martes, 2 de enero de 2024

Neva

 

Anna residía en Cáceres, su edad era, se podía decir era indefinida, pues no aparentaba más de veintitantos años:

Una mañana, recibe una carta que le sorprende al leer el nombre del remitente que le era totalmente desconocido para ella, había sido enviada desde Moscú, la remitente era una mujer llamada Natacha.

Anna rasga el sobre con curiosidad y, comenzó a leer la misiva.

Querida Anna:

No sabes cuánto me ha alegrado la noticia de saber que me vas a visitar en breve, te mostraré todo lo que te pueda interesar de Moscú. Pero debo decirte que desde que nos vimos aquella noche de ferias en una caseta cacereña que, por cierto bebimos hasta perder el equilibrio, confieso, que no tenía ni idea de que te acordaras de mí. A lo que se refiere a la capital moscovita; en todo caso me siento complacida de ser tu anfitriona, creo que hay demasiadas cosas en este país que “quizás” tu desconozcas.

Con mis mejores deseos, que tengas un feliz y agradable viaje.

Con afecto.

Natacha.

Anna perpleja  lee y relee aquella carta totalmente incrédula, las señas no estaban equivocadas, el nombre era correcto, la dirección escrita correctamente.

En unos momentos sin razón aparente Anna se olvida de la carta, que arroja a la papelera que tenía bajo la mesa de su escritorio.

Al día siguiente y mientras tomaba su segundo desayuno con una compañera de trabajo (por hablar de algo) le comenta la carta extraña que había recibido desde Moscú.

Su compañera de trabajo—le dice—y me dices que no conoces a la remitente.

No, para nada, pero la verdad no siento inquietud alguna, pues me ha parecido que está escrita en tono de amistad.

¿De veras no tienes idea de quién pueda ser?

No, por esa razón me parece un tanto extraño.

Cuando a las cuatro de la tarde llega Anna a su apartamento, abre el buzón como tenía por costumbre, y de nuevo fue sorprendida con otra carta que era de la misma remitente, al entrar en su apartamento, la deja encima del mueble de la entrada olvidándola, se encontraba cansada.

Después de prepararse una taza de café, se acuerda de la carta, se dirige al recibidor y la coge, en esos momentos, no pudo descifrar los sentimientos que le produjo el tenerla en sus manos, tal vez pudo ser indignación lo que sintió por saberse implicada en algo que no tenía ni idea, pero también sintió curiosidad por saber qué era lo que guardaba aquella invitación que tan cordialmente le hacía una desconocida moscovita.

Querida Anna:

Solo unas letras más para decirte  que es un honor para mí y mi familia el que por fin hayas decidido viajar a este mi país precisamente en el mes de Agosto; creo que has elegido bien, pues en invierno es casi imposible transitar por la acumulación de nieve que hay en las calles añadiéndole el frio intenso al cual sé que no estas acostumbrada, añadiendo por esa fecha otro inconveniente que hay que sumar que es el intenso tráfico, aunque de eso no te debes preocupar, pues disponemos de una extensa red de metro que sin duda tendríamos que coger; de todas formas puedes venir cuando lo creas conveniente.

Mis mejores deseos.

Quedo a ti disposición.

Natacha.

Anna con la carta en la mano, de pronto, tuvo una negación de la realidad.

Se detuvo unos momentos en el pasillo antes de entrar en su pequeño estudio, en un impulso, de dos zancadas se puso ante su mesa de trabajo, y se dispuso a buscar la primera carta que había recibido el día antes, pero no la encuentra, pues no recordaba haberla tirado a la papelera, mira dentro de la papelera pero esta se encontraba vacía.

Aquella noche le invadió una terrible inquietud no pudiendo pegar ojo en toda la noche, en el insomnio, su cabeza empezó a cernir  una gran incertidumbre que parecía hacerle de imán, un imán que la incitaba a aceptar aquella insólita invitación.

