ERA LA CONCIENCIA
Aquel amanecer Anna al despertar
percibió en su cuerpo una extraña sensación de laxitud y, quiso
convencerse de que tal vez aquel día le
faltaba motivación para levantarse de la cama: Ó…quizás pudiera ser que ese día
se encontraba con la moral por los suelos.
Unos minutos después, se levanta
contra su voluntad, se dirige a la cocina, enchufa la cafetera, poco después un
pitido agudo avisa que el café estaba hecho, su cuerpo se estremece
inexplicablemente cuando vierte el contenido de la cafetera en la taza. Ante la
visión de la humeante aroma, por su mente empezaron a desfilar unos pasajes tan
desagradables, que los hizo culpables de que aquella noche hubiera sido
diferente, pues había tenido uno de los sueños más agitados que jamás hubiera
podido imaginar.
Ante el recuerdo las piernas le
empezaron a temblar, los latidos del corazón se le aceleraron cuando le vino a
la mente cómo su cuerpo yacente reposaba inerte sobre una piedra plana que
creyó podía ser de sacrificios.
Se espanta ante la intuición que
tuvo de repente. Este sueño tal vez pudo haber sido motivado…o también pudiera
ser la consecuencia de aquella caída fortuita en aquel pozo cuando se adentró
en la selva Boliviana, pues recuerda que caminaba junto con los miembros de una
expedición.
¿Sería tal vez ese el motivo de su
desasosiego?
¿Pero si no le había pasado nada?
De nuevo siente cómo su cuerpo tiene
otra convulsión que cree le absorbe la energía, ¿Y si en aquella caída descubrió
lo que siempre le obsesionó, cómo que algún día en una de esas excavaciones
pudiera dar con la puerta secreta que conduce al reino de Hades?
Anna se asusta, pasea por la
cocina, necesitaba pensar que todo estaba siendo una pesadilla.
Se asoma a la ventana, necesitaba
con urgencia que el aire fresco de la mañana acariciara su rostro para poder
respirar. No quería ni podía seguir
recordando aquel sueño que empezaba a trastornarla; pero al sentarse de nuevo
ante la taza de café, este sueño volvió a atacarla pero con mayor virulencia
haciéndole llegar flases de aquel episodio que inundaban su cerebro nublándole
la conciencia.
Entonces fue cuando
inesperadamente pudo ver con total nitidez que un Chamán se encontraba junto a
ella, sí, era ella misma la que se encontraba tendida en la piedra, y que con
total impunidad el Chamán le estaba ofreciendo para su beneficio la sangre de
sus compañeros de la expedición, ofreciéndosela para que la ingiriera, poco
después de haber bebido la sangre de mis compañeros, entonces con un gesto hizo que le tocara con sus manos sus brazos, pero de repente sintió cómo si de pronto se encontrara en un estado de catarsis, que
hizo influir en ella algo que le pareció insufló una nueva vida.
La taza, resbaló de sus manos
hasta caer al suelo, ¿acaso había estado muerta? De nuevo le, invadió una gran
agitación que estuvo a punto de perder la razón.
¿Pero qué motivos ocultos y
misteriosos le hacían temblar de ansiedad, si todo había sido un mal sueño? De
un salto se levanta de la silla, abre con premura la alacena, allí había un
tarro, lo coge, en la etiqueta rezaba PEYOTE, se trataba de una hierba también
llamada “el mensajero divino” por unos instantes no puede pensar, ese hallazgo
era totalmente una incógnita para ella, pues no recordaba haberla llevado desde la selva a su casa, ni tampoco
haber tomado ninguna infusión de esa planta, pues sabía muy bien las
consecuencias que ésta producía al ingerirla, porque sus efectos solían ser
alucinógenos, tanto que hacían que el individuo pudiera ver supuestos fenómenos
que podían llegar incluso hasta la clarividencia. Su cuerpo, extrañamente
empezó a relajarse, pues creyó que podía haberse confundido la noche anterior y cometer el grave error de tomarse el Peyote en vez de las hierbas de manzanilla.
Aun así le seguía preocupando el desconocer la procedencia de ese sueño que
no había sido un sueño cualquiera, pues al despertar le dejó en la boca un
desagradable amargor.
Había pasado una hora y su
desasosiego no parecía querer abandonarla. Distraída mira sus manos, se espanta
al contemplarlas ajadas y agrietadas; corre hacia el espejo de su vestidor, al
contemplar su figura da un paso atrás, su cara, esa cara que siempre cuidó con
las cosmética más caras del mercado parecían haber hecho el efecto contrario con
su cometido, pues en ella aparecían unos surcos profundos que marcaban su
rostro. Presa de una ira incontenida gritó “yo no puedo ser esa” y su rostro se
transformó cuando apareció un rictus amargo que desconocía.
