viernes, 5 de octubre de 2018

Vivencias Final

De pronto una voz me sobresaltó ¿Le apetecería ver la torre por dentro?
 Me quedé mirándola, no podía creer que estuviera invitándome a visitar una de las estancias de su casa, pero, no obstante, yo la seguí y, me vi subiendo junto a ella las escalinatas que conducen  hacia el piso principal, a su lado me sentía conmocionada, mientras tanto ella daba vueltas a una sortija que llevaba en su dedo corazón, parecía indecisa sobre algo que intentaba querer preguntarme, yo la miraba porque no encontraba palabras para agradecerle su gesto, entonces ella rompiendo mi mutismo me comunicó que el palacio constaba de seis patios, todos ellos rodeados con las características columnas de las casa griegas helenísticas  y de la época greco-romana.
Las sombras de la noche comenzaron a apoderarse de las callejuelas que parecían túneles tenebrosos donde no hay luz que ilumine el final.
Entonces la señora –dijo-si te parece bien vamos a entrar en la torre que tanto veo que te ha llamado la atención, esta torre  es llamada del Homenaje (bueno creo que sabes el porqué de esa distinción) esta torre alberga una especial capilla que  muchos  cacereños  ignoran  su existencia por hallarse en una propiedad que aún se encuentra habitada.
Una vez dentro de la capilla, me pareció pequeña y evocadora, no pude expresar lo que mi corazón sintió, entonces miré hacia el techo, y descubrí que su cubierta era una atractiva bóveda de crucería.
Poco después y con la emoción a cuestas, me encontré de nuevo en la calle, no sin antes despedirme de esta señora con agradecimiento, pero, al llegar al portal y antes de que me diera cuenta la señora había desaparecido de mi vista, entonces supe que existe un espacio de tiempo en la vida en el  que un instante se puede convertir en algo mágico, en algo que puede ser muy especial.
La luna comenzó a iluminar con rayos punzantes a aquel recinto mágico, haciendo con su fulgor  que la vida se detuviera, los animales  diurnos, empezaron a aparecer haciéndose los dueños de la noche magnificando las sombras distorsionando los volúmenes, impregnando en esa tarea a la ciudad en un halo de misterio que hace que nuestras pupilas se dilaten y nuestros sentidos se agudicen. 
Entonces supe y sin lugar a dudas de que estas casonas fortalezas, guardaban dentro de su seno joyas de incalculable valor  arquitectónico, sin olvidar que en sus entrañas reposan las aguas oscuras y tranquilas de los Aljibes que alimentaban con sus aguas a sus moradores.
Pero y las fachadas… mi ojos se agrandaron, este nuevo descubrimiento hizo que se produjera en mi cabeza un terrible estallido que llegó a conmocionarme, las fachadas de los palacios eran diferentes a cómo yo las había conocido, pues ante mis ojos lucían colores que jamás creí existieran en esta ciudad, mi mirada parecía enloquecer al contemplar semejante cromatismo, ante mi cada fachada lucía un color diferente, en unos destacaban el color ocre, mientras otros que encontrándose  en la misma calle su fachada brillaba con blancura nívea, otras lucían el color albero.
  No salía de mí asombro, mi mente necesitaba descansar, poco después  entro en uno de los zaguanes y para mi sorpresa, descubro, que en la pared había un escudo policromado con las armas del dueño de la casa.
Salgo conmocionada, necesitaba saber si los demás palacios también tenían su propio escudo esculpido en un maravilloso policromado.
¿En qué siglo me encontraba?
Me toco los brazos, estoy viva.
¿Dónde se encontraba esa piedra palpitante y envejecida que me hacía soñar?
Pero una voz del pasado me dijo, debes pensar que en la época en la que viviste tu niñez, estos palacios ya  no se necesitan cal para desinfectar las fachadas de las epidemias aquello ya pasó.
¿Acaso es que la piedra es mucho más elegante que la cal?
 De nuevo comenzaron a sonar las campanas, yo aturdida ante tantas ensoñaciones deambulé  por una de las muchas y estrellas callejuelas entre escudos nobiliarios y torreones hechos migas  aún sin recuperarse de la herida de haber sido desmochados.
Me sentía azorada, por donde pasaba en esos momentos, allí mismo,  se habían compartido tantas aventuras y desdichas que no se podían decir que hubieran sido resueltas, pues entre esos  muros de piedra gris que oprimen las estrechas calles, se siguen notando en su palpitación aquellos conflictos que vivieron sus vecinos. Que sin dudas fueron descabellados, pero ellos quisieron que aún siguieran patente en la añoranza de aquel que se encuentra atrapado por el encantamiento, y desea saborearlo.
El ruido de hierro, me sobresaltan, pues con el vertiginoso giro de sus ruedas parecían limar los cantos del pavimento, mire para guarecerme en algún portal, entonces mi vista se topó con un carromato entoldado y dos hombres forzudos en el pescante, uno de ellos con la fusta pegaba sin piedad  a los caballos que subían la cuesta sin resuello, una voz creí oír que salió de debajo del entoldado, gritó, muerte a los judíos, cuando se alejaron seguían gritando como posesos.
De repente tengo una visión que me hace temblar, me miro y no me reconozco, mis ropajes pertenecen a otra época que no es la mía, una señora vestida de negro se pega a mi espalda, parecía querer custodiarme, estoy confusa, creo que me dirijo a la iglesia, pues las campanas repicaban hasta taladrar mis tímpanos.
¿Acaso estaba viviendo una realidad?
Al salir de misa y, en la misma plazoleta de San Mateo, me pareció  ver cómo se reunía toda la nobleza, las damas vestían con ricas vestiduras, los caballeros engalanados con grandes sombreros de ala ancha, la fachada de la iglesia se encontraba adornada con grandes colgaduras  y escudos representativos de las grandes familias.
Entonces en uno de mis escasos descuidos, los nobles se enzarzaron en una refriega cuerpo a cuerpo donde todos parecían desear  derrotar al que creían eran sus enemigos, era una lucha  por la supremacía y el poder del territorio.
No tardé en saber el motivo de aquella algarabía, pues no era otra cosa que un concejo enfrentado a consecuencia de sus banderas nobiliarias  que eran las provocadoras de estos graves altercados.
En este punto me paro a reflexionar, pues entonces supe que lo que creí estar viviendo me lo contó la reina Isabel la llamada Católica, una tarde de ensoñación.
Vuelvo a la realidad y me encuentro sentada en el poyete que remata la fachada de la Iglesia de Santiago, la más antigua de la ciudad, frente a mí el palacio de Godoy de grandes dimensiones donde tantos cacereños vinieron al mundo, mirándolo tan hermoso con su balcón esquinado, tuve un sentimiento de pena, porque el que vio en su seno nacer vidas, ahora con el mismo desapego con que en algunas ocasiones se trata a los mayores, al parecer olvidado se está dejando morir, después de haber sido uno de los inmuebles de extramuros con más historia.  
Por esta razón y por muchas más quiero rendir mi humilde homenaje a este pasado que sin lugar a dudas hicieron de Cáceres una ciudad que fue, es, y seguirá siendo. Una joya de un valor incalculable para la cultura.



