A medida que avanzaba el
atardecer, unos jirones de luz aparecieron distorsionando, los cuadros que
parecían querer esconderse entre las sombras, entonces el sol fijó uno de sus
rayos en el cuadro modernista de Picasso, que poco después se escondió entre
las sombras, reinando en aquel salón la oscuridad de una noche que presagiaba
iba a ser muy larga.
Nadie se percató de que la luna
comenzaba a jugar con las sombras de las encinas al escondite, y que los
cuadros se iban transformando en horribles paisajes donde la vida se encontraba
marchita, mientras las serpientes se posicionaban para enmarcar los cuadros con
su cilíndrico cuerpo; de aquel esperpento surgió una figura de mujer, sus
brazos se encontraban guardados en
sendos cilindros, que impedía su movilidad, mientras de su boca parecía
manar dinero a borbotones, sus ojos
tenían una mirada abstracta tanto que parecían dos ventanas de un almacén destartalado. Anna y su esposo;
al fin pudieron saltar por la ventana, emprendiendo una huida
hacia la nada, adentrándose en un paraje desolador donde las tumbas esperaban abiertas
esperando su botín.
Juan se despierta de su letargo y, ve como toda su familia se encontraba sentada charlando en el salón, Juan al
verlos espera que alguno de ellos le reproche el no haber hecho bien sus encargos,
la abuela se levanta, se acerca a él y, dándole un beso en la frente, le dijo,
gracias a ti hemos recuperado la libertad que nunca tuvimos, toma, y le ofreció
una cerilla, haz el honor hijo, pues te
lo has ganado, asegúrate que todo arda hasta no quedar ni las cenizas, ya nos
encargaremos más tarde en que este solar aparezca cómo un hermoso jardín dónde
los niños puedan disfrutar jugando.
Algo surgió que todos
desaparecieron dejando solo a Juan que asustado por el encargo encendió la
cerilla. Poco después se vio en un
receptáculo vacío donde sólo un rayo de sol penetraba como una flecha luminosa.
¿Qué hacía él en aquel lugar
extraño?
Entonces una voz amable le dice,
no te muevas por favor, Juan se encontraba desnudo sentado en una silla de
enea, no, no, ahora no, qué pasa, dijo Juan aún sin comprender donde se
encontraba, soy Dalí, mi amigo Picasso y yo estamos intentando crear una nueva
técnica que rompa todos los
cánones, establecidos, será algo
innovador, debes mantenerte inmóvil,
queremos que sea algo impactante. Picasso parecía estar fascinado con lo que
estaba grabando con su pincel que parecía mágico mientras pintaba el lienzo, Dalí lo miraba, su mirada daba a entender parecía estar estrujando su cerebro para
demostrar con sus dibujos cuál de los dos era más artista.
Juan nunca tuvo la curiosidad de
mirar aquel retrato una vez terminado, porque nadie le pidió permiso para que su cuerpo fuera plasmado en ningún lienzo, aún a sabiendas de
que viniendo de aquellos dos genios de alguna
manera se haría inmortal, al igual que su familia que habitó aquella
solariega mansión que sin ninguna razón y que se supo más tarde que aquella mansión
había desapareció, pero eso sí, dejando
una huella invisible pero tangible, que solo podían sentir los sensibles.
¿Por qué él se hizo visible para la eternidad?
En unas excavaciones que se
hicieron en Tanzania, apareció un extraño cuadro donde el cuerpo desnudo de un
hombre, parecía estar pintado con tanta realidad, que fue admirado por los
indígenas de aquella tribu y cuando el jefe se acercó para poner su dedo curioso sobre el torso del hombre que
estaba pintado en aquel cuadro, dio un grito de espanto, pues aquel cuerpo
latía cómo cualquier ser vivo. Asustados, lo volvieron a enterrar tan profundo
que nunca más se pudiera admirar, pues pensaron que estaba hecho por el mismo
demonio.
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