Empezó
a subir con cautela y se dio cuenta de que no tenían bocel, aquellas escaleras
estaban suspendidas de una sola parte que se engullían en la pared de piedra,
apenas se veía pero también estaban cubiertas de hojas y ramas. Tenía vértigo e
intentaba no mirar atrás, aquello era imprescindible para no caerse pero por el
rabillo del ojo pudo ver cómo a su paso los peldaños se deshacían, volviéndose
polvo que se difuminaba y mezclaba con la penumbra fantasmagórica.
Anna
ya no tenía más remedio que subir, no había posibilidad de volver hacia atrás,
pronto dejaría de ver aquella pared que la escupió desde el espejo de su
armario y perdería toda referencia. Se quedó quieta en su escalón pensando que
quizás volvieran a aparecer pero no lo hicieron y pensó que podían
desintegrarse antes de subir al siguiente y sus piernas empezaron a temblar,
tanto que creyó que no podrían soportar el peso de su cuerpo. No había nada
donde agarrarse y se aferró con las uñas a los
salientes de la pared, intentó respirar lentamente hasta que sus piernas
recobraron la fuerza para seguir adelante.
Se
acordaba de sus padres y sus hermanos, imaginaba que la buscarían removiendo
cielo y tierra hasta encontrarla pero eso ocurriría si estuviera y allí no la buscaría
nadie porque al otro lado de la pared no había más que otra vivienda en venta,
nadie creería que allí había una puerta que te condujera a otra dimensión. Había
quedado con su hermana mayor para enseñarle su casa totalmente amueblada y la
ayudara a elegir el color de las cortinas pero ¿cómo podría entrar sin llave?,
se la pediría a sus padres…Aún así eso no ayudaría mucho para que la encontraran
y si fuera capaz de pasar al otro lado, estarían las dos atrapadas sin remedio.
¿Por
qué le ocurría esto a ella? No se lo merecía, de eso estaba segura pero también
sabía que algunas veces ocurrían cosas terribles a gente que no se las merece,
que llevan una vida normal y son buenas personas así que esos pensamientos no
la ayudaron nada.
Siguió
subiendo y vio como aparecían unas sogas suspendidas del techo, un techo que no
se veía pues debía estar muy arriba, decidió agarrarse a ellas para sentirse
más segura y a medida que subía, los peldaños giraban y se convertían en una
rampa. Por fortuna tenía aquellas sogas que la ayudaban y aunque se resbalaba
siempre tenía tiempo para pisar el siguiente peldaño aún horizontal.
Anna
no sabía cuánto tiempo llevaba allí en su ardua misión de escalar aquellas
huellas de escalera, el paso del tiempo era distinto, su reloj tan pronto
marcaba una hora como otra y la atmósfera que se respiraba era densa,
masticable, a veces caliente y húmeda como una sauna y otras gélida como el
polo.
Cuando
parecía que se había acostumbrado a subir ayudada por la soga, subió un par de
peldaños y empezó a sentir que sus pies ya parecían no pisar madera, la
sensación de Anna era de pisar algo viscoso y pegajoso como la brea de la cual
le costaba sacar los pies pues en cada peldaño se hundía un poco más hasta que
perdió un zapato. Esa sustancia negruzca era tan oscura como lo que podía
observar que dejaba atrás y a cada paso que daba tenía frío pero sudaba a
raudales, le sudaban las manos y pies como nunca por el vértigo y el miedo…