martes, 24 de octubre de 2023

Almas en las sombras 1º parte


 

ALMAS EN  LAS SOMBRAS

 

 

 

Para Eladio joven cacereño, aquel día había amanecido oscuro, tan oscuro que no vislumbró cómo el sol brillaba con todo su esplendor, entra en el cuarto de baño, se mira en el espejo del lavabo, y ve horrorizado cómo  destacaban por su rostro a pesar  de ser un hombre joven unas arrugas bien definidas sobre todo en la comisura de los labios, sus párpados en esos momentos desvaídos parecían que guardaban unos ojos que daba la impresión de ser dos piedras de azabache, y aun a pesar de verse en tan mal estado, y en desánimo, parecía emanar de él  cierto encanto que a las mujeres atraía.

La verdad era extraño que a sus treinta años se sintiera cansado, la causa podía ser el no haber encontrado su lugar en esta vida, a veces lo achacaba a los trabajos que hasta el momento había desempeñado, ya que ninguno había despertado su pasión.

Después de haber hecho varios intentos, más que de estudiar comenzó a divagar y tontear comenzando diversas  carreras, ya que en el segundo curso se le hacía cuesta arriba, con esta actitud, solo había conseguido que tuviera nociones variadas en diversos temas. Pero llegó el momento en que necesitaba trabajar; fue cajero en un banco, ayudante de dirección en una empresa de cosmética, y otros oficios más, pero por el momento nada le satisfacía.

Una mañana al levantarse, se notó más vivo que nunca, y decidido cogió su mochila y poniendo en ella lo más imprescindible, viajó por el mundo sin rumbo fijo, que al no tener previsto dónde ir, el desapego por todo lo que se encontraba a su paso lo llevó hasta entrar en las tierras Egipcias.

 Una vez allí deambulo por el desierto, admiró monumentos, que  parecían haber surgido desde el principio de los tiempos para que él los contemplara, entonces  pudo ver el bullir de las plazas repletas de turistas, paseó por las calles y los mercados comprobando la alegría de las gentes, la fastuosidad de los templos, que para Eladio era tan sólo un decorado idílico; entonces,  y sin apenas darse cuenta alargó la estancia en aquel misterioso país a tres meses al ser tierra de faraones.

Sabía que había entrado en un mundo en donde la sofisticación parecía reinar en la interminable arena. Y cuando se encontraba ante una de las pirámides, creyó escuchar cómo una voz cerca de él que para sus oídos sonó como si fuera un estruendo,--ésta le dijo—qué haces tú aquí, nadie te necesita ni pedido de que estés aquí, tú debes estar en tu sitio ¿o es que no sabes cuál es tu función en la vida?

 ¿No crees que ya podías haberte dado cuenta?

Desde aquel día Eladio lo que siempre creyó podía ser una inestabilidad emocional  lo escuchado en el desierto hizo que volviera de nuevo a Cáceres. Durante el viaje pensó que era un regreso sin aliciente alguno ya que su ánimo era igual que cuando se fue, sin nada que pudiera ilusionarle.

Una vez en Cáceres y cuando atravesaba el Paseo de Cánovas camino de su casa, el sonido de las sandalias de papiro que llevaba puesta se hacía a cada paso más notorio, pero se encontraba tan desencantado con su vida que no se percataba de ello, quizás fuera la brisa que le daba en la cara la que le nublaba los sentidos. Solo sabía que se encontraba de nuevo en su amado Cáceres pero al parecer todo seguía igual, mientras tanto  la gente a su paso lo miraban.

¿Mirarían la mochila que tenía aspecto raído y mugriento?, bueno cuando llegara el momento se desharía de ella, por el momento no lo haría ya que guardaba muchas connotaciones para él.

Pero por unos momentos  se extrañó de que su mugrienta mochila despertara la curiosidad de los transeúntes, pues al parecer y sin que él se percatara de ello  desprendía un halo luminoso que en sus destello se asemejaba  al Aura Boreal, esa que tanto les gusta contemplar a los turistas que van al norte de Europa.

Eladio una vez llegó a su casa situada en el barrio viejo judío de Cáceres, al abrir la puerta y entrar  sintió ese frescor natural, ese que regalan gratis las casas antiguas, abandona la mochila encima del sofá, para ir directamente a echarse  encima de la cama. La suave temperatura hizo que se quedara dormido.

Al día siguiente al despertar, ve con desagrado la mochila en el suelo, se levanta para recogerla y ponerla encima del sofá, pero al cogerla y encontrarse abierta todo su contenido cayó al suelo, entonces mal humorado lo recoge sus enseres con las dos manos, y tira lo recogido encima del sofá.