       




lunes, 1 de octubre de 2018

Vivencias 4º Parte

pero esa es otra historia. Pero sí que he tenido que enfrentarme aún a mí pesar con los nobles residentes en esta ciudad, que por cierto, si no llego a venir se hubieran matados unos y otros, nada, tan solo por poseer más de lo que ya se les ha otorgado, pero yo les he dejado en calzones—dijo con una mueca muy significativa de triunfo—ya no pueden guerrear desde sus torreones, pues he dado orden de que las desmochen desde ahora se tendrán que mirar a la cara cuando quieran luchar; también te diré que acabo de terminar de bordar un pendón que espero luzcáis en ocasiones especiales para que se sepa que estuve aquí  en Cáceres hospedada en este palacio por sus mercedes los Golfines de abajo, desde donde he impuesto mi soberanía.
Era tan amable el tono de sus palabras que creí podía relajarme, entonces más calmada pude apreciar que quizás fuera cierto lo que se decía de su aspecto personal que sin duda era despreocupado  denunciándolo su olor corporal que tenía mucho que desear, entonces pensé en la época, la disculpé, después de todo era una mujer de estado no una muñeca de salón, pues intuí  que podía  ser la reina sin dudas, más poderosa de España.
Me siento mareada, no sé cómo pude bajar las escalinatas del palacio tapadas con una alfombra hecha para la ocasión, cuando llego al patio de ese estilo mitad romano llamado   peristilo, traspaso la puerta enrejada que da al zaguán, cuando una voz autoritaria hizo que me parara en seco, era la Reina Isabel de Castilla y de Aragón por su matrimonio con Fernando que en esos momentos decía, haz saber a todos los cacereños que no olviden,  que yo,  Isabel llamada La Católica, estuve aquí para sembrar la paz entre los nobles.
Una vez en la calle, sin saber qué hacer, me paro a contemplar la fachada de aquel palacio, confusa, bajo la cabeza, para inmediatamente mirar de nuevo la fachada, era la misma de siempre, pero…
 ¿En qué siglo me encontraba viviendo? Me froto los ojos, no
Miro de nuevo hacia arriba y sonrío, la verdad es que es uno de estaba soñando.los palacios  más bonitos de la cuidad, entonces posé mis ojos en la torre cuadrada que da  justo a  la esquina de la cuesta del Marques, que conserva  un enorme matacán que se encuentra sujeto por tres ménsulas, sigo sin saber qué me estaba pasando, allí inmutable se podía apreciar con deleite una de las mejores labores más bellas y pétreas de bolillos que puedan rematar un edificio, en realidad se presenta como  una increíble crestería  de estilo plateresco, que hasta ese momento y,  cuando me encontraba contemplándola  embobada, descubrí que en  sus encajes  se asomaban figuras de fantásticos animales como los que solían hacer los plateros.
Había empezado a anochecer en la plaza había una escasa y claudicante luz que avanzaban lentamente filtrándose por las estrechas calles perfilando con su sombra los palacios de Mayoralgo, y el palacio Episcopal, destacaba entre ellas, unas  sombras delgadísimas que como agujas parecían querer pinchar la cúpula del campanario de la Con-Catedral, no sé cómo, pero de repente me encontré sentada en el poyete que cómo zócalo remata la fachada de la Con- Catedral.
Me fue imposible recordar el tiempo que estuve en esta contemplación, pues no aprecie que un anciano se había sentado a mi lado, en su tez morena destacaban surcos cómo hendiduras, que al ser estas  tan marcadas desfiguraban su cara, parecía de amargura. Alguien pronunció su nombre, Cohen, el anciano se puso a temblar, yo me acerqué para tranquilizarlo, mientras un grupo de inquisidores pasaban junto a nosotros que, al ver que se encontraba  junto a mí el anciano, pasaron de largo.
No entiendo cómo pudo pasar pero de pronto y, sin más  me vi en la Plaza de San Mateos, miro a mi alrededor como si la viera por primera vez, entonces descubro una bella torre de estilo gótico cubierta de hiedra, destacando en ella un impresionante matacán sostenido por nueve ménsulas, me quedo extasiada, adornando esta edificación única en su fachada se encuentran dos ventanas góticas arqueadas y divididas  mediante columnas o pilastrillas.
Un gorjeo, hizo que mirara hacia el muro que se encontraba pegado a la pared de este matacán, entonces descubrí un precioso Pavo Real que con su cola desplegada parecía llamar la atención de su pareja, éste ave se encontraba junto a la Torre que pertenece a la casa de los Sande, familia con linaje.
Tampoco calculé la hora ni el tiempo que pasó desde que salí de mi casa para pasear por esta ciudad, solo sé que ahora mis ojos se posan en el palacio de los Golfines de arriba, en cuya fachada se pueden apreciar dos blasones que nos cuentan que ellos la construyeron, el que se encuentra a nuestra derecha según miramos parece de los borbones, el de la izquierda  de los Golfin, siendo las armas de la casa de Cerda, descendientes de la primogénita Casa Real de Castilla.
Sigo mirando, mi curiosidad me hace osada y mi cabeza comenzó a recordar las clases de historia que se impartían en el colegio, regresando a mi pasado.
Esta casa fue construida  por los Cerda y los García Golfin, primero la concibieron cómo una casa fuerte que luego más tarde se amplió adosando los inmuebles de su alrededor.
La fachada es, digamos y, según mi criterio excesivamente decimonónica con aires pseudoclasista, en la pared no se observa ningún arco que destaque de forma especial, pero a mí siempre me pareció que esta fortaleza guardaba un delicioso sabor medievo, porque si se mira a su alrededor se  pueden ver algunos de los mejores ajimeces, que son ventanas—balcón o mirador cerrado con celosía donde sin ser vistas las damas de la casa podían asomarse, llegando a ser de esta manera, testigos desde la clandestinidad de amores imposibles, que es lo que hace al hombre ser fiero o manso.
Entonces no quise perderme aquel entorno, miro  buscando las cuatro torres que fueron en su inicio las que protegían la fortaleza, pero me llama poderosamente la atención, solo  una, la que se encuentra  en el centro del edificio, llamada del  homenaje, que no todas las  fortalezas suelen tener, fue  especialmente  salvada  de ser desmochada en virtud de una real orden concedida por Fernando el Católico.
Desconocía las horas que llevaba caminando, me encuentro con las piernas cansadas, pues me encontraba en medio de una incipiente oscuridad parada, sin fuerzas para seguir caminando por la calle de los Condes frente al palacio de los Golfines de Arriba, un jaleo de repiques de campanas comenzaron a tocar, parecían disputarse la hora que convocaba a la oración a unos fieles que yo no veía, me palpitaban las sienes con tanta algarabía, que un dolor inmenso parecía taladrar mis oídos.
De pronto vi salir  del palacio de los Golfines  una señora con aspecto de gran dama, a su lado se encontraba un hombre vestido ampulósamente, sus calzas eran de gamuza, herreruelo de raso negro de tafetán acuchillado y capota de gorgorán, desde luego la indumentaria me llamó la atención. Nada más salir a la calle aquel caballero se separó de la señora, yo, noté que la señora  conducía su mirada con interés  hacia donde mi vista se perdía; muy amablemente se dirigió a mí, ¿Tanto  le gusta esta torre? Yo la miré un tanto desconcertada, pues era costumbre en mi el despiste cuando me encontraba contemplando algo que acaparara mi atención, mi cabeza, se encontraba haciendo conjeturas de cómo, habían podido protegerse estos monumentos de las insidias  del tiempo, sería para que  quedara como patrimonio, y testimonio de un  pasado para que pudiera admirarse intacto.

