
Poco después el encuentro se produjo
en una pequeña placita solitaria de la periferia, allí en un todoterreno la
esperaba un hombre que parecía poco locuaz.
Después de montar en el vehículo,
empezó a sentirse incómoda, arrepentida de haber tomado aquella precipitada
decisión.
Habían rodado unos cuantos
kilómetros, alejándose cada vez más de la población cuando el cielo empezó a
cubrirse, unas terribles nubes grises se apoderaron del cielo construyendo un
techo oscuro y amenazante. Anna se atreve a preguntar ¿estamos llegando? pero
el hombre no parece haber oído la pregunta, sólo la mira mientras se encajaba
los auriculares en las orejas.
Anna ya no se siente segura, deseaba
salir cuanto antes de aquel coche que parecía asfixiarla, el chofer no le hacía
recordar de quien se podía tratar. En un viraje brusco se desvían hacia un
camino terroso, a unos kilómetros, y después de un insufrible traqueteo, pudo
divisar un llano donde un helicóptero parecía esperarlos. A pie del aparato,
tres personas la saludan, suben todos al helicóptero, este se pone en marcha.
Cuando la tarde empezaba a declinar,
Anna se pone alerta por si podía captar
algo entre sus acompañantes, pues necesitaba sólo un gesto, tal vez una sonrisa
que le pudiera dar una pista a su desorientación, pero no percibió nada, aquella gente parecía hipnotizada,
y ella había perdido la noción del tiempo. Poco después se dio cuenta de que no
había probado bocado desde que salió de su apartamento.
Aquel cielo, al carecer de luna hizo
que la noche fuera presa de una oscuridad tenebrosa, los relámpagos que parecían venir de una lejana montaña se
hicieron cómplices de su desasosiego, pues resplandecían cegando a los ocupantes
del aparato.
Ya llevaban dos horas navegando por
el centro de las más altas oscuridades cuando el piloto por primera vez vuelve
la vista hacia ella, sus miradas se cruzaron, la mirada del hombre a Anna le
causo una impresión escalofriante, aun así, se atrevió a preguntar ¿Dónde nos
encontrábamos? El silencio fue la respuesta. De repente empezaron a descender
para poco después aterrizar en un llano sembrado de maíz, descienden los
ocupantes, todos en silencio mientras el helicóptero levanta el vuelo para
minutos después desaparecer en el horizonte.
Anna se encuentra desolada cuando
ante aquella situación recapacita y cree saber, pero demasiado tarde el motivo
por el cual, ha sido invitada a aquella cata.
¿Qué motivos oscuros la indujeron a
aceptar?
¿Era acaso una llamada urgente de su
conciencia, que le pedía dejar de comercializar, con la salud de los
consumidores?
Cuando Anna mira a su alrededor, se
encontraban en medio del campo bajo un techo enorme de
nubes amenazantes, alguien en esos momentos con voz seca, ordena a los que
viajaron en el helicóptero que recojan del suelo cada uno de ellos una mochila,
que se hallaban alineadas en el suelo. Todos obedientes se la ponen a la
espalda, Anna sigue sin comprender de que va todo aquello que le estaba
resultando ser una broma pesada, aún no había logrado que ninguno de los
“invitados” abriera la boca para decir algo, aunque fuera una incongruencia,
pues necesitaba saber cuál de ellos tenía acento gallego.
Alguien ordena que comiencen a
caminar, entonces algo extraño se produce en el ambiente, pues todos comenzaron
a andar dóciles como autómatas, adentrándose por una estrecha senda flanqueada
por arbustos punzantes, era tal la oscuridad reinante, que en su caminar sólo
podía distinguir las siluetas difuminadas de sus compañeros de viaje.

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