jueves, 23 de noviembre de 2023

Era la conciencia?


ERA LA CONCIENCIA

 

 

 

Aquel amanecer Anna al despertar percibió en su cuerpo una extraña sensación de laxitud y, quiso convencerse  de que tal vez aquel día le faltaba motivación para levantarse de la cama: Ó…quizás pudiera ser que ese día se encontraba con la moral por los suelos.

Unos minutos después, se levanta contra su voluntad, se dirige a la cocina, enchufa la cafetera, poco después un pitido agudo avisa que el café estaba hecho, su cuerpo se estremece inexplicablemente cuando vierte el contenido de la cafetera en la taza. Ante la visión de la humeante aroma, por su mente empezaron a desfilar unos pasajes tan desagradables, que los hizo culpables de que aquella noche hubiera sido diferente, pues había tenido uno de los sueños más agitados que jamás hubiera podido imaginar.

Ante el recuerdo las piernas le empezaron a temblar, los latidos del corazón se le aceleraron cuando le vino a la mente cómo su cuerpo yacente reposaba inerte sobre una piedra plana que creyó podía ser de sacrificios.

Se espanta ante la intuición que tuvo de repente. Este sueño tal vez pudo haber sido motivado…o también pudiera ser la consecuencia de aquella caída fortuita en aquel pozo cuando se adentró en la selva Boliviana, pues recuerda que caminaba junto con los miembros de una expedición.

 ¿Sería tal vez ese el motivo de su desasosiego?

 ¿Pero si no le había pasado nada?

De nuevo siente cómo su cuerpo tiene otra convulsión que cree le absorbe la energía, ¿Y si en aquella caída descubrió lo que siempre le obsesionó, cómo que algún día en una de esas excavaciones pudiera dar con la puerta secreta que conduce al reino de Hades?

Anna se asusta, pasea por la cocina, necesitaba pensar que todo estaba siendo una pesadilla.

Se asoma a la ventana, necesitaba con urgencia que el aire fresco de la mañana acariciara su rostro para poder respirar. No quería ni podía  seguir recordando aquel sueño que empezaba a trastornarla; pero al sentarse de nuevo ante la taza de café, este sueño volvió a atacarla pero con mayor virulencia haciéndole llegar flases de aquel episodio que inundaban su cerebro nublándole la conciencia.

Entonces fue cuando inesperadamente pudo ver con total nitidez que un Chamán se encontraba junto a ella, sí, era ella misma la que se encontraba tendida en la piedra, y que con total impunidad el Chamán le estaba ofreciendo para su beneficio la sangre de sus compañeros de la expedición, ofreciéndosela para que la ingiriera, poco después de haber bebido la sangre de mis compañeros, entonces con un gesto hizo que le tocara con sus manos sus brazos, pero de repente sintió cómo si de pronto se encontrara en un estado de catarsis, que hizo influir en ella algo que le pareció insufló  una nueva vida.

La taza, resbaló de sus manos hasta caer al suelo, ¿acaso había estado muerta? De nuevo le, invadió una gran agitación que estuvo a punto de perder la razón.

¿Pero qué motivos ocultos y misteriosos le hacían temblar de ansiedad, si todo había sido un mal sueño? De un salto se levanta de la silla, abre con premura la alacena, allí había un tarro, lo coge, en la etiqueta rezaba PEYOTE, se trataba de una hierba también llamada “el mensajero divino” por unos instantes no puede pensar, ese hallazgo era totalmente una incógnita para ella, pues no recordaba haberla  llevado desde la selva a su casa, ni tampoco haber tomado ninguna infusión de esa planta, pues sabía muy bien las consecuencias que ésta producía al ingerirla, porque sus efectos solían ser alucinógenos, tanto que hacían que el individuo pudiera ver supuestos fenómenos que podían llegar incluso hasta la clarividencia. Su cuerpo, extrañamente empezó a relajarse, pues creyó que podía haberse confundido la noche anterior  y cometer el grave error  de tomarse  el Peyote en vez de las hierbas de manzanilla.

Aun así le seguía preocupando  el desconocer la procedencia de ese sueño que no había sido un sueño cualquiera, pues al despertar le dejó en la boca un desagradable amargor.

Había pasado una hora y su desasosiego no parecía querer abandonarla. Distraída mira sus manos, se espanta al contemplarlas ajadas y agrietadas; corre hacia el espejo de su vestidor, al contemplar su figura da un paso atrás, su cara, esa cara que siempre cuidó con las cosmética más caras del mercado parecían haber hecho el efecto contrario con su cometido, pues en ella aparecían unos surcos profundos que marcaban su rostro. Presa de una ira incontenida gritó “yo no puedo ser esa” y su rostro se transformó cuando apareció un rictus amargo que desconocía.