En esos momentos me vi diminuta, necesitaba desaparecer, las pisadas de dos ancianas me hacen despertar de mí ensoñación, ante mis ojos aparecieron con vestimenta  enlutada desde el pañolo a las colondras, parecían dirigirse a la iglesia a su paso quedaron el fragante olor a orines, tras ellas un villano rijoso cejas muy juntas y barba facinerosa las seguía pero sus intenciones fueron fallidas al verme a la puerta de este palacio, en compañía de una ilustre dama.



domingo, 23 de septiembre de 2018

VVivencias 3º Parte

confortable la estancia, aquella dama  era joven, vestía una túnica bordada en hilos de oro, se encontraba sentada en un balancín, mientras me hacía gestos muy expresivos y hospitalarios con la mano, queriéndome decir, entra, ya sé que eres un pozo sin fondo de curiosidad.
Entonces entro algo cohibida, la dama me hizo una pregunta que no supe contestar al  encontrarme aturdida, no obstante mi intuición creía saber de quien se trataba, pero mi raciocinio no lo admitía.
No entiendo el por qué se ha resistido a entrar, aunque puede que  imponga el saber que estos son mis aposentos---yo no me atrevía a mirar a pesar de aquel ambiente cálido.
¿Qué es lo que creías que podías encontrar tras estos muros?
¿Buscabas algo en concreto?
De pronto se escucharon plañidos y gimoteos desgarradores que llenaron de ruido el palacio, la dama, apretó los puños, pero su rostro se encontraba  impasible, parecía sufrir mucho escuchando aquella balumba de lloros, que sin remedio se le clavaban como garfios en su corazón.
Yo, solo pude decir quiero saber la verdadera historia.
¿Qué es para ti la verdadera historia?
Ahora la dama parecía disfrutar ante mí, pues era en esos momentos uno  de sus súbditos que se encontraba ante ella indeciso.
Aquella gran dama, por un instante pareció que se desposeía de su grandeza pero, que no podía disimular que poseía autoridad.
Yo noté como si estuviera sumida en una porfía que se translucía en su semblante, pues me dio la impresión que su mente se encontraba inmersa en una pugna de quien se resiste a fracasar ante una decisión importante.
Los lloros no cesaban.
Yo me encontraba, aturdida.
Entonces—dije—en uno de esos impulsos que me caracterizan.
No entiendo el por qué tienen que ser expulsados los judíos y los moros si siempre han formado parte de esta comunidad.
La gran dama, siguió sin alterar  ni un solo músculo de su cara, y sin apenas moverse me dijo.
¿Acaso has creído que la historia de un pueblo se escribe con ñoñeces?
Esta respuesta me pareció de su altura, pues estaba diciendo la verdad.
Poco después, pareció olvidar el tema de las expulsiones.
La dama me miraba, parecía esperar que le dijese otro motivo importante que me hubiera inducido a encontrarme ante ella, yo seguía manteniendo mi boca cerrada, con mi mutismo, el rostro de la dama parecía dar muestras de irritación, pero ésta irritación  parecía menor que su intriga. Y mirándome a los ojos –me dijo--entonces tal vez la razón de tu presencia tenga yo que averiguarlo. No tema, me dijo seguidamente, es mi forma de distinguirla con mi afecto-- yo seguía en el limbo.
Mientras ella siguió diciendo, todo el mundo sabe que va para un mes que me encuentro en Cáceres, bueno aquí en esta ciudad he tenido toda clase de problemas al encontrarnos cerca de Portugal







