Anna mirase donde mirase todo
eran lamentos ¡Estaría atravesando el purgatorio! pero ella no era Virgilio ni
Dante, ni tan siquiera estaba enterada de que hubiera hecho nada que fuera
pecado, no tenía nada de qué redimirse, ¿Pero por qué había perdido la
esperanza? Le pareció extraño que allí en aquel purgatorio que a Anna le
pareció lo más profundo del infierno se encontrara a tan famosos poetas.
¿Poro de que los conocía ella?
Anna en medio de aquella ciénaga,
había conocido por primera vez el purgatorio, pero supo de que estuvo muy cerca
de haber caído en el infierno, solo le faltó un ápice para entrar en el valle
dónde se encontraba su otro yo… ¿Qué le
decía a ella el nombre de Agustín de Betancourt? pues se encontraba en esos
momentos hablando en las mismas puertas del purgatorio, hablaba con un
guardián, y este le pedía indicaciones de su alma. Anna, poco después, se creyó
libre de todo pecado al encontrarse de nuevo en la Plaza roja de Moscú,
admirando de forma muy particular su grandiosidad.
¿Sería ese el Edén?
No olvides, le decía su
conciencia, que ninguno de los actos que puedas hacer buenos, o malos, se
quedan por pagar, es una factura intransferible. Anna desde ese momento
recapacitó, ella no tenía nada de que reprocharse, ella nunca llevó el apellido
Betancourt.
¿Entonces ese apellido Betancourt había desaparecido de
su genealogía?
Pero, ¿quién era Natacha?
Un destacamento de guardia se
aproximaba a ella, haciendo vibrar el suelo con los cascos de sus caballos, de
repente Anna empezó a sentir cómo su montura comenzaba a agitarse y tuvo que
apretar los muslos y aferrarse a las riendas para no caer, y esperar a que
pasara la comitiva ¿Quiénes eran los que formaban aquella comitiva? entonces
Anna inspiró profundamente.
Unos años después, Anna regresa a
Rusia en calidad de investigadora, una vez dentro del palacio de invierno de
los zares recorrió las estancias como su fuera una turista más, al llegar a la
galería de los retratos, su corazón se paró de golpe, allí estaba la que supuso
era Natacha, pues, la miraba desde aquel
óleo cómo si le estuviera desnudando el alma, y entonces supo que le estaba
invitando a que entrase en el salón
contiguo, Anna, se dirige hacia donde le indicaba aquella mirada, pero cuando
empuja la puerta, asombrada pudo ver que en el fondo de aquel salón y, junto a
una de las ventanas por donde se podía
ver el helado río Neva se encontraba su abuela, que charlaba animada con
alguien que parecía un espectro, Anna no creyó lo que estaba presenciando, pero
alguien, se acercó a ella para decirle, Natacha has tardado mucho en venir,
ahora te toca a ti quedarte en este palacio, pues tu bisabuelo hizo ésta
estancia pensando en que tu vivieras en
él eternamente, sí tú eres Natacha.
Y éste es tu mausoleo. Anna se
tapó los oídos con las manos pues allí se habían concentrado todas las penas de
aquellos hombres que hicieron posible el capricho de un zar.
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