domingo, 18 de junio de 2017

Río Neva, Final

Anna mirase donde mirase todo eran lamentos ¡Estaría atravesando el purgatorio! pero ella no era Virgilio ni Dante, ni tan siquiera estaba enterada de que hubiera hecho nada que fuera pecado, no tenía nada de qué redimirse, ¿Pero por qué había perdido la esperanza? Le pareció extraño que allí en aquel purgatorio que a Anna le pareció lo más profundo del infierno se encontrara  a tan  famosos poetas.
 ¿Poro de que los conocía ella?
Anna en medio de aquella ciénaga, había conocido por primera vez el purgatorio, pero supo de que estuvo muy cerca de haber caído en el infierno, solo le faltó un ápice para entrar en el valle dónde se encontraba su otro yo… ¿Qué  le decía a ella el nombre de Agustín de Betancourt? pues se encontraba en esos momentos hablando en las mismas puertas del purgatorio, hablaba con un guardián, y este le pedía indicaciones de su alma. Anna, poco después, se creyó libre de todo pecado al encontrarse de nuevo en la Plaza roja de Moscú, admirando de forma muy particular su grandiosidad.
 ¿Sería ese el Edén?
No olvides, le decía su conciencia, que ninguno de los actos que puedas hacer buenos, o malos, se quedan por pagar, es una factura intransferible. Anna desde ese momento recapacitó, ella no tenía nada de que reprocharse, ella nunca llevó el apellido Betancourt.
 ¿Entonces  ese apellido Betancourt había desaparecido de su genealogía?
Pero, ¿quién era Natacha?
Un destacamento de guardia se aproximaba a ella, haciendo vibrar el suelo con los cascos de sus caballos, de repente Anna empezó a sentir cómo su montura comenzaba a agitarse y tuvo que apretar los muslos y aferrarse a las riendas para no caer, y esperar a que pasara la comitiva ¿Quiénes eran los que formaban aquella comitiva? entonces Anna inspiró profundamente.
Unos años después, Anna regresa a Rusia en calidad de investigadora, una vez dentro del palacio de invierno de los zares recorrió las estancias como su fuera una turista más, al llegar a la galería de los retratos, su corazón se paró de golpe, allí estaba la que supuso era Natacha, pues,  la miraba desde aquel óleo cómo si le estuviera desnudando el alma, y entonces supo que le estaba invitando a que entrase  en el salón contiguo, Anna, se dirige hacia donde le indicaba aquella mirada, pero cuando empuja la puerta, asombrada pudo ver que en el fondo de aquel salón y, junto a una de las  ventanas por donde se podía ver el helado río Neva se encontraba su abuela, que charlaba animada con alguien que parecía un espectro, Anna no creyó lo que estaba presenciando, pero alguien, se acercó a ella para decirle, Natacha has tardado mucho en venir, ahora te toca a ti quedarte en este palacio, pues tu bisabuelo hizo ésta estancia  pensando en que tu vivieras en él eternamente, sí tú eres  Natacha.
Y éste es tu mausoleo. Anna se tapó los oídos con las manos pues allí se habían concentrado todas las penas de aquellos hombres que hicieron posible el capricho de un zar.









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