Presa de un ataque de ansiedad
recorre la casa intentando tranquilizarse, necesitaba saber si cada objeto de
su casa se encontraba donde ella los había puesto. ¿Qué le estaba pasando? Deja
caer su cuerpo en el sofá, las fuerzas le habían abandonado, cierra los ojos y
de nuevo sintió cómo su cuerpo se
tensaba como el cabo que sujeta la vela principal de una nave.
Al cerrar los ojos de nuevo se vio
tendida en aquella piedra donde creyó ver al Chamán cómo tapaba su cuerpo desnudo con brillantes
cristales de cuarzo. Asustada se levanta de un brinco, entonces descubre que en
su escritorio había una nota, lo coge, indecisa lee lo escrito, temblando pega
la espalda a la pared no podía creer lo que le estaba pasando, en aquella nota había
un mensaje que le exigía que escribiera el sueño que tuvo aquella noche; ese
sueño que necesitaba borrar de su memoria para no caer en la locura.
Anna como si quisiera
desprenderse de un lastre pesado y agónico decide salir a la calle, una vez fuera de su portal
deambula sin rumbo, se adentra por una calle cualquiera que desemboca en una
plaza cualquiera. Caminaba pensativa ajena a las miradas que provocaba a su
paso.
Su deambular la lleva hacia un
paseo que bullía de actividad donde las gentes ociosas pasan el rato sentado en las terrazas que se
prodigan a lo largo del paseo. Busca con la mirada una mesa des ocupada, poco
después toma asiento con despreocupación mientras cree que es un buen sitio
para huronear a todo el que pasara frente a ella, necesitaba ese estímulo para
poder limpiar su mente de pesadillas.
Pide al camarero un refresco,
cuando saborea el primer sorbo siente cómo le reconforta un agradable frescor
en la boca, sonríe, sin duda empezaba a sentirse una mujer privilegiada pues se
sentía “viva” al instante se horroriza ¿Cómo se le había ocurrido pensar esa
atrocidad si ella estaba viva?
¿Sería tal vez desde la atalaya en la que se
encontraba, estaba viendo a los demás mortales deferentes a ella?
Entonces para borrar sus
turbulentos pensamientos se le antojó que aquellos transeúntes podían ser
esclavos de sus propias vidas, pues sus miradas parecían apagadas, mientras sus
caras pálidas denunciaban que tal vez podían ser autómatas esclavos de sus propias
vidas. Todo ésta observación le hizo pensar que todos podían haber sido
moldeados en cera por un escultor, para que con su obra quedara plasmada que estos seres anodinos pudieran exteriorizaran sus sentimientos al encontrarse supuestamente dispuestos a
ser obligados a acatar las órdenes de un jefe, que casi siempre es invisible,
aunque no por eso deja de ser inflexible. Ante estos pensamientos se horroriza;
intenta recomponer sus neuronas, ella no podía ser igual que ellos, pues sin
duda siempre se creyó diferente a los demás mortales.
Bebe otro sorbo de refresco, pero
ya no le supo placentero pues le quedó
en la boca un sabor bilioso.
Anna desconcertada se revela
contra ella misma, era imposible, no
quería ni pensar que ella pudiera formar parte de ese colectivo que
tanto odiaba por estar concebido para la sumisión; mira a su alrededor, con la
convicción de que ella jamás se sometería a nadie, y mucho menos a seguir
reglas que no fueran las suyas propias.
Busca en el bolso un paquete de
cigarrillos, necesitaba fumar para calmar la ansiedad que siente, pero no lo
encuentra, entonces como una posesa rebusca por los rincones del bolso, abre
una, dos, cremalleras, pero no encuentra lo que busca , cuando mete la mano
decidida a voltear el bolso encima de la mesa, siente un pinchazo en la palma
de la mano cómo si una daga afilada la traspasase, la retira inmediatamente, se
mira la mano, no tenía ni un rasguño, pero un dolor intenso e insoportable le
hace estremecer, aprieta una mano con la otra para contra restar el intenso
dolor, y fue cuando descubrió que el bolso se encontraba manchado de sangre.
Se remueve en la silla, dos
jóvenes se encontraban sentados en el velador de al lado, la miran, Anna se
siente asustada ante sus miradas, busca de nuevo en el bolso para cerciorarse
de que lo que había visto no había sido cierto, entonces comprueba que el
bolso se encontraba limpio se tranquilizó, y pensó de que todo podía haber sido
producido por su alterado estado de agitación.
Mira a los jóvenes y, decide
jugar con ellos al despiste, poco después, y sin motivo aparente despertaron en
ella una tremenda curiosidad, de pronto necesitaba saber de qué se trataba la
conversación que estaban manteniendo, estaba segura de que si captaba una sola
frase podría atar cabos y con ello descubrir la esencia de aquel diálogo que
parecía ser muy, pero que muy interesante; pero un alboroto inesperado impidió
que pudiera sacar algo de aquella conversación, y poder seguir escuchando.
Era un grupo de cómicos que
danzaban entre las mesas exhibiendo sus habilidades a la concurrencia.
