Anna, expectante ve cómo la
puerta al abrirse da paso a la señora
elegante que vio en el fondo del pasillo, que pisando segura avanza hacia ella,
Anna cuando mira su cara da un respingo, aquella mujer parecía tener la cara
desfigurada a pesar de estar parcialmente tapada por una gruesa capa de
maquillaje, sus ojos parecían dos bolas de fuego como las que lucen las
alimañas en la oscuridad del campo. Anna
no puede moverse ante esta aparición, se encuentra paralizada como si
algo sobrenatural pusiera a su alrededor un muro insondable que le aprisionaba.
La mujer, se
acerca hasta casi rozar su cara, Anna no puede mover un solo músculo, en su
estado de terror, no se percata que la mujer saca de debajo de su chal una
daga, que con destreza se la pone junto a la garganta con intención de
degollarla; una mano certera le sujeta la mano con firmeza haciendo sentir un
dolor tremendo a la mujer, Anna en esos momentos no parece sentir su cuerpo,
mientras la habitación empezaba a llenarse de policías.
Anna sentada
encima de la cama, siente que su cabeza se había trastornado, cuando nota cómo
sus piernas se humedecen lentamente con un reguero gelatinoso y frío que la van
mojando cada vez más. De repente da un salto, el colchón se encontraba
empapado de sangre, se tapa la boca con las dos manos para no gritar, en
aquella habitación se había cometido un crimen, y en aquella misma cama…quizás
era el mismo cadáver que vio cómo lo bajaban dos hombres cuando ella llegó.
Entonces creyó ver que dos de los policías que
se encontraban más cerca de ella hablaban de una manera ininteligible para
ella, y sin saber el motivo, Anna comenzó a reír de manera convulsiva, llegando
los policías a temer por su estado
mental. Cuando más tarde se encontraba
calmada –dijo—ustedes creen que pueden urdir porque sí, algo tan
grotesco—no me miren así—Anna acusaba directamente a los policías--como han
podido urdir esta trama para que me hiciera amiga de una desconocida, aunque
bien pensado, eso se llama llanamente echar las redes, y yo, como tonta,
huyendo de mi soledad caí en esa red
como cae una trucha en el anzuelo. ¿O tal vez
se dieron cuenta de mi vulnerabilidad para tomarme como cebo? Pues ignoraba que mi desengaño pudiera llamar
tanto la atención, hasta el extremo de poner mi vida en peligro?
Anna dejó de
hablar unos instantes, indudablemente estaba portándose como una imbécil,
aunque pensándolo bien creyó que era lo que había sido toda la vida.
Una vez en su
casa cacereña, sentada en el sofá, se encontraba más sosegada y, recuerda aquel día que quizás, por el capricho
del destino, había sido elegida para desenmascarar a uno de los cerebros más
perverso que operaba en Madrid desde hacía un par de años y que llevaba de
cabeza a la policía. ¿Pero…entonces qué clase de cerebros perversos fueron los que la involucraron a ella en semejante
misión?
Sonríe con desgana, y recuerda que siempre fue
una mujer de una naturaleza tranquila.
¿Quién fue el que le tendió la trampa haciendo posible que un encuentro
fortuito se convirtiera en amistad?
Anna se
levanta pasea por su salón, ahora recordaba que nadie le había comentado que le
sucedió a su “amiga” Rebeca, pero…
¿Habría existido alguna vez? Lo que si supo Anna es que nunca más volvió a
saber de ella.
Anna cerró los
ojos, apoyó su cabeza en él respaldo de su sillón, y quiso soñar despierta
pensando que por un solo un día había llegado a ser una heroína.
Pero ignoraba
la razón por la cual fue elegida para cumplir con esa misión. En unos segundos
su cara se tornó pálida cómo la cera, sus ojos se encontraban tan cerrados que
parecían dos cuencos vacíos, su cuerpo inerte parecía hacer esfuerzos para
parecer que descansaba plácidamente en
su sillón favorito.
Ella siempre quiso soñar, lo necesitaba,
quería olvidar los desengaños que le dio la vida, por esa razón deseaba creer
que siempre fue feliz, olvidando que ella fue la víctima de una cruel traición.
Mientras ajena
a todo lo material su alma se regocijaba paseando por la habitación, no tenía
prisas en marcharse, pues en su contemplación creía estar viendo a un ser feliz, que a pesar de que todo fueron
engaños, no supo que la llevaron hacia una muerte que no se merecía.


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