Presa de un ataque de ansiedad recorre la casa intentando tranquilizarse, necesitaba saber si cada objeto de su casa se encontraba donde ella los había puesto. ¿Qué le estaba pasando? Deja caer su cuerpo en el sofá, las fuerzas le habían abandonado, cierra los ojos y de nuevo sintió  cómo su cuerpo se tensaba como el cabo que sujeta la vela principal de una nave.

Al cerrar los ojos de nuevo se vio tendida en aquella piedra donde creyó ver al Chamán cómo  tapaba su cuerpo desnudo con brillantes cristales de cuarzo. Asustada se levanta de un brinco, entonces descubre que en su escritorio había una nota, lo coge, indecisa lee lo escrito, temblando pega la espalda a la pared no podía creer lo que le estaba pasando, en aquella nota había un mensaje que le exigía que escribiera el sueño que tuvo aquella noche; ese sueño que necesitaba borrar de su memoria para no caer en la locura.

Anna como si quisiera desprenderse de un lastre pesado y agónico decide  salir a la calle, una vez fuera de su portal deambula sin rumbo, se adentra por una calle cualquiera que desemboca en una plaza cualquiera. Caminaba pensativa ajena a las miradas que provocaba a su paso.

Su deambular la lleva hacia un paseo que bullía de actividad donde las gentes ociosas  pasan el rato sentado en las terrazas que se prodigan a lo largo del paseo. Busca con la mirada una mesa des ocupada, poco después toma asiento con despreocupación mientras cree que es un buen sitio para huronear a todo el que pasara frente a ella, necesitaba ese estímulo para poder limpiar su mente de pesadillas.

Pide al camarero un refresco, cuando saborea el primer sorbo siente cómo le reconforta un agradable frescor en la boca, sonríe, sin duda empezaba a sentirse una mujer privilegiada pues se sentía “viva” al instante se horroriza ¿Cómo se le había ocurrido pensar esa atrocidad si ella estaba viva?

 ¿Sería tal vez desde la atalaya en la que se encontraba, estaba viendo a los demás mortales deferentes a ella?

Entonces para borrar sus turbulentos pensamientos se le antojó que aquellos transeúntes podían ser esclavos de sus propias vidas, pues sus miradas parecían apagadas, mientras sus caras pálidas denunciaban  que tal vez  podían ser autómatas esclavos de sus propias vidas. Todo ésta observación le hizo pensar que todos podían haber sido moldeados en cera por un escultor, para que con su obra quedara plasmada que estos seres anodinos pudieran exteriorizaran sus sentimientos al encontrarse supuestamente dispuestos a ser obligados a acatar las órdenes de un jefe, que casi siempre es invisible, aunque no por eso deja de ser inflexible. Ante estos pensamientos se horroriza; intenta recomponer sus neuronas, ella no podía ser igual que ellos, pues sin duda siempre se creyó diferente a los demás mortales.

Bebe otro sorbo de refresco, pero ya no le supo  placentero pues le quedó en la boca un sabor  bilioso.

Anna desconcertada se revela contra ella misma, era imposible, no  quería ni pensar que ella pudiera formar parte de ese colectivo que tanto odiaba por estar concebido para la sumisión; mira a su alrededor, con la convicción de que ella jamás se sometería a nadie, y mucho menos a seguir reglas que no fueran las suyas propias.

Busca en el bolso un paquete de cigarrillos, necesitaba fumar para calmar la ansiedad que siente, pero no lo encuentra, entonces como una posesa rebusca por los rincones del bolso, abre una, dos, cremalleras, pero no encuentra lo que busca , cuando mete la mano decidida a voltear el bolso encima de la mesa, siente un pinchazo en la palma de la mano cómo si una daga afilada la traspasase, la retira inmediatamente, se mira la mano, no tenía ni un rasguño, pero un dolor intenso e insoportable le hace estremecer, aprieta una mano con la otra para contra restar el intenso dolor, y fue cuando descubrió que el bolso se encontraba manchado de sangre.

Se remueve en la silla, dos jóvenes se encontraban sentados en el velador de al lado, la miran, Anna se siente asustada ante sus miradas, busca de nuevo en el bolso para cerciorarse de que lo que había visto no había sido cierto, entonces comprueba que el bolso se encontraba limpio se tranquilizó, y pensó de que todo podía haber sido producido por su alterado estado de agitación.

Mira a los jóvenes y, decide jugar con ellos al despiste, poco después, y sin motivo aparente despertaron en ella una tremenda curiosidad, de pronto necesitaba saber de qué se trataba la conversación que estaban manteniendo, estaba segura de que si captaba una sola frase podría atar cabos y con ello descubrir la esencia de aquel diálogo que parecía ser muy, pero que muy interesante; pero un alboroto inesperado impidió que pudiera sacar algo de aquella conversación, y poder seguir escuchando.

Era un grupo de cómicos que danzaban entre las mesas exhibiendo sus habilidades a la concurrencia.