Por la mañana se encontraba extenuada ante el insomnio sufrido, se levanta de la cama con desgana, y al poner el pie en el suelo siente que se encuentra débil de cuerpo y alma, y empezó a dudar de todo lo que le rodeaba, achacando todo su mal a aquellas dos cartas que había recibido; algo le pasó, pues de repente se vio cómo con precipitación era conducida hacia un purgatorio desde donde se podía ver el infierno.

Anna se horroriza ante los recuerdos de uno de los pasajes de la novela de La Divina Comedia, ¿estaría acercándose al infierno?  Pero en esta travesía no tenía a nadie que le acompañara, ella no era Dante, ni tampoco Virgilio, por qué ella, precisamente ella la que caminaba por unas laderas escalonadas y redondas que le hacía atravesar el purgatorio.

Sin apenas saber qué era lo que hacía, decidió averiguar quién le había escrito aquellas misivas que habían desconcertado su vida, pues se veía atrapada por un ente invisible.

Poco después se encontró conduciendo su pequeño utilitario hacia el aeropuerto-- Madrid Barajas  Adolfo Suarez-- para embarcar rumbo a Moscú.

No supo cómo pero de repente se encontró en una plaza rusa lo supo por el idioma, allí en aquella plaza que nada más verla le pareció inmensa, también vio que se encontraban muchos carros alineados, llenos de mercancías para vender que parecían recién traída de los campos por los labradores, algunos se encontraban llenos con sacos de heno, verduras, animales en venta, todo parecía caber en aquella enorme plaza.

 ¿Pero qué era todo aquello?

Cuando Anna mira desorientada aquel entorno, una garganta profunda, invisible—le dijo—yo soy una sombra que te sigue, Anna se quedó casi sin aliento, entonces, y sin pensarlo comenzó a correr desesperadamente por aquella plaza…..no podía ser, no se parecía en nada a la plaza Roja que ella había visto en muchas publicaciones donde se hablan de Moscú, Anna  recuerda el sinónimo de la plaza que en ruso que quiere decir , “bella” pero allí no se veía ninguna belleza, solo desolación y gritos de desesperación.

En la cabeza de Anna empezó a bullir como en una hoya a presión episodios pasados que creyó que no le eran ajenos. Recuerda cosas imprevisibles para ella mientras corría hacia la nada, pues creyó que todo aquello que estaba viviendo estaba transcurriendo en los siglos XVIII, o XIX, en el que el hombre pudo al fin abrir su mente  a las nuevas tecnologías, mecanización, y un conjunto de  inventos científicos de unos cuantos ingenieros, entre ellos se encontraba un español llamado Agustín de  Betancourt que creó máquinas increíbles, viajó por muchos países para importar su reciente tecnología, terminando sus días en Rusia, al ser requerido por el Zar  Pedro I.

La historia cuenta que Agustín de Betancur fue requerido por el Zar para que lo acompañara al litoral del golfo de Finlandia. Entonces el Zar le propuso apenas llegar a Moscú, que su deseo era que se pudiera habitar una pequeña isla que se hallaba en la desembocadura del río Neva, pues deseaba  fundar una nueva ciudad que más tarde pudiera ser la capital de Moscú, y que le pondría por nombre San Petersburgo. Esta proposición  a Betancourt fue el ejecutor como  arquitecto de su magno capricho, pues odiaba con todas sus fuerzas el Moscú de aquella época.

Pero la región por donde transcurría el río Neva tenía un grave inconveniente, era pantanosa y de clima insalubre.  Pero el Zar lo convenció, y comenzaron las obras, pero para Agustín de Betancourt, y aun a pesar de los enormes sacrificios de los hombres que trabajaban en su construcción ya que morían cada día, muchos de los obreros, para realizar esa obra tuvo que reclutar  a la fuerza, a campesinos, y a obreros  por todo el imperio ruso. Cuando al fin se terminó la ciudad, esta fue muy similar a la de Ámsterdam; pues así era el deseo del Zar.