domingo, 16 de septiembre de 2018

Vivencias Segunda Parte

Como cada mañana y asida fuertemente por la mano de mi hermana Tini, a la salida de la calle de Caleros, subíamos a toda prisa la calle Hornillos estrecha y empinada, a veces hasta cansina, siendo el preludio de muchas más cuestas por subir hasta llegar a nuestro destino en los aledaños de la plaza de San Mateo, mis piernas eran ágiles como plumas de un Águila, pues sabían sin que ellas fueran consciente de ello que se iban a adentrar como cada día en un mundo mágico y con ello volver a exasperar a mi hermana al no poder seguir mi ritmo, también  pasábamos como una exhalación por el arco del Socorro, que para mi era algo peculiar—desconozco la razón-- también  me llamaba especialmente la atención al pasar por la calle Tiendas  el palacio de Carvajal, siendo uno de los muchos tesoros artístico que encierra esta especial ciudad.
 Recuerdo que en primavera siempre había alguien asomado al balcón de este palacio, un balcón muy singular, que a mí se me antojaba que un dragón le había dado un mordisco, rompiendo con su fuerte dentadura la elegancia armónica los muros de la edificación y, que al mismo tiempo y sin quizás pensarlo este dragón, con su travesura quedó para la posteridad  un extraordinario  balcón esquinado.
Eran cosas mías.
Mi hermana cansada de que tirara de ella por aquel desigual pavimento empedrado, a veces me dejaba ir, mientras ella se unía a otras niñas de su misma edad, yo mientras tanto, corría hacia un ventanuco que se encontraba un lateral del palacio de Mayoralgo-- Cuya fachada doy gracias hoy de que se encuentre intacta-- por aquel ventanuco  se podía ver parte de los despojos de esa casa señorial donde un fatídico día y a consecuencia de una disparatada guerra  sin sentido, lo hirió de muerte.
Mi imaginación ante aquello que parecía un desaguisado, se desbordaba a pesar de no haberlo vivido, pero  me imaginaba que podía haber sido una estancia donde posiblemente niños como yo jugaban cada día; un día entré por la puerta principal que se encontraba entre-abierta y vi qué, al igual a los demás palacios también poseía  un patio de columnas y el tradicional pozo en el centro, entonces me sorprendió  que en una de las esquinas del patio hubiera un busto que inmediatamente pensé que  se había librado de la destrucción, quizás por encontrarse unos metros alejado de aquel desatinado bombardeo, pero luego pensé.
 ¿Por qué aquel busto no tenía cabeza?
Esto era mi hacer diario, que creo que con mi conducta indisciplinada exasperaba cada vez más a mi hermana, que me propinaba de vez en cuando un soberbio tirón de brazo para que la siguiera, de nuevo las dos nos encontrábamos subiendo otra cuesta, la de la calle Manga, ya casi  sin resuello, porque  aquí nuestras prisas se atenuaban al final de la calle, siendo el lugar más divertido del itinerario colegial, pues había un nexo en que los estudiantes se unían para después tomar la  deriva a cada uno de su centro escolar, era la confluencia de cuatro calles, en las cuales se configuraba cada día, un digamos, tumulto infantil que alegraban el lugar con su normal algarabía, entre los colegios que se hallaban cerca de aquella esquina se encontraban, Cristo Rey, Corazón de Jesús, sito en la plaza de los Pereros frente al palacio llamado de la Generala, siguiendo de frente y, junto a la Iglesia de la Preciosa Sangre de los Jesuitas, adosado a ella y en la cuesta de la Amargura dentro de la Plaza de San Jorge se encontraba el Instituto de Bachillerato. Creo que había algún que otro centro de enseñanza más, pues yo  era pequeña y, aquel era un tramo tan transitado a las horas de entrada y salidas que  no recuerdo el nombre de otros centros docentes.
  Pero si recuerdo que era un tramo muy divertido.
A veces y en nuestro caminar mi curiosidad hacía que me asomara a la puerta de un palacio llamado El Mono, situado justo en medio de  esta confluencia juvenil, pues su esquina rompe con suavidad  la cuesta de Aldana, una tarde ya me encontraba con el pie en la puerta de este palacio me encontraba dispuesta a entrar,  cuando mi atrevimiento se frustró al ver la cara de mi hermana que se encontraba demasiado contrariada conmigo, yo pensé que era  por tener que aguantarme día tras día, pero podía mucho más mi curiosidad y seguí mirando, haciendo este gesto cuando tenía a mi alcance el mirar cualquier zaguán que tuviera sus puertas abiertas  y, pensé, algún día vendré sola y espiaré lo que hay dentro.
