillosa pues nunca la comparó con un
hermoso oasis. Pero antes de salir a la calle mira de nuevo su casa desde la
puerta, que al ser ésta de estructura estrecha y alta, le pareció a simple
vista claustrofóbica.
Confuso pensó que su cabeza con la presión del cansancio, aquello
que creyó haber visto podían haber sido imaginaciones suyas o alucinaciones, pues para él lo más urgente era
que necesitaba evadirse, expandir al aire lo que estaba sintiendo, y por qué
no, que esos pensamientos se diluyeran por el aire mientras se tomaba una
cerveza fresca en una terraza.
Se adentra por la plazuela de San Mateo, el aire al ser una
zona alta de la Ciudad le pareció reconfortante, baja la calle ancha custodiada
por casonas del medievo, se recrea en su paseo,--adoraba Cáceres-- pasa por
delante del museo moderno Alvear, mira, pero no entra, la modernidad en esos
momentos no le llamaba mucho la atención. Se encamina hacia la calle San Pedro,
para entrar en el Paseo de Cánovas, de pronto siente un hormigueo en el
bolsillo del pantalón, mete la mano con precipitación para saber de qué se
trataba cuando de pronto siente una punzada en el muslo, en unos segundos
pierde el conocimiento, y cuando despertó se encontró acostado en su cama, sin
recordar lo sucedido.
Solo supo al despertar que se encontraba mareado, se levanta,
y para llegar a la cocina tuvo que ir tocando la pared para no caer, necesitaba
encontrar algo que le calmara el mal
estar, pero la despensa estaba vacía, y sonríe cuando ve un paquete de galletas
de no sabía cuánto tiempo podían estar
allí, coge una, peo tiene que beber agua por lo seca que estaba, cuando
regresaba a la alcoba a los pies de la cama ve una piedra en el suelo, la coge,
y una vez en su mano algo extraordinario le sucede pues cree estar recorriendo
Egipto como en un flas.
Y se ve que se encontraba en el oasis de Bahariya a unos 400k
del Cairo, mira a su alrededor y supo que estaba en el Valle de las momias,
donde se dice que puede haber más de 1000, muchas de las cuales están cubiertas
de oro, pero Eladio no entendía el motivo
por el que se encontraba allí, pues sólo sabía que era un recinto secreto donde
estaba prohibido entrar al ser un yacimiento donde se estaba haciendo una
excavación.
En esto, inconscientemente se adentra y en una de las
galerías encuentra una cámara mortuoria, que tiene tres habitaciones con
enseres, y donde había vajillas, monedas de oro, y restos de semillas.
Y al salir de aquella cámara el sol lo deslumbra, de pronto
una mano se posa en su hombro, mira, y era una momia con el cuerpo cubierto con
una capa de oro, que sin miramientos le dice, tienes que hacerme un favor.
Eladio escucha sorprendido, mientras seguía diciendo la momia, sólo tú puedes
hacerlo, y desapareció, no sin antes decir, tienes que mirar en internet.
Despertó encima de la
cama, entonces quiso recordar que fue lo que le pasó para que tuviera aquel
sueño, pero en su cabeza solo quedaban
fragmentos confusos de sucios e intrincados laberintos, senderos interminables que
no llegaban a ninguna parte. Intenta levantarse, pero la cabeza le dolía, bebe
un sorbo de agua para apaciguar su ansiedad.
En esos momentos el teléfono móvil comenzó a sonar, que en
sus oídos retumbó como un trueno, lo coge con desgana, y una voz conocida ajena
al desencanto que estaba padeciendo en esos momentos dijo, Eladio, querido
amigo ¿Te pasa algo? Sé que te encuentras en Cáceres desde al menos-- según me
han dicho-- una semana.
Un súbito escalofrío
recorrió su espalda, que al instante fue reemplazado por un calor sofocante,
que desembocó en un desagradable escalofrío, y sin decir palabra desconecta el
móvil, no podía hablar un nudo parecía atenazarle la garganta.
Seguirá.
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