Y no sabe si por la consecuencia del desaliento o el cansancio cree notar algo extraño, mira a su alrededor, la casa siempre había sido pequeña,--pues no había estado tanto tiempo ausente como para parecerle desconocida—oteando la estancia desconcertado, descubre en el fondo del pequeño salón, algo parecido a un estrado que se elevaba del suelo, donde había un trono de madera dorada salpicada de piedras preciosas, el suelo cuando bajó la vista le pareció  un mosaico que reflejaba con exactitud el enrejado de la celosía de la ventana.

Al instante comenzó a oírse el sonido de un caminar pausado, en su desconcierto puso en duda lo que estaba viviendo, y no acertó a discernir de qué se trataba, de pronto aquellos pasos cesaron parándose junto a él; el dueño de aquellos, en eso y al llegar a este punto pasos, una voz le dijo, me han dicho que tienes entre manos hacer un trabajo, espero con que éste sepa  cumplir tus expectativas. 

Eladio de pronto siente una ira incontrolada ante esta orden, y para calmarse sabe que necesitaba una ducha.

 Poco después decide salir para respirar aire fresco que creyó necesitar después de vivir aquellos meses calurosos  en el desierto.

 Era primavera en Cáceres, y nunca le pareció tan maravillosa pues nunca la comparó con un hermoso oasis. Pero antes de salir a la calle mira de nuevo su casa desde la puerta, que al ser ésta de estructura estrecha y alta, le pareció a simple vista claustrofóbica.

Confuso pensó que su cabeza con la presión del cansancio, aquello que creyó haber visto podían haber sido imaginaciones suyas o  alucinaciones, pues para él lo más urgente era que necesitaba evadirse, expandir al aire lo que estaba sintiendo, y por qué no, que esos pensamientos se diluyeran por el aire mientras se tomaba una cerveza fresca en una terraza.

Se adentra por la plazuela de San Mateo, el aire al ser una zona alta de la Ciudad le pareció reconfortante, baja la calle ancha custodiada por casonas del medievo, se recrea en su paseo,--adoraba Cáceres-- pasa por delante del museo moderno Alvear, mira, pero no entra, la modernidad en esos momentos no le llamaba mucho la atención. Se encamina hacia la calle San Pedro, para entrar en el Paseo de Cánovas, de pronto siente un hormigueo en el bolsillo del pantalón, mete la mano con precipitación para saber de qué se trataba cuando de pronto siente una punzada en el muslo, en unos segundos pierde el conocimiento, y cuando despertó se encontró acostado en su cama, sin recordar lo sucedido.

Solo supo al despertar que se encontraba mareado, se levanta, y para llegar a la cocina tuvo que ir tocando la pared para no caer, necesitaba encontrar algo  que le calmara el mal estar, pero la despensa estaba vacía, y sonríe cuando ve un paquete de galletas de no sabía cuánto tiempo  podían estar allí, coge una, peo tiene que beber agua por lo seca que estaba, cuando regresaba a la alcoba a los pies de la cama ve una piedra en el suelo, la coge, y una vez en su mano algo extraordinario le sucede pues cree estar recorriendo Egipto como en un flas.

Y se ve que se encontraba en el oasis de Bahariya a unos 400k del Cairo, mira a su alrededor y supo que estaba en el Valle de las momias, donde se dice que puede haber más de 1000, muchas de las cuales están cubiertas de oro, pero Eladio no entendía  el motivo por el que se encontraba allí, pues sólo sabía que era un recinto secreto donde estaba prohibido entrar al ser un yacimiento donde se estaba haciendo una excavación.

En esto, inconscientemente se adentra y en una de las galerías encuentra una cámara mortuoria, que tiene tres habitaciones con enseres, y donde había vajillas, monedas de oro, y restos de semillas.

Y al salir de aquella cámara el sol lo deslumbra, de pronto una mano se posa en su hombro, mira, y era una momia con el cuerpo cubierto con una capa de oro, que sin miramientos le dice, tienes que hacerme un favor. Eladio escucha sorprendido, mientras seguía diciendo la momia, sólo tú puedes hacerlo, y desapareció, no sin antes decir, tienes que mirar en internet.

 Despertó encima de la cama, entonces quiso recordar que fue lo que le pasó para que tuviera aquel sueño,  pero en su cabeza solo quedaban fragmentos confusos de sucios e intrincados laberintos, senderos interminables que no llegaban a ninguna parte. Intenta levantarse, pero la cabeza le dolía, bebe un sorbo de agua para apaciguar su ansiedad. 

En esos momentos el teléfono móvil comenzó a sonar, que en sus oídos retumbó como un trueno, lo coge con desgana, y una voz conocida ajena al desencanto que estaba padeciendo en esos momentos dijo, Eladio, querido amigo ¿Te pasa algo? Sé que te encuentras en Cáceres desde al menos-- según me han dicho-- una semana.

 Un súbito escalofrío recorrió su espalda, que al instante fue reemplazado por un calor sofocante, que desembocó en un desagradable escalofrío, y sin decir palabra desconecta el móvil, no podía hablar un nudo parecía atenazarle la garganta.

 Seguirá.




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