Allí en aquel agreste terreno, los toros
bravos campaban a sus anchas pactando sin ser molestados, otros astados se
hallaban dormitando bajo la sombra de las encinas. Mientras, los invitados eran
llevados a un templete o atalaya desde donde se podía contemplar a tres toros afinados en un toril
para ser lidiados, la panorámica del campo desde donde se encontraban se podía apreciar
la hermosura de estos animales que desde mucho antes de la época romana
estuvieron presentes en nuestra cultura, unos animales valientes y, de raza
noble, demostrando en cada corrida a la que se enfrenta al hombre, que con tan
sólo su poderosa fuerza y con su única
arma que son sus pitones; mientras tanto el hombre, torero, con un alarde de
valentía, se pone ante el astado con un trozo de tela, con el cual lo incita al
envite, entonces, el toro acepta el reto
del hombre, enfrentándose a él con
bravura, abalanzándose con poderío, sobre ese trozo de tela de color grana,
llamado capote.
Mientras en el
encuentro, se produce una fusión hombre fiera. Todo esto bullía en la cabeza de
Anna, mientras eran llevados a una
edificación blanca que se encontraba en medio del campo, unas escaleras los
conduce a una terraza desde donde se podía ver un pequeño ruedo o tentadero de
arena caliente.
De pronto aparecen en el ruedo el joven que
les fue presentado al llegar. El joven es bello como un Apolo, vestido con
traje corto andaluz, se acerca para saludar mientras se descubre la cabeza que
cubría con un sombrero de ala ancha; tira el sombrero al burladero, a modo de
brindis a los asistentes, en esos momentos se produce una pausa que hace pararse el
corazón, se abre la puerta del toril y aparece un astado, silencio. Entonces a una señal del dueño de la
dehesa, el novillero despliega el capote ante un toro negro zaino de 300 k.
aquel joven en medio del coso, se encuentra preparado para el enfrentamiento,
hombre, fiera, fuerza contra destreza, y entonces, empieza la corrida bajo un silencio devoto.
Sin apenas
percibirlo, y cuando el novillero hacia un quite, un joven espontáneo se planta
en medio del ruedo, desplegando un capote raído, descolorido, y antes que los
asistentes reaccionaran, aquel maletilla
comenzó a derrochar valor y sabiduría ante la fiera, Anna se entusiasma al ver
su valentía, sin poderlo evitar estalló en aplausos, el espectáculo comenzó a
ser impresionante, entonces antes de que el público reaccionara, empezó a
regalar al público su talento, nadie se atrevía a hablar ante las cuatro
cambiadas que dio el aprendiz de torero que, al salir bien la faena se envalentona
aún más, se acerca más al toro, su traje corto se tiñe de barro, entonces hace
una revolera que a todos les puso el corazón en vilo, en aquellos momentos y en
ese instante todo era emoción, el toro y el torero parecían sentirse a gusto con
la lucha mantenida, el espontáneo, con su figura escuálida y esbelta, que
adorna con modales elegantes, una elegancia que sólo el valiente ante el toro derrocha, desde las gradas parecía un ser mágico.
Anna seguía
cada segundo del espectáculo, sin pestañear faena tras faena, el toro parecía
complacido ante este reto, entonces él maletilla comienza a regalar al público que se deleita con sus faenas, el público se encontraba borracho de entusiasmo
al contemplar cómo el toro dócil seguía los movimientos de su capote, entonces, decide obsequiar al público enardecido con Chicuelinas, el clamor de los asistentes
era de emoción incontenida.
Con los asistentes puestos en pie, llegó el momento de poner las banderillas;
aquí, el torero, a pesar de tener licencia no tuvo la suerte de su parte, pues
el toro al sentir el cuerpo del torero muy cerca de su lomo, al abalanzarse sobre él, el astado hizo un
extraño, no dejando que las banderillas rozaran su lomo, sufriendo por lo tanto un fuerte revolcón.
No obstante aquel incidente no restó el brillo
de la actuación, porque para los presentes que aún tenían la miel en la boca
por las buenas faenas ejecutadas, el incidente pasó sin la mayor transcendencia.
Aquella tarde, y como diría en su
comentario poco después el escritor en una entrevista que le hicieron, que
había visto nacer un torero y que en su próximo novela le haría protagonista,
pues sin dudas había presenciado el nacimiento de una gran figura.
Poco después Anna también en su crónica semanal lo mencionó, ratificando
que era un descubrimiento.
El dueño de la
ganadería después del espectáculo y, cuando se encontraban tomando un
refrigerio en la casa, le pidió al escritor su sincera opinión sobre la corrida. El escritor contestó, sabes que
siempre fui sincero a la hora de
escribir sobre lo que he visto, sé que he visto lo mínimo de lo que puede dar
este joven espontáneo. Por lo tanto voy a plasmar de momento, mi testimonio, y
argumentaré por supuesto que quiero basar mi próxima novela sobre toreros extremeños y naturalmente entre
ellos estará el hombre que ha hecho de esta corrida una tarde inolvidable.
En la portada
del libro—dijo acercándose al futuro
torero— Estoy seguro que haré una foto tuya
saliendo por la puerta grande de Las Ventas en Madrid, mientras una muchedumbre
enardecida te gritará entusiasmada.
Anna ante la
grandeza del escritor, supo que no se había equivocado, era sin dudas el hombre
de su vida, más tarde, ella escribía las crónicas haciéndola literatura.
La emoción
ante una corrida de toros a veces para los no aficionados puede ser
incomprensible, pero para todo aquel que se siente ESPAÑOL, es sin lugar a
dudas una parte de nuestra cultura que no se debe tirar, porque unos cuantos
indocumentados todavía no sepan que España tiene sus raíces, las cuales hay que
respetar nos guste o no.
Todo es tan simple cómo el estar orgulloso de ser ESPAÑOL.
FINAL.


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