DOS
AMIGAS
Las gafas ahumadas de Anna trataban
de atenuar la luz, mientras arrugaba los ojos para calmar la tensión ocular que
la cegaba, esto hacía que se sintiese incomoda, pero aquel día necesitaba dar
un paseo que la despejara; al pasar por el parque, mira el jardín y cierra los
ojos, y en su interior le pareció contemplar el bello reloj de sol que le hizo
recordar su tierra gaditana.
Se encontraba sentada en uno de los bancos del
parque del Retiro madrileño cuando oyó que la llama su amiga Sonia; y se cuitaron después de
no verse en dos meses, se dieron un abrazo, y comenzaron por hablar de mil cosas sin importancia, de pronto, Anna cambia la expresión de su cara, al contemplar atónita
cómo las flores del jardín que se
encontraban frente a ella, las que minutos antes estaban lozanas, una, a una, y
ante sus ojos se iban marchitando, los tallos con desgana empezaban a despojarse de su bella vestimenta ante sus ojos, su amiga, parecía no percibir lo que ella estaba viendo; los que
por allí paseaban al igual que su amiga ignoraban lo que estaba pasando en el jardín.
Por lo tanto Sonia ajena a lo que a
Anna le estaba sucediendo, sigue hablando, pero al ver tan callada a Anna y a la vez distraída la mira
preocupada, entonces se sorprende al ver cómo su cara tenía una mueca extraña que delataba
lo que ocupaba sus pensamientos, por la cual dedujo no podía presagiar nada bueno.
Anna le dice Sonia sacudiéndole los
brazos--¿te sucede algo?
Anna responde con una mueca, donde simulaba
una tenue sonrisa. Pues parecía estar sumergida
en un estado de hipnotismo preocupante, pues miraba con insistencia las agujas de
aquel reloj de flores que parecía que sus minuteros se había vuelto loco, en unos segundos, algo insólito sucedió, pues una
nube oscura y espesa cubrió el sol.
Entonces fue cuando Sonia pudo ver cómo aquel
parque empezaba a llenarse con una ingente muchedumbre que invadían el parque
para mirar esa parte del jardín de manera especial. Sonia no supo entender cómo en un
momento pudo acudir aquel despliegue de gente que parecían sentir admiración
hacia aquellas flores que para ella, al contrario de su amiga, le pareció que
carecían de olor y color que es que suele suceder en primavera en todos los jardines.
Entonces ¿Qué era lo que aquella gente miraba
con tanto interés?
Cuando Sonia miró de nuevo a Anna, un terrible
escalofrío recorrió su cuerpo, Anna se encontraba con los ojos abiertos de tal
manera que parecía que el globo ocular se le iba a salir de las órbitas de un
momento a otro.
Preocupada Sonia, la zarandea de nuevo el
cuerpo esperando que reaccionara; pero, cuando Anna abre la boca, para decirle
a su amiga ¡Sí! me encuentro en este estado porque creo, que si el mundo sigue así...
¿Cómo
qué quieres decir?
Que tengo el presentimiento que muy pronto nos pasará como a
estas flores que nos marchitaremos en plena primavera.
Sonia intranquila dirige inmediatamente su
mirada hacia el jardín, se levanta del banco, pero una vez puesta en pie la gente le
impide ver lo que estaba sucediendo, se dirige hacia el tumulto, y después de hacerse
un hueco para poder ver lo que allí estaba pasando, al fin logra acercarse al jardín, entonces ve
a un hombre tendido inerte con la cara nívea en el jardín, que al mirarlo con detenimiento ve que su cuerpo exhibía una extraña figura, al encontrarse casi oculto entre
los pétalos de las flores marchitas y cómo los tallos de las flores cubrían
el lecho del jardín. Horrorizada, aparta sus ojos de aquella visión, se dirige
hacia donde se encontraba su amiga, y sienta de nuevo junto a ella, mientras
tanto las piernas le temblaban.
