Anna después de haber vivido
aquel aquella insólita situación, se encontraba de nuevo en la calle, aquella
explanada con su amplitud parecía querer asfixiarla, y creyó pensando en  aquel cuadro que éste  poseía el poder de  desnudar las almas, lo supo,  cuando minutos antes y mientras  fijó su mirada, a la derecha de la tabla,
recuerda que en ese instante sintió un estremecimiento al descubrir una de las
figuras pictóricas a un ser que devoraba hombres, Anna se horroriza, al ver que
lo comida lo expulsaba por el ano, esa escena fue para Anna repugnante. ¿Pero
qué quería decir con esta  representación
en la tabla,  ¿que   tal vez
fuese un aviso para  que la humanidad para que no
caiga en las redes  de la lujuria y, de
la avaricia,? querría persuadir a que los viejos  y contemporáneos  trogloditas, supieran que  no es bueno la impaciencia cuando se trata de
  satisfacer el ego?
El Bosco cómo el gran pintor que
era, en su excentricidad nos quiso manifestar en El Jardín De Las Delicias que
quería plasmar las tribulaciones de las almas hasta llegar a lo más hondo del
ser. Pidiendo  que entre los escépticos
se acepte el reconocimiento de que existe un cielo y un infierno, “según se
mire”.
Anna desolada reconoce de donde
le venía esa aprehensión que le acuciaba siempre y ante cualquier situación que
le pudiera depararle la vida.
 ¿Era tal vez un miedo atroz a la muerte?
¿A ser feliz?
Nunca lo sabría si no dejaba de
asomarse a la ventana para contemplar  la
mole de piedra que sólo ella veía ¿Estaba tal vez todo aquello sólo en su
subconsciente? Y porqué creía que El Bosco estuvo junto a aquellos que la
construyeron y, que ese pudo ser el motivo por la cual  pintó sus experiencias especialmente  ubicándolo allí, en la boca del infierno, en
ese monumento llamado El Escorial.
Aquella noche Anna, supo que
bailó cómo nunca en una de las discotecas más marchosas del pueblo Del Escorial.
Una voz tras ella le dijo quedo,
señora, es la hora de cerrar, este museo—ante este susurro ella lo miro como si
hubiera visto un fantasma--- sí, despierte, se encuentra en el  Museo Nacional Del  Prado, mañana si le apetece puede volver,  si es que  desea seguir admirando este gran tríptico, el
cual lleva horas contemplando, es, si me permite decirlo una pintura un tanto
psicodélica, pero  parece que usted
admira mucho a este pintor, desde luego es digno de ser contemplado. Pero le
sugiero, que salga  porque por ahora no
creo que el cuadro se mueva de su sitio.
Anna mira al conserje, ¿Qué hora
es?
 Es, la hora de cerrar.
¿Se encuentra bien? Preguntó un
tanto preocupado por su actitud de despiste.
Anna sin responder se levanta del
banco donde se encontraba sentada lentamente, sus piernas no parecían querer
obedecerla, de pronto  sintió cómo se
apagaban las luces quedando sólo una tenue y minúscula luz.
Más tarde una luz blanca le hace
despertar. Una enfermera, le sonríe 
diciéndole que había pasado la noche rozando el infierno, pero ya estaba
segura de que había conseguido resurgir y deshacerse de esas cadenas que la
habían tenido prisionera. La mira asombrada mientras su figura desaparecía de
la habitación donde ella se encontraba.
 Ya no temía a la muerte, pero tampoco a la
vida, pues había vuelto para ser feliz, pues el tiempo pasado para ella había
sido  borrado. 
¿Pero qué sabía de ella aquella
enfermera? Más tarde otra enfermera, le sujetaba el brazo para  ponerle  una vía para inyectarle suero.


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