Y así fue y, no hace muchos días entré con un grupo turístico como oyente donde un historiador, hablaba sobre el solar del palacio del Mono, dando su clase de historia. El patio era diferente a lo que me había imaginado, creo que me impresionó su pétrea austeridad, en la barandilla de las escaleras, como remate del pasamano, se encontraba un mono encaramado y atado a un cordel, la mirada de aquel primate me sobrecogió, más tarde supe la historia de los moradores de aquella casa, que me hizo suponer debió ser aterradora.
 Pero ese detalle lo dejo para los guías, que saben hacer bien su trabajo.
A la salida, de este palacio, me puse frente a él para mirar mejor la fachada, ante mis ojos atónitos, pude apreciar unas esperpénticas gárgolas que penden del tejado amenazadoras, agudizo la vista, una de ellas representaba a una mujer doliente, no me gusta, --pensé-- no deseo volver a mirar, pero como siempre la curiosidad de nuevo me domina y descubro que, también están representados en diferentes gárgolas un anciano y un joven, y entonces supuse que podían ser los personajes que protagonizaron  la historia que encerraba esta casona, y supuse que la historia tenía tintes de haber sido tétrica y oscura, tanto que se me antojaba pudiera haber sido semejante a la mirada de aquel primate que desde su sitio privilegiado parece aún seguir  vigilando al intruso que osa entrar en la casa y, como era de esperar presidiendo la fachada se encuentra el escudo familiar flanqueado por dos leones.
Vuelvo a mis vivencias, paso la calle de los Condes, que parece presidir la calle su amplia fachada de casa fortaleza llamada de los Golfines de Arriba, la dejo a un lado, ni siquiera la miro, porque temo que  vuelva a llegar otro día tarde al colegio y la hermana portera, que la tenía mosqueada con mis retrasos, podía llamar a mi madre para que me echase una buena reprimenda.
Ya soy una mujer adulta y, de nuevo me encuentro como otras tantas veces parada en una esquina de la calle ancha, frente a mí, el palacio del Comendador de Alcuescar, impresionante fortaleza.
 Aquí voy a hacer un inciso.
 Esto, que cuento, pasó cuando en uno de mis juegos  junto con mis amigas de colegio, nos entramos en los palacios para jugar al escondite, aquella tarde, nos colamos en el palacio del Comendador de Alcuercar muy decididas, entramos,  a la izquierda del zaguán se encontraban las escaleras con su balaustrada de piedra, encontrándonos en la casi penumbra, frente el patio señorial, que con sus enormes macetas restaban claridad a las escaleras, pero ese detalle nos pareció en esos momentos que era perfecto para nuestros juegos haciéndolos más misteriosos, en el fondo de las escaleras y en una de sus esquinas, se encontraba una lustrosa armadura de tamaño natural que tapaba  la cabeza con un yelmo, dando la sensación de que no quería que le viésemos la  cara; yo que parecía ser la más osada del grupo, me puse tras la armadura para esconderme, pero una voz  como un trueno, hizo que todas mis amigas de juegos salieran corriendo menos yo, pues una de las cintas de mis trenzas se enganchó en algún saliente de la armadura, fue tan fuerte el impacto que sintió mi corazón que me quedé petrificada, pues creí que aquel guerrero me había atrapado con  garras de acero, el guarda de la casa me liberó; no volviendo a entrar hasta que este colosal palacio se convirtió en un elegante Parador Nacional.
Sigo caminando, como dispongo de tiempo libre mis pasos son lentos cuando enfilo la calle Ancha, indolente ante mis evocaciones, apoyo mi espalda en la pared bajo la luz mortecina de un farol de esta ciudad que sin dudas para mí, sigue siendo fascinante, al momento, pues sentí en mi espalda un hormigueo, doy un paso hacia delante pero  mi cuerpo sigue pegado a la pared, y de pronto siento que traspaso la dura piedra y entonces comienzo a notar cómo en  mi cabeza empezaban a bullir algo sobre aquellas querellas que eran propiciadas por las intrigas de aquellos moradores, que, ante mí asombro se fueron convirtiendo en un  murmullo donde pude escuchar voces de tiempos remotos, yo, en esos momentos creí estar contemplando  la actuación de un mago que se recrea en sacar a la luz las vidas  de personajes pertenecientes a la ficción. Entonces saque la conclusión de  que tal vez, aquellas voces discordantes podían ser la consecuencia de las disputas que frecuentemente  mantenían los vecinos  por conseguir el dominio absoluto de este territorio, llegando incluso a matarse por tan solo…  quizás para con ello disipar sus miedos  y manías de creer que le podían arrebatar su Mayorazgo.
De repente alguien me habla, pero no tengo nadie a mí alrededor, pero aquella voz insiste, pase Huesa merced, yo no podía entrar por aquella puerta, tampoco era una merced, miro extrañada a mi alrededor, no conocía a nadie, pero, al mirar de frente pude apreciar que una mujer de aspecto regio me miraba desde el fondo de un salón de paredes enteladas y piso alfombrado que hacían 