Anna ante estos pensamientos seguía corriendo sin entender que le estaba pasando sus pies se movían inseguros al pisar los troncos flotantes que constituían la cimentación de una ciudad que clamaba justicia para sus muertos. El barrizal a su paso se convirtió en una ciénaga intransitable, pero Anna no podía echar marcha atrás, pues las casas de madera flotaban hacia el mar, entonces vio cómo uno de los troncos era llevado a gran velocidad por la corriente, en él llevaba adheridos cadáveres a la madera que parecían lapas, las mismas que llevan en sus cuerpos las ballenas  por el mar.

Anna mirase donde mirase todo eran lamentos ¡Estaría atravesando el purgatorio! pero ella no era Virgilio ni Dante, ni tan siquiera estaba enterada de que hubiera hecho nada que fuera pecado, no tenía nada de qué redimirse, ¿Pero por qué había perdido la esperanza? Aunque le pareció extraño que allí en aquel purgatorio por donde ella pasaba le estaba pareciendo lo más profundo del infierno, preguntándose  el por qué  se encontraban  tantos  famosos poetas en aquel lugar.

 ¿Poro de que los conocía ella?

Anna supo que en aquella ciénaga había conocido por primera vez el purgatorio, pero también supo que estuvo muy cerca de haber caído en el infierno, solo le faltó un ápice para entrar en el valle dónde se encontraba su otro yo… ¿Qué  le decía a ella el nombre de Agustín de Betancourt? pues no entendía el por qué se encontraba en esos momentos caminando por las calles del purgatorio, entonces se encontró con uno de los guardianes que le habló para pedirle indicaciones de su alma. Anna, poco después, se creyó libre de todo pecado al encontrarse de nuevo en la Plaza roja de Moscú, admirando de forma muy particular su grandiosidad.

 ¿Sería ese el Edén?

No olvides, le decía su conciencia, que ninguno de los actos que puedas hacer buenos, o malos, se quedan por pagar, es una factura intransferible. Anna desde ese momento recapacitó, ella no tenía nada de que reprocharse, ella nunca llevó el apellido Betancourt.

 ¿O  ese apellido Betancourt había desaparecido de su genealogía?

Pero, ¿Quién era Natacha?

Un destacamento de guardia se aproximaba a ella, haciendo vibrar el suelo con los cascos de sus caballos, de repente Anna es obligada a montar, una vez se encontró encima del lomo de un caballo empezó a sentir cómo su montura comenzaba a agitarse teniendo que apretar los muslos y aferrarse a las riendas para no caer, y esperar a que pasara la comitiva.

 ¿Quiénes eran los que formaban aquella comitiva? entonces Anna inspiró profundamente.

Unos años después, Anna regresa a Rusia en calidad de investigadora, una vez dentro del palacio de invierno de los zares recorrió las estancias como su fuera una turista más, al llegar a la galería de los retratos, su corazón se paró de golpe, allí estaba la que supuso era Natacha, pues al encontrarse frente a ella, aquella miraba que le prodigaba desde aquel óleo era cómo si le estuviera desnudando el alma, y supo que le estaba invitando a que entrase en el salón contiguo, Anna, se dirige hacia donde le indicaba aquella mirada, pero cuando empuja la puerta, asombrada pudo ver que en el fondo de aquel salón y, junto a una de las  ventanas por donde se podía ver el helado río Neva se encontraba su abuela, que charlaba animada con alguien que parecía un espectro, Anna no creyó lo que estaba presenciando, pero alguien, se acercó a ella para decirle, Natacha has tardado mucho en venir, ahora te toca a ti quedarte en este palacio, pues tu bisabuelo hizo ésta estancia pensando en que tu vivieras en él eternamente, sí, no dudes, tú eres  Natacha.

Y, éste es tu mausoleo. Anna se tapó los oídos con las manos pues allí se habían concentrado todas las penas de aquellos hombres que hicieron posible el capricho de un zar, pues sin saberlo ella debía purgar al  llevar en sus venas la misma sangre de un hombre que fundó unas de las ciudades más bellas del mundo.

 FIN.

 

 

 




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