miércoles, 15 de mayo de 2024

Cuando despierta la bestia

El hombre miraba hacia donde se encontraba aquel extraño ejército de huesos vivientes, con un gesto les hace mirar hacia otro lado de la montaña, donde se encontraba un olivo centenario con ramas secas el cual conservaba  milagrosamente  la fruta  en perfecto estado esperando ser recogida. De pronto Anna siente un tremendo temblor en su cuerpo cuando las ramas de aquel olivo intentan abrazarla. El instinto de conservación le hace correr montaña abajo, el descenso  hizo acelerar aún más su loca carrera, que al ser accidentado el camino no nota que sus pies van tropezando constantemente con objetos resbaladizos y punzantes.

Cuando se encontraba cerca de la vereda que conducía a la carretera, ante ella aparece el dueño de una almazara, a la cual su empresa compraba el aceite, el hombre estaba harapiento, desnutrido, Anna se regocija, pues creyó que era su salvación.

El hombre se acerca con un vaso de aceite, la invita a beber, Anna da un paso atrás, aquel hombre que siempre creyó era pacífico la taladraba con su mirada tan profunda que parecía perdida, tras ella otra voz le dice con tono imperativo “bebe”, y el vaso de Anna se quedó a la altura de su boca sin que ella bebiera ni una sola gota.

Anna entonces comprendió que, para llegar a ser ejecutivo en una importante empresa, no era ético adulterar los productos, sólo para obtener “medallas”.

Aquellos huesos se encontraban cerca de ella, empezando a danzar a su alrededor Anna no podía creer que fuera verdad lo que estaba viviendo.

Y seguidamente apareció de nuevo aquel olivo centenario, que al acercarse la estrangula con sus secas y débiles ramas, mientras mascullaba; nadie puede adulterar los frutos del olivo, porque es tan sagrado que es destinado para ser derramado, como bendición a los cadáveres.

Anna en su agonía quiso pedir perdón por su deplorable acción, pero ni el viejo olivo, ni los huesos de las personas que bebieron el aceite adulterada, no  parecían tener compasión de ella.

Poco después se presenta una furgoneta desprendiendo un olor intenso a aceite rancia, que traslada su cuerpo hacia un cementerio nada usual, pues fue llevada a una vieja almazara abandonada, su cuerpo fue puesto bajo la piedra cilíndrica de la molienda que se encontraba mugrienta por estar en desuso, y que parecía estar preparada  para que su cuerpo fuera triturado.

La misma noche que Anna desapareció como ser viviente, una legión de huesos entró en su apartamento, demoliendo todo cuanto allí se encontraba, sin omitir las obras de arte que se encontraban manchadas por la avaricia de una joven ambiciosa.

Mientras las vecinas murmuraban tras la mirilla de las puertas cómo un ir y venir de gentes extrañas sacaban objetos. Una de las vecinas comentó a otra  al día siguiente que cuando subía en el ascensor el portero les comentó.

  Anoche en el  tercero, hubo mucho movimiento, creo que  la joven estirada que vive en ese rellano cambió de nuevo  la decoración de la casa.

 FIN




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