sábado, 8 de septiembre de 2018

Vivencias 1ª Parte

Esta cierta afición por caminar por la parte antigua de Cáceres, surgió en mi desde muy tierna edad, todo sucedía al parecer como algo imprevisible, por supuesto, desconociendo el motivo del porqué cada día me metía en las entrañas de algo que, sin darme cuenta estaba marcando las pautas que más tarde perfilarían mi forma de pensar.
Quizás será mejor, que descubra ante vosotros mis vivencias:
Cuando un día ya adulta me encontraba paseando era… recuerdo, uno de esos  tranquilos  atardeceres  de un otoño melancólico que con devoción pisaba los cantos rodados de las calles de la ciudad Monumental de Cáceres y, como siempre suele suceder por este entorno cuando el sol comenzaba a ocultarse, miro indolente  las torres desmochadas que veo al pasar, para mí era como si de un rito se tratara, entonces fue cuando percibí como aceptaba ese ejercicio natural y casi obligatorio que incita a que   en el ambiente se entre en los sentidos, sintiendo algo especial y  propiciatorio para que surja la magia.
 Antes que la oscuridad truncara mi paseo, me vi amparada bajo la  débil luz de un farol  de esquina, mis piernas parecían negarse a seguir caminando y, me quedé varada bajo la misteriosa luz tintineante, no sé cómo pudo suceder pero apoyada en aquella esquina me vi contemplando extasiada la más alta torre, la cual domina el hermoso recinto de la plazuela de San Mateo, que, no por casualidad no se encuentra desmochada, ante mis ojos  la vi erguida, erguida como una cigüeña desafiando al abismo-de ahí su nombre—parecía encararse a la tímida luna que osaba posarse en sus almenas, ante este contraste de piedra y luna, mis ojos se agrandaron al notar como algo parecido a un hechizo se apoderaba de aquella mole que rebosante de una y belleza atemporal se mantiene imperturbable al paso de los siglos.
 Entonces fue cuando comencé a evocar aquello que viví de niña y que sin duda fue el despertar de mi imaginación aún prematura; pues debía contar con quizás… seis, o siete años; entonces recordé que tenía por costumbre correr por las mágicas callejuelas, a veces mis carreras, eran tan alocadas que daba la sensación de que hubiera visto algo fuera de lo cotidiano.
 Más tarde supe, que todo en la vida tiene su porqué.
Y entonces cuestas con mi inocencia, tuve una revelación que me dijo, que no me sintiera preocupada por los sentimientos que me invadían pues desde siempre y, al no ser consciente de ello,  había sido atrapada por ese encanto especial que solo ellos los que estuvieron antes que yo, supieron quedarnos con su impronta el testimonio de que estuvieron aquí, y que nos enseñaron a vivir en armonía entre estas murallas hechas de barro y paja fueron tres civilizaciones, que al echar sus raíces aquí y, al formar parte activa de esta ciudad, supieron quedar en estas calles y en sus casas, la esencia de esa  idiosincrasia  que nada más entrar en ellas notas cómo te sugestiona, haciendo que sin proponértelo sientas una presencia incorpórea latente que al mismo tiempo embarga el aire que se  respira y que te hace  sentir como la sangre comienza a licuarse hasta llegar a fluir con generosidad por las venas, en ese instante, es cuando sientes el abrazo y la entrega de unas vivencias, que aunque pasadas, no  puedes llegar a comprender de donde viene esa reacción que  no has propiciado, mientras caminas con paso lento  por las calles de la Ciudad Monumental. Como un hechizo, hace entregarte sin ataduras al encanto del entorno sin llegar a  entender tu propia reacción. Es un mundo que se presenta ante el caminante de forma quizás  incomprensible; pero cuando ves que pasa el delirio del momento, viene la comprensión, que es sencillamente dejar que   la imaginación vuele presentándose como algo fuera de lo cotidiano, y con ello te abandonas dando pábulo a que se desborde como in río caudaloso todas tus fantasías.
 Cuando de nuevo  vuelvo a  la realidad, entonces, sin querer  pienso que he sido  transportada  a un mundo que nunca fue irreal, pues las piedras con tan sólo tocarlas transmiten esas vivencias que dominadas por impulsos naturales, incomprensiblemente te dicen que siguen ahí.  
Cada día y, en mi etapa de niña, a la salida del colegio Carmelitas sito en la calle Olmos y, encontrándose este inmueble integrado en el conjunto monumental; una vez terminadas las clases, yo como siempre me escaqueaba de la autoridad de mi hermana para dedicarme a husmear los patios de los palacios que encontraba a mi paso que, por aquel entonces se hallaban muchos de ellos habitados.
Esos palacios con sus columnas y patios de columnas peristilos y donde algunos de ellos, también se  perfilan dentro de un estilo de  alegorías  moriscas y romanas, siendo para cualquier visitante una inyección de historia salpicada de señoríos.

El itinerario que hacía cada día dentro del calendario escolar hasta llegar a mi destino, era para mí como si me adentrase en otro mundo, un mundo diferente, tanto, que a veces creía encontrarme inmersa en un enorme museo de piedra, piedras que me hacían sentir a cada paso que daba y, a veces, cuando mi diminuto cuerpo de niña se rozaba con algunas de las paredes  que configuran los palacios, yo creía sentir el palpitar de la piedra, ahora lo comprendo, pues es como si el subconsciente del paseante hubiera creado una conjunción  entre las piedras y el corazón de quien las contempla con respeto, es algo que quizás sin pretenderlo,  hizo que la historia de Cáceres se pudiera escribir con tinta de oro.



