Pero algo sucedió, que no fue obedecido su mandato, pues Anfitrite,
mujer astuta, como ninguna, buscó la amistad de las sirenas para apoderarse de
sus voluntades, intentando ejercer para ellas el poder de reina consorte, pero antes, quiso hablar con las olas, y de esa manera abortó el mandato de anegar las playas cómo
había ordenado Poseidón. Pero para una mujer despreciada como lo era Anfitrite
no era suficiente, necesitaba algo grandioso para que pudiera hacerse
efectiva toda su venganza y, fue en busca
de las sirenas para contarles su
desdicha, pero las encontró tan desenfadas que no la escucharon, diciéndole, que habían decidido
no estar bajo el mandato de la esposa de Poseidón. En esos momentos se encontraban muy entretenidas tendidas al sol en lo alto de los
acantilados entonando sus cánticos para atraer con ellos a los desdichados marineros que pasaban por allí deseosos de
fiesta.
Entonces Anfitrite al no ser escuchada por las sirenas montó
en cólera, pues ella también ostentaba cómo Poseidón el título de reina de los mares
y de los ríos. Desesperada y, cómo último recurso, decidió cruzar en una barca el
río Styx en solitario, desafiando el poder de Poseidón, salió a plena luz del
día en
busca del cancerbero, el horrible perro de tres cabezas, que al verla llegar a
sus dominios, se relamió, pues era la presa más codiciada que siempre había
ambicionado poseer, sabía de antemano qué teniéndola en su poder hasta podía llegar a tener el dominio de la grandiosidad de los mares y los ríos. Todo
este sueño –pensó-- se podía hacer realidad
desde el primer momento en que Anfitrite se encontrara bajo su poder, pues
haría realidad, lo que siempre tuvo en su pensamiento. Enloquecido comenzó a
hacer planes, lo primero que haría sería transformar los ríos en trampas
mortales, no pudiéndose navegar por ellos, ni siquiera con pequeñas barcas por su superficie, los
ríos a su vez serían poblados con animales carroñeros, cocodrilos…los
pescadores al no encontrar peces comestibles tendrían que tirar sus cañas a la
basura.
Ante este pensamiento me estremezco. Pero porqué pensaba esas
cosas y, sobre todo, sabiendo que el protagonista de su desasosiego solo era un
personaje mitológico.
Algo interrumpió mis pensamientos, las patrulleras con sus
sirenas se adentraban en la mar a toda velocidad, un barco se estaba hundiendo
con sus 200 tripulantes a bordo.
Esta noticia me inquieta, pero al intentar caminar, siento
que mis pies y piernas siguen hundidos atrapados hasta las rodillas en la
arena. El cosquilleo de una encrespada ola osa en mojar mi torso, entonces siénto que me da la libertad.
En aquellos momentos y, sin motivo aparente, al verme libre,
emprendo hacia mi casa una alocada carrera, desconocía qué era lo que me
inquietaba, antes de llegar al puente de los vientos, que separa el mar de la
población hago una pausa en la carrera,
entonces supe de que el río que cruzaba la ciudad se había desbordado, me quedo
parada sin saber que pensar, oigo cómo unos jóvenes al pasar por mi lado hacen
un comentario estremecedor, el más joven decía con voz alterada, desde luego ha pasado algo muy extraño, el río se ha
desbordado sin que callera una sola gota de agua del cielo.
Entonces algo que pasó
por mi cabeza hizo que me quedara paralizada ¿Qué me estaba pasando?
De repente por el puente comenzó a pasar un ejército de
mujeres que enarbolaban banderines, que me hizo pensar, que podían ser las mismas de la formación que había visto
minutos antes emerger del mar, pero, algo no encajaba, habían cambiado las alas
de acero por banderines, no supe qué pensar,
necesitaba despejar la cabeza, entonces me dirijo al parque, me siento en un
banco porque una presión muy fuerte me
oprime el pecho.
No me confortaba nada, entonces pude oír una voz de mujer que
me decía entre susurros.
Ten siempre presente que ningún hombre por poderoso que sea,
puede quitar a una mujer la fuerza, ni tampoco interceptar ninguna ejecución de
creatividad que pueda haber en ella ni en cualquiera de las obras que desee
realizar, sí, no temas soy Anfitrite la legítima mujer de Poseidón, no debes
inquietarte, tu casa no ha sido afectada por la riada, tan poco he dañado el
resto de la población, tan sólo ha sido
un pulso que le he hecho a mi esposo.
Poco después y, cuando cabizbaja me dispongo a ir a mi casa,
lo que vi, hizo que de repente se me quitase la melancolía, allí estaba ante mí
el problema que me aquejaba, el que, en unos días se iba a desposar conmigo se
besaba con ardor en una esquina con mi jefa de gabinete.
Entonces supe qué Anfitrite, sintió compasión
de mí, uniendo su venganza a la mía una
venganza que anidó en ella cuando se vio despreciada haciéndose participe de la
mía, haciéndome sabedora a su manera del peligro que me acechaba al casarme con
un hombre que no sentía amor por mí. Pero para ella no fue del todo afortunada pues
su desamor le convirtió en un ser como a cualquier mortal, quedando presa para siempre de su
propio odio.
¿Y si lo que viví en la playa sólo fue, la advertencia de una
mujer despechada como lo fue Anfitrite?
A veces y, sin darnos cuenta, la mitología nos advierte de
los muchos peligros que nos acechan haciéndonos pasar por etapas de
experimentación que sin apenas ser perceptible para nosotros los mortales, nos cuentan con estos relatos que
siempre hemos estado en contacto con eso que llamamos
fenómenos, paranormales que al estar fuera de lo cotidiano los dejamos pasar.
Aunque a veces no creamos en estos fenómenos, a la mujer siempre nos guste
coquetear, jugar a saber quién puede
más...


No hay comentarios :
Publicar un comentario