Poco después los dos jóvenes
retornan la conversación, y fue cuando Anna pudo oír; no sé cómo pudimos hacer
lo que hicimos. Inesperadamente uno de ellos levanta la voz.
Dime Paco, por primera vez en tu vida sé
sincero conmigo—Cuando pronunciaba estas palabras los labios le temblaban---- ¿Acaso
viste algo que se nos pasó a los demás?
Un prolongado silencio por parte
de Paco hizo que Felipe se alterara más de la cuenta, poco después, y con voz
apagada.
Perdona Paco, por esta alteración
poco usual en mí, ya sé que ninguno pudo hacer nada por ella, al carecer de
herramientas.
Anna cada segundo que pasa escucha con más
atención, pues entre los dos había un motivo que al haber estado cociéndose durante mucho tiempo parecía que había llegado la hora
de decir las cosas como eran, pues al parecer los dos jóvenes se culpaban mutuamente de algo que de no
despejarlo pronto podía llegar a ser una tragedia, pues parecía ser solo el preludio de una conversación
que podía terminar con su amistad de manera escabrosa. Al parecer eran cómplices
al cincuenta por ciento de una
conspiración que tenía los visos de tragedia.
En unos segundos la conversación
empezó a subir de tono, sin percatarse ninguno de los dos que en su agitación, sus voces cambiaban de registro haciendo que estas parecieran inmateriales. Y fue cuando comenzaron los
reproches junto con las acusaciones mutuas saliendo a la luz unos amoríos
inconfesables por tratarse de una mujer comprometida.
Fuera de tono, uno de ellos
intentó solazar con una elegancia fingida lo que se preveía iba a acabar mal,
pero este toque de sutileza que dio Paco de repente a la conversación no pareció calmar los ánimos de Felipe.
Anna cada segundo que pasaba
escuchando se sentía más y más interesada, llegando a involucrarse hasta el
punto de creer que hablaban de ella. Más tranquilos piden otra consumición,
Anna se relaja cuando piensa que ante una copa en compañía de un amigo se puede
llegar a reír las ocurrencias del otro, pero también se puede hablar con
claridad para disipar el mal entendido, pues al escuchar los reproches a veces se disipan las desconfianzas, hasta llegar a imaginar que
te encuentras en un confesionario donde puedes contar sin temor alguno que todo lo que dices no se va a ser
difundido, pero, si el propósito sirve para liberarse de los problemas que se cuentan, puede que hagan
mucho daño al individuo que lo escucha.
Uno de estos jóvenes por unos
momentos parece ignorar a su amigo, su mirada se vuelve distraída, dando la
sensación que se encontraba en otra galaxia.
Anna contiene la respiración
esperando con impaciencia la reacción que pudiera tener Paco cuando Felipe
dejara de mirar hipnotizado las volutas de humo que salían de su garganta
¿estaría Felipe pensando en la manera de salir airoso de aquel trance?
Anna se distrae con sus
pensamientos, pues comenzó a divagar sobre que función hacen las terrazas de verano,
y si es solo para que la gente se pueda hacer confidencias, sonríe, por algo están
ubicadas en la arteria principal de las ciudades,
pues se sabe que las cafeterías en verano sin las terrazas no serían nada.
Mientras tanto Felipe, parecía
seguir mirando al infinito expeliendo con lentitud el humo de su cigarrillo que parecía estar
nublándole la razón.
Anna abstraída con sus
elucubraciones, no se percata de que un
grupo de alborotadores irrumpían en el paseo con sus gritos de libertad y
trabajo. Ante la terraza donde se
encontraba Anna se formó un tumulto que algunos de los veladores cayeron al
suelo mientras los camareros intentaban disolver la algarabía de la terraza.
Anna dirige la mirada hacia los dos jóvenes y, descubre que tan sólo se
encontraba sentado uno de ellos, y que al fijar su mirada en él, notó que
en su rostro lucía una sonrisa a medio
gas, pues su apariencia era la estar
impávido. Ante esta observación siente un estremecimiento, entonces mira
al suelo al notar que sus pies estaban
húmedos. Estaba pisando un charco de sangre.
Dirige la mirada al joven de la
mirada impávida, sus nervios se crispan al ver cómo algo brillante parecido a
un cristal asomaba por su boca abierta, se remueve en la silla, la gente que
por allí pasaba parecía ignorar lo que estaba sucediendo en aquella terraza de
verano, cuando Anna se levanta para cerciorarse de que lo que salía de la boca
del joven, una voz tras ella le dice, no toques nada esos cristales están
malditos.
Anna se aleja de la terraza con pasos inseguros se dirige a su casa mientras un terrible dolor de cabeza le hace recordar el horrible sueño que le estaba empujando hacia un abismo que la estaba llevando inexorablemente hacia ese Inframundo que le hacía dudar si se encontraba en él, o era sólo un lugar en el que siempre creyó no podía ser para ella.
En realidad estaba viva...
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