Anna no la ve llegar pues parecía
seguir hipnotizada; y cuando decide
hablar, parece hacerlo en susurros cómo si estuviera hablando para sí; pero
ante la insistencia de Sonia, Anna decide levantar la voz, lo hace emocionada,
entonces le dice a su amiga, si seguimos así, dentro de poco, quizás mucho
antes de lo que creemos, los seres humanos que no posean fortuna tendrán que
emigrar por necesidad hacia algún planeta desconocido, Sonia no puede creer lo
que está oyendo, y --Anna siguió- se está comprobando que en éste mundo tan sólo, van
a poder vivir los codiciosos y poderosos, que, al no estar contentos con ser
los dueños de casi todo lo material, y disfrutar de privilegios, también maquinan haciendo cábalas para cómo
arrebatarnos con gran cinismo, lo único
que tiene el ser humano, la dignidad por el trabajo. Y todo por la voracidad
que existe en las clases políticas de todo el mundo.
Sonia, se acercándose más a ella la
zarandea casi con violencia; esto hace que Anna vuelva a la realidad, que al
mirar a su amiga le pareció, haber despertado de un mal sueño.
Sonia, con los nervios a flor de
piel, abraza a su amiga, mientras a su
mente le viene la figura de aquel hombre tendido en el jardín, a dos pasos de
ellas, exhibiendo su cara pálida cómo si la sangre de sus venas se hubiera vaporizado.
Entonces vio cómo una extraña mujer vestida de gris se acercaba al hombre, y que ante él se quedó quieta mirándolo de manera especial, ésta mirada
parecía adivinar el motivo de su muerte. Anna, mientras tanto, seguía sentada
en el banco. Sonia cuando volvió la mirada hacia Anna pudo ver cómo lloraba lágrimas
abundantes que parecían brotar de unos ojos que parecían ser de otro mundo. Pues
entre sollozos decía, yo, no deseo volar
por el espacio.
Pero Anna ¿Qué estás diciendo? Sólo
has tenido una pesadilla.
¿Tú crees?,--dijo más serena--porque
yo estoy segura que si esta situación que están provocando los dignatarios del
mundo por la lucha del poder, es solo para conseguir ser los únicos
beneficiados de todo lo que da la tierra, esta puede llegar a ser inhabitable.
¿Pero de qué hablas? Sabes muy bien
que hablo de los políticos en general,
que si siguen llevando así las Naciones, a estas situación que ellos mismos provocan por su desmedida ambición, solo ellos nos podrá llevar a un caos.
Bueno por el momento no
te preocupes, ya se arreglara de forma que todos podamos vivir en paz—dijo
Sonia muy alarmada.
No, esto es muy
serio contestó Anna.
Sonia,-- para tranquilizarle-- esto tiene que
tener un final, dijo con voz agónica.
¿Pero cómo puedes pensar que el mundo
se puede acabar por una crisis que es sólo un accidente mercantil? Creo, que lees demasiados periódicos sensacionalistas--
Le dice Sonia.
Piénsalo, repetía Anna, ignorando por completo
qué era lo que podía pasar.
Anna como si alguien le estuviera
dictando lo que tenía que decir, con los ojos casi cerrados comenzó un relato
que a Sonia se le crispo el cabello.
Si la tierra, dejara de funcionar y parase la productividad, ellos, los
poderosos, serían los primeros en viajar por el espacio hasta encontrar un
planeta dónde pudieran volver a empezar de nuevo; que quizás no les resultara tan
complicado pues al no haber porvenir alguno en este nuestro Planeta se llevarían de aquí la mano de obra.
Pero entonces todo se quedaría igual,--replicó Sonia--
Con
una salvedad, interrumpió Anna para decir, suponiendo que algunos de estos asalariados aceptaran irse con ellos. Pero, ¿y
si una vez allí alguno de ellos no tuvieran la capacidad de adaptarse al clima?
Puede ser que la atmósfera, y-- lo digo con total seguridad- sea hostil para
nosotros los terrícolas. Entonces ¿Qué crees tú que pasaría?.
Sonia cada vez estaba
más asustada.
Seguirá.