sábado, 4 de agosto de 2018

Las nieves de Gredos final

Fernando era el ausente, por lo tanto sólo quedábamos mi hermano y yo ante los chispeantes destellos de la leña al arder. Los dos nos miramos y, como si le hubieran puesto pilas, mi hermano comenzó a hablar, parecía decir palabras incoherentes que para mí eran intranquilizadoras.
Me levanto, para saber cómo se encontraban sus invitados, pero con una voz parecida a un trueno me lo impide, yo le miré a los ojos, tengo que saber qué les pasa para saber si necesitan a un médico. Mi hermano me miró con ojos desorbitados, ellos están muertos,"gritó" al igual que tenías que haber estado tú, claro que fui torpe al no saber manipular los ingrediente para cambiar el color, "debí hacerlo con amapolas"
Yo en esos momentos y ante el panorama de deshacernos de los cuerpos  me quedo paralizado, él gritaba cada vez más, parecía desesperado, me tienes que ayudar a hacer desaparecer estos cuerpos, creo que debíamos tirarlos en la Laguna del Circo.
Sigo sin saber cómo reaccionar, estoy perplejo, me pedía que le ayudara a tapar su delito, pues había cometido en poco tiempo nada menos que tres crímenes ¿Qué le pasaba a mi hermano? ¿Se había vuelto loco por vivir en la soledad de la montaña? Lo miro aterrado y, con su voz ronca habitual –dijo—si no me ayudas tú también irás con ellos al fondo de la laguna, ya sabes en estos casos no se puede dejar ningún cable suelto.
Mis piernas temblaban, tanto, que hasta se podían oír el tintineo de mis huesos, me sentía como una serpiente de cascabel que han cortado la cabeza pero, que, el cascabel sigue sonando pero ya se encontraba inhabilitada para atacar.
Casi sin fuerzas caigo desplomado en el sillón, me encontraba sin fuerzas, abandonado, hago el intento de levantarme  intento levantarme pero no puedo, mi hermano de pie ante mí me mira con desprecio, entonces sorprendido veo cómo con gran agilidad mete uno de los  cadáveres en un saco que previamente tenía preparado,( yo solo miro) así fue metiendo uno a uno. Miro a Tirso y unas lágrimas resbalan por mis mejillas, mientras tanto él arrastraba con furia los sacos mortuorios  desde la casa a la explanada.
Yo seguía sin mover ningún músculo de mi cuerpo, cuando de repente veo atónito cómo mi hermano metía a uno de los cadáveres en la embocadura de la chimenea, seguidamente lo rocía de Keroseno, inmediatamente  y ante mis ojos aquel cuerpo comenzó a arder como una tea.
Mi hermano de nuevo  se puso ante mí mirándome a los ojos, --me dijo—sabes que tenía que hacerlo mientras me empujaba al centro del salón, entonces me obliga a sentarme, él se sienta a mi lado, mis nervios comenzaban a desatarse cuando comenzaron a explotar los órganos de aquel individuo  cual traca de feria al calor de la lumbre.
¿Sabes qué ellos fueron los que mataron a nuestros padres? Sus palabras sonaron a justiciero—tú no te encontrabas aquí— dijo hiriente el día que murieron, los dos paseaban cerca de la cumbre, de pronto aparecieron ante ellos, Faustino, Samuel y Fernando, pero, entonces –dije—Fernando no se encuentra ahora entre nosotros—Bueno de ese me ocuparé en otro momento. Como te estoy contando, invitaron a nuestros padres a que dieran un paseo en barca por el lago incitándoles a adentrarse con engaños en una de las grutas que aún no habían sido explorada, mientras navegaban por las tenebrosas aguas, distraídos en admirar el misterio de aquella gruta, entonces fueron golpeados en la cabeza por estos desalmados dejándolos inconsciente, hasta caer de la barca  y ahogarse.
No obstante, en aquel momento la explicación de Tirso parecía verosímil.
Pero entonces intervine yo ¿Cómo has podido saberlo si tú no te encontrabas allí?
Te equivocas, --dijo Tirso-- yo me encontraba filmando a una banda de murciélagos, nadie me vio al encontrarme  protegido por la oscuridad, desde entonces cada noche sueño que no pude hacer nada por salvarlos, mientras miraba la tragedia supe de que había un quinto hombre con ellos,  que era el que parecía dar las órdenes, pero,  no le vi la cara, lo resbaladizo de las rocas  me impidió acercarme—seguía narrando Tirso—
Ese hombre pude observar que llevaba una carabina que asomaba por la grieta de una roca, parecía ser el que les apuntaba con el arma para que ejecutaran sus órdenes. Al no poder verle la cara  me desconcertó, pues no sé si él me vio a mí. Entonces supe que  la muerte de nuestros padres podía ser algo preparado ¿Pero por quién?
Desde ese momento, confesó Tirso, no dejé de pensar en la venganza, y guardé la cinta que había gravado hasta que llegara mejor ocasión. Y hace unos días pensé de que había llegado la ahora de desentrañar ese crimen.
Tirso en la soledad de la montaña  proyectaba esa película una y otra vez, hasta descubrir  que en uno de los salientes  rocosos y pegado a la pared, había una mochila de color rojo, me intrigó tanto que volví inmediatamente al lugar para cogerla, pues supuse que en ella se guardaba el cuerpo del delito, pero, para mi sorpresa, ya la habían recogido.
Entonces pensé y estoy por asegurar que los que mataron a nuestros padres fueron los mismos que cortaron la guía cuando mi equipo se encontraba haciendo una incursión en la  profundidad de la gruta, y con la cara que suele poner un  inocente le dije yo, y el licor, ¿Cómo lo conseguiste?
Por unos apuntes que encontré en tu laboratorio, lo estudié durante un tiempo, y una vez conseguido, supe de que había llegado la hora de ejecutar lo que me propuse, sólo consistía en  esperar el momento oportuno para hacerlo.
Ahora que lo sabes todo tienes que ayudarme. Entonces saqué fuerzas de flaquezas y me monté en el coche con mi hermano, en aquel coche fúnebre donde llevábamos dos cadáveres, que habían pagado sus crímenes.
El coche subía con dificultad la empinada vereda, en la subida la espesa niebla nos engullía…
No sé por qué sentí una gran paz espiritual, era casi inconcebible que yo pudiera tener esos sentimientos, sobre todo cuando miraba cómo los bultos de los cuerpos de aquellos hombres enfundados en sacos de plásticos  se hundían lentamente hasta desaparecer en el fondo de la Laguna Grande del Circo.
Cuando llegamos los dos a la casa de regreso, nos dispusimos a retirar las cenizas de la chimenea, después de limpia pusimos nuevos troncos de pino para que con su olor limpiara el ambiente, los restos del cadáver los metieron en otro saco metiéndolo en el maletero para tirarlo al río.
Nos hicimos un oloroso café, sentados uno frente a otro, regocijándonos por haber vengado a nuestros padres.
Mi hermano Tirso, acepta la copa de coñac que le ofrezco, me mira agradecido por la ayuda que le había prestado. Un desvanecimiento de Tirso, hace le hace caer al suelo cerca de la embocadura de la chimenea, que se encontraba en plena ebullición, sólo tuve que empujar el cuerpo y enseguida empezó a arder  como una tea. De nuevo el Keroseno hizo su trabajo.
Poco después recojo las cenizas esparcidas por el suelo, subo a mi alcoba, y recojo la mochila roja repleta de minerales  que esperaba me reportaran una suculenta fortuna.
Tirso siempre fuiste un buen hermano y, desinteresado.
Cierro la puerta de la casa, tiro la llave por uno de los barrancos, pongo en marcha el motor del coche, en la primera curva me esperaba Fernando, el que puso la excusa de no acudir a la reunión.
Mientras, en mi rostro se reflejaba una sonrisa de satisfacción, recojo a mi cómplice Fernando, y en una de las curvas, y cuando el coche circulaba a gran velocidad  al borde de la depresión del río Tiétar, el coche desaparece.
Dos meses después, fueron encontrados dos cadáveres que desconcertó a los forenses e investigadores, pues en la cavidad de sus ojos y dentro de sus fosas nasales y boca, encontraron gemas por valor de tres millones de Euros.
¿Quién de ellos vivió para hacer perfecta la venganza?       
    

