Aquella
tarde de diciembre me encontraba afanada en la cocina preparando la cena de
Navidad, todo parecía seguir su curso normal y Michel había llevado el día
antes algunas bebidas espirituosas, aquella Nochebuena era la primera que pasábamos
solos desde que nos casamos, lo cual me ilusionaba el pensar que lo haríamos
más unidos que nunca, bebiendo champán
hasta caer ebrios, uno en brazos del otro. Pero cuando llegó la hora de
la cena, Michel parecía retrasarse y ante su tardanza, nerviosa por si le había
ocurrido algo anormal, llamé a sus
amigos, éstos no lo habían visto en unos días. Agotada por la espera, olvidé
tomarme la taza de manzanilla que cada tarde me preparaba diciéndome que era
bueno para conciliar el sueño, yo me la tomaba porque sabía que una manzanilla
no hace daño a ningún estómago, la puse encima de la mesa, no pude cenar y
decidí apagar las velas, cerrar el comedor y me fui a la cama…
Anna, por unos momentos deja de escribir, su mente
parecía permanecer en compás de espera, pues sus recuerdos acuden vagos,
imprecisos y siente cómo algo cruel y doloroso le impide recordar con exactitud
lo sucedido.
De nuevo oye un ruido, sus facciones se endurecen y
ante ella como un ser irreal aparece Michel. No podía creer lo que estaba
viendo, no se atrevía ni a tocarse los brazos, no quería que al hacerlo tuviera
la respuesta que por nada del mundo quería saber, Anna no puede evitar sentir
un gran terror, en esos momentos no podía ni pensar, poco después se
tranquiliza, para más tarde preguntarse
¿Qué razón había para que estuviera paranoica y viera cosas extrañas cómo
alucinaciones? En los cinco años que hacía vivía en soledad, nunca había
sentido nada igual.
Anna apoya la
cabeza en la pared, no podía acostarse, se sentía con los nervios muy alterados
y pasó toda la noche en duermevela. Por la mañana, siente un tremendo pavor, no
se atreve a salir de la casa y entonces decide reanudar la escritura, cuando coge
el bloc, desconcertada ve que faltan las hojas que había escrito el día anterior y entonces
siente que alguien quiere impedir que no se escriba el relato de los hechos tal
y cómo acaecieron.
Y cuando reanuda su relato, hace este comentario:
Ahora
más que nunca quiero terminar, mi versión de los hechos.
Aquella
noche, una vez acostada, recuerdo que quedé la mesa puesta, las bandejas con
los aperitivos y una sopera con un caldo de consomé aún humeante, entonces recordé
que no había tapado las bandejas de los aperitivos.
Ante
la desilusión de saberme olvidada controlé mi mente para relajar el cuerpo, poco después me pareció oír voces en
el comedor pero presa de una indolencia poco habitual en mí, no me levanté,
sabía que era Michel que había regresado y comía lo que estaba en la mesa,
hasta llegué a creer por unos momentos que estaba acompañado, pero la
desilusión me hizo pensar que ya no me importaba nada de lo que hiciera, hasta
creí oír risas, unas risas de mujer…pero no estaba segura de lo que podía estar
pasando en el comedor y me quedé profundamente dormida. También recuerdo que se produjo un ruido extraño pero
cambié de postura para seguir durmiendo.
Por
la mañana al levantarme, me sentí tan bien que respiré hondo, hacía tiempo que
no me sentía tan alegre pues no tenía ni pesadez de estómago, mi cuerpo parecía
que se encontraba más ágil, tanto que no creí reconocerme, me puse la bata, salí
al pasillo, entré en la cocina, después al comedor, pero no había rastro de
Michel y decidí retirar el servicio de la mesa. Sorprendida vi que los dos cubiertos habían
sido usados, la sopera con el consomé estaba vacía, las
bandejas con las demás viandas también se encontraban vacías, por el desorden
que aparecía en la mesa parecía que alguien se había subido a ella…
Anna sigue narrando, pero en su corazón ya no siente
el dolor que aquel fatídico día sintió.
Aquella
mañana, cuando con un tremendo desaire, recogí la mesa fue cuando vi que una de
las copas estaba manchada de lápiz labial y fuera de mis casillas estampé la copa
contra la pared. Cuando quise saber dónde han caído los cristales, no podía
creer lo que estaban viendo mis ojos, debajo de la mesa y casi ocultos por los
flecos del mantel asomaban unos pies desnudos de mujer. En esos momentos no
sentí nada pues mi mente se bloqueó, poco después levanté el mantel y aquella
mujer que yacía en el suelo se encontraba totalmente desnuda.
Miré
de nuevo a la mujer, era la hermana de Michel. Un vértigo insoportable me hizo tambalear,
me senté en una silla hasta tener la mente clara. Después decidí llamar a la
policía y una vez en la casa, la registraron para encontrar pistas. Mientras
tanto yo en medio del comedor parecía
una estatua esperando ser puesta en otro lugar donde no estorbara. Poco después,
llegó el forense que certificó la muerte después de haber mirado de arriba a abajo a la mujer, unos minutos
después el juez hace levantar el cadáver y
entonces fue cuando pude ver horrorizada, de que tenía en su mano
derecha la taza que estaba destinada
para mí, mi manzanilla. Un temblor de piernas se apoderó de mí, esa era la taza
en la que cada día me ofrecía Michel una manzanilla porque según él me
confortaba el estómago. El policía que parecía seguir mis más mínimas reacciones,
al ver que mi mirada se quedó clavada en la taza, se agachó, la recogió del
suelo y mirándome a la cara, la metió en una bolsa de plástico. Entonces por
unos segundos, su mirada se cruzó con la mía, ese hombre pareció querer hablarme
pero algo sucedió en ese instante que me quedé en blanco y no recuerdo nada más.
Todo
esto lo cuento tal y cómo sucedió y yo lo viví.
Firmado:
Anna.
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