Poco después los dos jóvenes retornan la conversación, y fue cuando Anna pudo oír; no sé cómo pudimos hacer lo que hicimos. Inesperadamente uno de ellos levanta la voz.

 Dime Paco, por primera vez en tu vida sé sincero conmigo—Cuando pronunciaba estas palabras los labios le temblaban---- ¿Acaso viste algo que se nos pasó a los demás?

Un prolongado silencio por parte de Paco hizo que Felipe se alterara más de la cuenta, poco después, y con voz apagada.

Perdona Paco, por esta alteración poco usual en mí, ya sé que ninguno pudo hacer nada por ella, al carecer de herramientas.

 Anna cada segundo que pasa escucha con más atención, pues entre los dos había un motivo que al haber  estado cociéndose durante  mucho tiempo parecía que había llegado la hora de decir las cosas como eran, pues al parecer los dos jóvenes se culpaban mutuamente de algo que de no despejarlo pronto podía llegar a ser una tragedia, pues parecía ser solo el preludio de una conversación que podía terminar con su amistad de manera escabrosa. Al parecer eran cómplices al cincuenta por ciento  de una conspiración que tenía los visos de tragedia.

En unos segundos la conversación empezó a subir de tono, sin percatarse ninguno de los dos que en su agitación, sus voces cambiaban de registro haciendo que estas parecieran  inmateriales. Y fue cuando comenzaron los reproches junto con las acusaciones mutuas saliendo a la luz unos amoríos inconfesables por tratarse de una mujer comprometida.

Fuera de tono, uno de ellos intentó solazar con una elegancia fingida lo que se preveía iba a acabar mal, pero este toque de sutileza que  dio Paco de repente a la conversación no pareció calmar los ánimos de Felipe.

Anna cada segundo que pasaba escuchando se sentía más y más interesada, llegando a involucrarse hasta el punto de creer que hablaban de ella. Más tranquilos piden otra consumición, Anna se relaja cuando piensa que ante una copa en compañía de un amigo se puede llegar a reír las ocurrencias del otro, pero también se puede hablar con claridad  para disipar el mal entendido, pues al  escuchar los reproches a veces se disipan las desconfianzas, hasta llegar a imaginar que te encuentras en un confesionario donde puedes contar sin temor alguno  que todo lo que dices no se va a ser difundido, pero, si el propósito sirve  para liberarse  de los problemas que se cuentan, puede que hagan mucho daño al individuo que lo escucha.

Uno de estos jóvenes por unos momentos parece ignorar a su amigo, su mirada se vuelve distraída, dando la sensación que se encontraba en otra galaxia.

Anna contiene la respiración esperando con impaciencia la reacción que pudiera tener Paco cuando Felipe dejara de mirar hipnotizado las volutas de humo que salían de su garganta ¿estaría Felipe pensando en la manera de salir airoso de aquel trance?

Anna se distrae con sus pensamientos, pues comenzó a divagar sobre que función hacen las terrazas de verano, y si es solo para que la gente se pueda hacer confidencias, sonríe, por algo están ubicadas  en la arteria principal de las ciudades, pues se sabe que las cafeterías en verano sin las terrazas no serían nada.

Mientras tanto Felipe, parecía seguir mirando al infinito expeliendo con lentitud  el humo de su cigarrillo que parecía estar nublándole la razón.

Anna abstraída con sus elucubraciones, no se percata  de que un grupo de alborotadores irrumpían en el paseo con sus gritos de libertad y trabajo.  Ante la terraza donde se encontraba Anna se formó un tumulto que algunos de los veladores cayeron al suelo mientras los camareros intentaban disolver la algarabía de la terraza. Anna dirige la mirada hacia los dos jóvenes y, descubre que tan sólo se encontraba sentado uno de ellos, y que al fijar su mirada en él, notó que en su rostro lucía una sonrisa  a medio gas, pues su apariencia era la estar  impávido. Ante esta observación siente un estremecimiento, entonces mira al suelo  al notar que sus pies estaban húmedos. Estaba pisando un charco de sangre.

Dirige la mirada al joven de la mirada impávida, sus nervios se crispan al ver cómo algo brillante parecido a un cristal asomaba por su boca abierta, se remueve en la silla, la gente que por allí pasaba parecía ignorar lo que estaba sucediendo en aquella terraza de verano, cuando Anna se levanta para cerciorarse de que lo que salía de la boca del joven, una voz tras ella le dice, no toques nada esos cristales están malditos.

Anna se aleja de la terraza con pasos inseguros se dirige a su casa mientras un terrible dolor de cabeza le hace recordar el horrible sueño que le estaba empujando hacia un abismo que la estaba llevando inexorablemente hacia ese Inframundo que le hacía dudar si se encontraba en él, o era sólo un lugar en el que siempre creyó no podía ser para ella.

En realidad estaba viva... 

 

 



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