    



domingo, 22 de julio de 2018

Las nieves de Gredos 2º parte

Uno de estos días en que se preparaban para salir de excursión, a mi madre le sorprendió su tardanza,  habían descubierto la Laguna Grande en el Circo de Gredos, se trataba de una depresión del terreno que  se prolonga desde un elevado escarpe para terminar sobre la fosa del río Tiétar. Para ellos fue todo un descubrimiento, y crucial sobre todo para mi hermano, pues desde entonces no tuvo ninguna otra afición que la de bajar por las depresiones graníticas para inspeccionar las oscuras grutas que se encontraba en el camino.
Mi hermano hizo más tarde de esta afición una profesión, llegando a formar  más tarde un grupo de especialistas, dedicados a la exploración del macizo.
En aquel entonces yo lo veía feliz dedicándose a ese trabajo que era su vocación, más tarde supe que los tres invitados que se encontraban allí presentes, habían formado parte de algunas de sus expediciones.
Yo enfile mi vida por otros derroteros.
Recuerdo que un fatídico día en el que se encontraba explorando su equipo unas pozas, uno de sus especialistas desapareció inexplicablemente la negrura de una de las grutas, desde entonces mi hermano jamás volvió a hacer ninguna incursión en la Laguna del Circo.
Ya reunido con ellos, me siento en un sillón frente, y miro analíticamente a Faustino, entonces creo recordar que se dedicaba a los negocios, por cierto-- no siempre transparentes, le gustaba vivir con demasiada ostentación. Se casó con una mujer derrochadora que gastaba sin mesura, al parecer a su   esposo este despilfarro de su mujer no parecía afectarle, dando a entender que para él era fácil ganar el dinero, parecía presumir con arrogancia su enorme tripa, dando la sensación que era un hombre sin escrúpulos.
Ahora detengo mi mirada en Samuel, hombre enjuto, tez anacarada y nariz transparente que daba el aspecto de poco fiar, sus manos largas y blancas se movían constantemente sin control.
Yo, Marcial, (perdón aún no me había presentado) soy el que menos pega en esta reunión que si no fuera porque ésta fue la casa de mis padres donde siempre viví, no hubiera acudido a la llamada de mi hermano, la verdad es que nunca me preocupé por  subir de nuevo a la cumbre para disfrutar de su magnífico espectáculo, siempre sentí vértigo, y recuerdo que para ocupar mi tiempo encontré la manera de entretenerme en un pequeño laboratorio que  habilitó mi padre  en la buhardilla donde yo solía investigar la flora y fauna que era lo que me gustaba y me ofrecía el entorno.
Más tarde me hice profesor de química en la universidad de Cáceres, llevo una vida tranquila con mi mujer también profesora, juntos hacemos un buen equipo de investigaciones.
Aquella tarde el aire se encontraba impregnado de un denso aroma a flores silvestres.
Mi hermano Tirso, el anfitrión, llama para que entremos en el comedor, todos acudimos más que por su llamada atraídos por el aroma que salía de la cocina. Con asombro veo que cada uno de los comensales tenía su nombre asignado dónde sentarse. A todos les pareció normal, hasta gracioso, pero yo, me intranquilicé.
La cena fue exquisita, el venado en su punto de cocción exacto, el vino era excelente pero el postre…de eso hablare más tarde, era un licor rosado que me produjo un vuelco en el corazón. Tenía el mismo color rosado de mis experimentos, resultado de la manipulación de ciertas hierbas aromáticas. Siento, vértigo, mis cobayas después de la ingerir aquel líquido, todas morían en unos segundos.
Un presentimiento hizo estremecerme ¿De dónde había sacado mi hermano ese líquido?
Me levanté de la mesa y preso de un presentimiento aterrador, me dirigí a mi pequeño laboratorio, una vez dentro miro con mucha atención, pero no ví nada que fuera relevante, nadie parecía haber manipulado mis herramientas de investigación.  mis movimientos convulsos se paralizaron en unos segundos al notar en mi hombro una mano de hierro que se posó en mi hombro, mi sobresalto fue tal que casi me desmallo al saber que era  mi hermano, su mirada era tan feroz, que más que invitarme  a bajar con él me ordenó, te necesito abajo.
Yo le seguí hasta el salón, no sabía qué pensar, nada estaba dentro de la lógica, todo me pareció surrealista. Me siento en el sofá esperando que mi hermano me dijese cual era esa urgencia, después de un rato de charla, reparo en que Faustino empezaba a dar muestras de sentirse mal, todos lo achacamos a la copiosa cena, al ser el que más comió, poco después y casi arrastrando lo llevamos a una de las habitaciones.
 Curiosamente preparada para invitados.
Después de que hubiéramos recogido la vajilla de la mesa y llevada a la cocina para fregarla, nos dirigimos al salón, de nuevo  nos sentamos cerca de la chimenea, mi hermano nos ofrece una copa de coñac. Cuando Samuel tiende la mano para coger la copa incomprensiblemente estas comenzaron a temblarle hasta derramar el líquido al suelo, le ayudo a recostarse en el sillón, se queda dormido al instante, a ninguno nos sorprendió su actitud, después de una suculenta cena unida al calor de la chimenea.

Más tarde, Samuél comenzó a babear  como si hubiera ingerido un vaso de agua con detergente.