Perdona, no fue esa mi intención, en realidad te llamaba para decirte que estoy muy
asustada; hace tan sólo unos minutos han llamado dos hombres a mi puerta, si hubieras
visto el aspecto que tenían te hubieras asustado como lo he hecho yo.
¿Cómo eran?
Pues algo así como si hubieran vivido los horrores de una
guerra.
¿Dime qué aspecto tenían?
No sé cómo describirlos, pero me pareció por su delgadez, que
se encontraban famélicos, esqueléticos.
¿Te pidieron algo?
No les di tiempo a que hablasen pues les cerré la puerta.
Al colgar el teléfono tuve que sentarme, pues intuí que algo grave estaba
pasando, pero al parecer yo inconscientemente, tampoco deseaba involucrarme en ello.
Con la mente hecha un lío, salgo a la calle, pues de pronto
supe que no podía soportar la soledad y, como una autómata mis pasos o tal vez
mi mente hicieron que me dirigiera a la Ciudad Monumental y me puse a caminar por la
misma calle por donde vi pasar aquel carro tirado por aquellos jamelgos o
pencos.
Entonces pensé mientras pisaba en aquellos cantos rodados
milenarios.
¿Y si lo que está ocurriendo fuera una conspiración urdida
por unos cuantos para hundir Europa?
¿Hasta ésos límites
llega la ambición del hombre?
¿De dónde les viene ese deseo irrefrenable a estos orates, para querer dominar el mundo?
¿O es que desean ser dioses?
¿Acaso ignoran estos descerebrados de que el hombre nunca
podrá llegar a ser un dios? Pues en su locura olvidan que es solo eso, un
hombre hecho de barro que cuando cae de su pedestal se deshace como lo hace la
mantequilla al sol.
Y pienso ¿Por qué no
se preocupan estos sátrapas que llegan a ser presidentes de una Nación en leer un poco más de historia para no volver a
cometer los mismos errores? ¿O es que ignoran que al repetirlos solo pueden
traer aún más destrucción?
No supe cómo pudo suceder pero cuando paseaba bajo la
penumbra de las farolas de pronto la calle se inundó de una espesa niebla, las
luces de las farolas ante tanta niebla parecían agonizantes, y ésta al ser tan húmeda
parecía llorar lágrimas que calaba mis huesos.
Al mismo tiempo que me
preguntaba dónde me encontraba, un espantoso ruido me hizo temblar, pues pude
oír como si los edificios a mi alrededor se derrumbaran uno tras otro,
iluminados con la atroz claridad de las bombas lo derruido, era como si
quisieran mostrar al mundo de lo que podían ser capaces sin llegar a pensar en
la gente que lo sufría, mientras tanto yo seguía caminando como si aquello no fuera conmigo, pues los gritos y llantos se
multiplicaban por doquier entonces pensé.
¿Acaso me encontraba
en el Averno de Dante?, pero yo seguía diciéndome, todo es mentira, no puede
ser verdad en el siglo XXI, debe ser uno de esos sueños no indeseados que por serlos son aún más crueles.
En eso pude ver cómo la gente salía corriendo de una
bocacalle parecían despavoridas, era mucha, mucha gente que en su desenfrenada
carrera parecían buscar cobijo en algún
lugar, pero que yo no veía ninguno, los sigo con la vista por curiosidad, hasta
verlos llegar a una puerta a ras del
suelo que parecía ser un sótano oscuro que por su aspecto parecía ser mugriento, cuando la miré aquella puerta parecía
que hacía mucho tiempo había quedado en desuso.
Me acerco, hago la intención de entrar solo para saber qué
era lo que pasaba, pero un brazo fuerte se interpone ante mí que me lo impidió,
al parecer no era digna de entrar en aquel refugio, pues no hacía nada para aliviar el dolor de los que sufrían.
Me alejo de aquel lugar con el corazón contrito, y mientras
caminaba, en unos segundos me di cuenta de que había olvidado todo lo que
acababa de pasar, mi cabeza se encontraba vacía.
La verdad es que yo al parecer siempre fui así, pues para mí el
sufrimiento de los demás no es que me afectase mucho, ya que siempre me acomodé
para ser una mera espectadora, pues a mí no me podía pasar nada, y razoné de manera egoísta para qué
preocuparse por lo que esté pasando lejos de mi entorno, y como diría el humorista
“Esta guerra no es mía”.
Mientras tanto los ruidos en la noche se magnificaban, pues
al parecer se manifestaban de diversas
maneras, a veces lo percibía a algo
similar al siniestro silbido que produce
un escape de gas, otras ante mis aterrados oídos me pareció que era como
los silbidos de los reptiles en celo, todo me pareció espantoso.
Al llegar a este punto
y para recuperar la calma pensé, que
quizás comiendo algo me tranquilizaría, pues mi estómago parecía haberse unido
a aquellos espantosos ruidos pidiéndome comida, pero no me atrevo a levantarme,
pues en el momento de intentar levantarme un humo espantosamente negro invadió
mi alcoba, yo ante este nuevo despropósito me tapo la cara con la sábana, mientras
espero el amanecer con ansiedad.
Pero un dolor repentino y terrible de cabeza me obligaba a tener que
salir de la alcoba para tomarme un analgésico, me dirijo al cuarto de baño,
pero una vez en el pasillo las piernas
se niegan a caminar, entonces supe que el terror me tenía secuestrada en mi
propia casa.
Cuando a duras penas llegué de nuevo a la cama, no supe el
tiempo transcurrido porque desde la
torre de la Iglesia comenzaron a dar
siete toques de campana era la hora para que acudieran los fieles a la Santa
Misa. Y descubro que mi cara que la tenía tapada con la sábana, y cuando abro los ojos por fin pude distinguir dónde me
encontraba y más calmada vi cómo una ráfaga de luz se filtraba a través
de la persiana, haciéndome pensar de nuevo que había tenido otro espantoso sueño, me dirijo a la
ventana, subo la persiana, y la abro pero lo que pude ver tras ella era que se presagiaba un nuevo día radiante,
quizás libre de pesadillas.
SIGUE...
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